LAS ELECCIONES de 2015 fueron un paso gigantesco hacia la autodestrucción de Israel.

La mayoría decisiva votó a favor de un Estado de apartheid entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, en el que la democracia va a desaparecer lentamente.

La decisión no es aún definitiva. La democracia israelí ha perdido una batalla. Pero todavía no se ha perdido la guerra.

Si no aprovecha las lecciones, también perderá la guerra.

Todas las justificaciones y excusas de la izquierda israelí son inútiles. Es el resultado lo  que cuenta.

La existencia del país corre peligro. No desde el exterior, sino desde adentro. Es necesario crear ahora un Frente para la Salvación de Israel.

No tenemos ningún otro país.

EN PRIMER lugar, hay que reconocer el alcance real de la debacle y asumir toda la responsabilidad.

Los líderes que perdieron deben marcharse. En la lucha por la vida del Estado no hay una segunda oportunidad.

La lucha entre Isaac Herzog y Benjamín Netanyahu fue un partido entre un boxeador de peso ligero y un peso pesado.

La idea de un gobierno de unión nacional debe ser rechazada y condenada rotundamente. En un gobierno así, el Partido Laborista de nuevo desempañará el papel despreciable de la hoja de parra para la política de ocupación y la opresión.

Ahora se necesita una nueva generación de líderes, jóvenes, enérgicos y originales.

LAS ELECCIONES expusieron sin piedad los abismos profundos entre los diferentes sectores de la sociedad israelí: orientales, asquenazis, árabes, "rusos", ortodoxos, religiosos y otros más. El Frente de Salvación debe abarcar a todos los sectores.

Cada sector tiene su propia cultura, sus tradiciones, su propia fe (s). Todos deben ser respetados. El respeto mutuo es la base de la sociedad israelí. La creación del Frente de Salvación necesita un nuevo liderazgo auténtico que debe surgir de todos los sectores.

El Estado de Israel pertenece a todos sus ciudadanos. Ningún sector tiene la propiedad exclusiva del Estado.

La brecha enorme y creciente entre los muy ricos y los muy pobres, que está en paralelo en gran medida con la brecha entre las comunidades étnicas, es un desastre para todos nosotros.

La salvación del Estado debe fundamentarse en un retorno a la igualdad como un valor básico. Una realidad en la que cientos de miles de niños viven bajo la línea de pobreza es intolerable.

Los ingresos de la parte superior del 0.01% de la población, que llegan hasta el cielo, deben ser llevados a un nivel racional. El ingreso del 10% más bajo debe elevarse a un nivel humano.

LA SEPARACIÓN casi total entre las partes judía y la árabe de la sociedad israelí es un desastre para ambos y para el Estado.

El Frente de Salvación debe tener como base a ambos pueblos. El abismo entre ellos debe eliminarse por el bien de ambos.

No bastan las frases vacías sobre la igualdad y la fraternidad: Carecen de credibilidad.

Debe crearse una alianza sincera entre las fuerzas democráticas de ambos lados, no sólo de palabras, sino mediante la cooperación diaria real en todos los ámbitos.

Esta cooperación debe encontrar su expresión en marcos de asociación política, luchas conjuntas y reuniones conjuntas regulares en todos los ámbitos, desde el respeto por la singularidad de cada socio.

Sólo una lucha conjunta permanente puede salvar a la democracia israelí y al Estado mismo.

EL CONFLICTO histórico entre el movimiento sionista y el movimiento nacional árabe palestino amenazan ahora a ambos pueblos.

El país entre el mar Mediterráneo y el río Jordán es la patria de ambos pueblos. No a la guerra, no a la opresión, o los levantamientos cambiarán este hecho básico.

Si este conflicto continúa infinitamente, la existencia de los dos pueblos estará en peligro.

La única solución era y es la coexistencia de dos Estados soberanos: un Estado libre e independiente de Palestina junto al Estado de Israel.

La solución de dos estados no es una receta para la separación y el divorcio. Por el contrario, es una receta para la coexistencia.

Las fronteras de 1967, con cambios mutuamente acordados, son la base de la paz.

La coexistencia de los dos estados en una patria conjunta sí requiere marcos de colaboración al más alto nivel, así como fronteras abiertas para la circulación de personas y mercancías. También necesita medidas de seguridad sólidas para el bien de los dos pueblos.

Jerusalén, abierta y unificada, debe ser la capital de ambos estados.

La dolorosa tragedia de los refugiados palestinos debe encontrar su solución justa, acordada por las dos partes. Esta solución incluirá el retorno al estado palestino, un retorno simbólico limitado a Israel, y el pago de una generosa compensación por fondos internacionales para todos.

