Durante el pasado mes de enero, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con sede en San José, Costa Rica, emitió una opinión consultiva, a petición del propio Gobierno de Costa Rica, mediante la cual estableció que las parejas LGTBIQ tienen el derecho de contraer matrimonio y formar familia.

El dictamen de la Corte se produjo en el fragor de la campaña electoral a la presidencia de Costa Rica, cuyas elecciones se celebran este domingo. Los activistas LGTBIQ quedaron boquiabiertos con las repercusiones de la acción del tribunal supranacional.

Fabricio Alvarado es un presentador de noticias y cantante de música cristiana de 43 años de edad. En el año 2014, incursionó en la política a través del minúsculo partido evangélico Restauración Nacional. En las elecciones parlamentarias de ese mismo año, obtuvo la única diputación de su partido en el Congreso costarricense. En octubre del año pasado, su partido lo postuló a la Presidencia del país. En las encuestas, su nivel de preferencias no pasaba de un 1%. Sin embargo, en un sondeo realizado por la empresa Opol Consultores para el periódico El Mundo, apareció a la cabeza de las preferencias electorales con un 23%, algo jamás visto en la historia de América Latina.

El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, sustentado en el apoyo masivo de la iglesia evangélica, no fue una sorpresa.

No hay que buscar muchas explicaciones al fenómeno Alvarado. De acuerdo al más reciente estudio de Latino Barómetro, los evangélicos suman el 25% de la población de Costa Rica. No es sorpresivo entonces que el único candidato evangélico en la contienda marque un 23% en las preferencias, tomando en cuenta que la decisión de la CIDH de conminar a Costa Rica a legalizar las uniones LGTBIQ produjo un despertar de dicho sector religioso a la realidad social y política de su país.

Alvarado se ha presentado como la respuesta nacional a la intromisión de la CIDH en la soberanía costarricense. El candidato ha prometido que, de ganar, retirará a Costa Rica de la CIDH y expulsará a la Corte de Costa Rica. Esta afirmación le ha generado apoyo de sectores católicos y conservadores.

Para politólogos costarricenses, como Gustavo Araya, la opinión de la CIDH transformó el debate político. El electorado conservador y religioso no sólo está preocupado por los matrimonios LGTBIQ, sino por la introducción de un modelo de educación sexual sustentado en la ideología de género. Alvarado ha prometido que un gobierno suyo no impondrá esas ideas en el sistema educativo.

Araya analizó el fenómeno Alvarado de la siguiente forma: la decisión de la Corte enterró los temas tradicionales de campaña electoral; el debate político está enfocado en los matrimonios LGTBIQ y la ideología de género; si el foco del debate no cambia en los próximos días, podríamos ver a Fabricio Alvarado compitiendo en la segunda vuelta electoral.

Gane o pierda Alvarado las elecciones, su vertiginoso ascenso en los sondeos es ya una victoria. Los grupos LGTBIQ deben entender que su activismo agresivo, el cual consiste en procurar apoyo estatal para imponerle a la sociedad sus preferencias y su estilo de vida, con la consecuencia de castigar con penas de cárcel, multas e indemnizaciones a sus opositores (en Canadá y Estados Unidos ya son múltiples las condenas contra ministros de culto y cristianos dueños de negocios), está produciendo un efecto bumerán en su agenda: han despertado un gigante dormido con fuerza electoral, que no acostumbraba participar en los procesos.

El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, sustentado en el apoyo masivo de la iglesia evangélica, no fue una sorpresa. En buena conciencia, los estadounidenses decidieron rechazar a la candidata que declaró en campaña: “Apoyo el aborto hasta los nueve meses de embarazo”. Ya Argentina había dado el primer golpe, eligiendo a Mauricio Macri y expulsando del poder a un kirchnerismo promotor de la ideología de género.

Chile siguió el ejemplo, nucleando en la primera vuelta el voto evangélico a favor del diputado José Antonio Kast para, de manera masiva, apoyar en la segunda vuelta a Sebastián Piñera, en rechazo a las políticas de género de Michelle Bachelet.

Una ola se levanta en América Latina y no es de sorprender que Costa Rica sea el próximo país en ser impactado por la misma. Los pueblos van a reaccionar en defensa de sus creencias, sus valores, sus tradiciones y sus costumbres, en rechazo a un globalismo que pretende imponer una ideología perniciosa, que no hace más que distorsionar las mentes y corazones de las futuras generaciones.