La postulación principal de la conceptualización de este enfoque descansa en los criterios externados por el politólogo Venezolano en su libro ¨El fin del Poder¨, en el cual dicho tratadista enuncia que el poder en el siglo XXI, es más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder.
Así también tiene como soporte conceptual el artículo del académico dominicano, Luis García publicado en el periódico digital, El Día, el 17 de agosto del año que discurre, bajo el título, "Arranca cronómetro para medir promesas del cambio", en el cual refiere el criterio de las veleidades del poder en cuanto su aplicación y la propia fragilidad que implica sostenerlo como estructura de mando y obediencia en el siglo XXI.
¿De qué nos habla Naím?, refiere simplemente a que existe un sinnúmero de personajes del propio siglo 21 que han llegado al poder, pero, que asimismo como han llegados de fácil, circunstancias especiales son obstáculos que tienen que ver con la propia estructura de clases y poderes fácticos, que los han atado de pies y manos como sustentadores del poder. El profesor Naím, explica que el poder se manifiesta en todo el mundo y que la barrera de los poderosos, por el propio hecho de los que quieren penetrar-rivales-, más el empoderamiento de las personas respecto al acceso a la tecnología, generan la determinante del empoderamiento, lo cual determina que por efecto de la fragmentación de micropoderes, el poder se ha descentralizado y corresponde a un universo de actores que lo ponen en ejercicio en contraposición a los controles autocráticos de un líder determinado.
El poder, palabra casi mágica –según el autor citado-, que define la capacidad de que suceda lo que desea el que lo ejerce, ahora es diferente. En este sentido expresa que el mundo se ha convertido en un magma en ebullición donde los países hegemónicos ya no tienen la capacidad unilateral de actuar, las empresas grandes o históricas corren el riesgo de desaparecer en pocos años si no están alerta. Acuña que bastantes sistemas políticos están en proceso de recomposición o directamente en desintegración, el poder blando de los grupos de interés o de acción social es creciente, que existe la galopante atomización de credos y grupos de acción espiritual que alteran el statu quo social.
Todo cambia y lo hace cada vez más rápido. A tal fin, para explicar el carácter efímero que puede tener el poder para ejercerlo, recurre al principio físico de que el poder es igual a la materia, que no se destruye, solo se transforma.
Un asunto sobre el aspecto de la coerción, el autor plantea que resulta una verdad insoslayable, es que el poder, como como lo hemos conocido se ha degradado, o mejor dicho, se ha dividido, y se corre el riesgo, parejo con la oportunidad de enfrentar escenarios desconocidos hasta ahora. En la práctica, se corre la aventura de que decisiones importantes sean postergadas o no tomadas por la tensión entre poderes, y por efectos, grandes poderes a su vez están bastante más maniatados de lo que se piensa por la existencia de micropoderes y redes de influencia. Entender los nuevos “ecosistemas de fuerzas y equilibrios” es clave en la lectura y acción del poder hoy y en el futuro. Sentencia Naím.
Como fuerza argumentativa, expone el autor citado, dueño de unos enfoques sumamente interesantes, que la coacción por la fuerza ha perdido sentido y capacidad de resultados. Pone de ejemplo lo que pasó en las guerras de Irak, Afganistán, y otros casos. Enfoca que la persuasión es mucho más complicada cuando la gente está mucho más formada, y más, si además los intereses están más contrapuestos. En su planteamiento establece que los códigos morales se han resquebrajados parcialmente, ya no existe unidad de pensamiento sobre lo que es bueno, es malo, correcto o incorrecto por ejemplo. O si los hay, depende de la parte que opine. El poder ya no tiene la capacidad de antaño de convencer vía recompensas porque en general, pese a la alarmante y creciente desigualdad, con algunas excepciones, pero cobijado de orgullo ciudadano, existe el paradigma de que ahora, todos tenemos mucho más. Y no se necesita más que lo formal, necesario y lo correcto.
De lo planteado hasta aquí, a nuestro juicio, todo gobernante que se instale en el poder habrá de entender que los niveles de exigencias sociales, los empoderamientos del cuerpo social, asume determinado tolerancia de las decisiones, y que en cuanto mayor se satisfagan los intereses de los actores sociales mayores serán los empoderamientos que bordean la intolerancia, y que cada día resultan más exigentes desde el punto de vista de sus satisfacciones plenas.
Ya no es, según hemos visto, que existen unos códigos de obediencia ciega, y que es más difícil usar el poder y por el contrario, la reacción de las masas se hace más levantisca cada día. Por lo tanto, ya no resulta importante ganar unas elecciones o instalarse el en poder, sino, es lograr que con la caída de los principios de gobernabilidad, no se pierdan los esquemas del poder, máxime, que está más que demostrado que mantener el fervor del pueblo con tan altos niveles de garantías, y conectado a elevados niveles de exageración en la comunidad de expectativa, así como esa masa sube lo gobernantes, cualquier distracción de esos parámetros podría ser generador de la pérdida del esquema del poder, y en consecuencia, ahora las condiciones objetivas ya no tienen que pasar por las subjetivas para una reacción de las masas. Aun no dispongan quienes las catapulten, sino de forma espontánea. Por eso, es más fácil obtener el poder que mantenerlo.