Israel y Palestina deben trabajar juntos a fin de lograr un retorno de los bienes judíos dejados en los países árabes o el pago de una compensación generosa.

El Estado de Palestina mantendrá su afinidad con el mundo árabe. El estado de Israel mantendrá su afinidad con el pueblo judío en todo el mundo. Cada uno de los dos estados será el único responsable de su política de inmigración.

El problema de los colonos judíos en Palestina encontrará su solución en el marco de los cambios fronterizos acordados entre ambos estados, la inclusión de algunos asentamientos en el estado palestino con el acuerdo del gobierno palestino, y el reasentamiento del resto de los colonos en Israel.

Ambos estados deberán cooperar en la creación de una asociación regional democrática, en el espíritu de la “Primavera Árabe”, mientras se opone a la anarquía, al terrorismo y al fanatismo religioso y nacionalista en toda la región.

Las masas de israelíes y palestinos no creerán en las posibilidades de paz y convivencia si no hay una asociación real y abierta entre los campos por la paz de ambos pueblos.

Para establecer una asociación de este tipo, las organizaciones y los individuos de ambos lados deben empezar ahora mismo para llevar a cabo una acción política conjunta, como la consulta constante y la planificación en conjunto a todos los niveles y en todas las áreas.

EL CARÁCTER judío del Estado de Israel encuentra su expresión en su cultura y su afinidad con los judíos de todo el mundo. No debe expresarse en su régimen interno. Todos los ciudadanos y todos los sectores tienen que ser iguales.

Las fuerzas democráticas del pueblo judía y del árabe deben unirse y trabajar juntas en sus acciones cotidianas.

La presión internacional por sí sola no va a salvar a Israel de sí mismo. Las fuerzas de la salvación deben venir desde adentro.

La presión de todo el mundo sobre Israel puede y debe ayudar a las fuerzas democráticas en Israel, pero no puede ocupar su lugar.

LOS VALORES básicos no cambian. Sin embargo, las formas de hablar sobre ellos con el pueblo sí deben cambiar.

Las viejas consignas son ineficaces. Deben redefinirse y reformularse los valores en un lenguaje actualizado, en línea con los conceptos y el lenguaje de una nueva generación.

Un pequeño grupo de vanguardia definió la visión de dos estados después de la guerra de 1948 por un pequeño grupo de vanguardia. Desde entonces, han tenido lugar cambios enormes en el mundo, en la región, y dentro de la sociedad israelí. Si bien la misma visión sigue siendo la única solución práctica del conflicto histórico, esta debe vertirse en nuevos odres.

La unidad política es necesaria; un frente de salvación unificador que reúna a todas las fuerzas de la paz, la democracia y la justicia social.

Si el Partido Laborista es capaz de reinventarse desde abajo hasta arriba, puede constituir la base de este campo. Si no es así, deberá formarse un partido político completamente nuevo, como núcleo del Frente de Salvación.

Dentro de este frente, las diversas fuerzas ideológicas tendrán que encontrar su espacio

y participar en un debate interno fructífero, mientras desarrollan una lucha política unificada por la salvación del Estado.

El régimen interno de Israel debe asegurar la completa igualdad entre todas las comunidades étnicas judías y entre los dos pueblos, salvaguardando al mismo tiempo la afinidad del pueblo israelí-judío con los judíos del mundo, y la afinidad del pueblo árabe-israelí con el mundo árabe.

La situación en la cual la mayoría de los recursos están en manos del 1% de la población a expensas del otro 99%, debe llegar a su fin. Se debe restablecer una igualdad razonable entre todos los ciudadanos, sin relación con su origen étnico.

No existe un mensaje social sin un mensaje político, ni hay mensaje político alguno sin un mensaje social.

El pueblo judío oriental debe ser socio de pleno derecho en el Estado, lado a lado con todos los demás sectores. Su lugar apropiado debe estar acorde con su dignidad, cultura, condición social y situación económica.

El enfrentamiento religioso-secular debe posponerse hasta después que se logre la paz. Las creencias y ceremonias de todas las religiones deben ser respetadas, así como la visión del mundo secular.

La separación entre Estado y religión ‒como el matrimonio civil, el transporte masivo el Shabat‒ puede esperar, hasta que se decida la lucha por la existencia.

La protección del sistema judicial, y sobre todo la Corte Suprema, es un deber absoluto.

Las diversas asociaciones por la paz, los derechos humanos y la justicia social, cada una de las cuales lleva a cabo su loable lucha independiente en su campo elegido, deben entrar en la arena política y desempeñar un papel central en conjunto en el Frente de Salvación unificado.