Muchas pueden ser las razones que expliquen, por cuáles motivos los hombres dominicanos acuden al crimen de su pareja o expareja luego de altercados o separaciones como causas motivante. Lo cierto es que el número crece, el tema es reiterado y la sociedad, aunque lo rechaza,  le preocupa la frecuencia con que se produce, y de seguir su camino, el asombro perderá la batalla.

Enfoques pueden ser muchos y desde distintas disciplinas y abordajes teóricos, no obstante, es necesario reflexionar la reiteración de estos hechos que llama la atención por su incremento, frecuencia y violencia con que se producen. Podríamos decir que se trata de una forma de la violencia social que arropa a la sociedad dominicana y encuentra en este nido, factores para exacerbarse. Ente el 2005 al 2017 oscilaron los feminicidios entre 67 (2015) a 113 (2010), según fuente de la Procuraduría General de la República.

Otras sociedades, igualmente violentas como la nuestra, no derivan tan pendularmente su la violencia hacia el crimen de la mujer como víctima de esta escalada de descomposición que sufre nuestro tejido social y que marca un estrecho margen con estadios de violencia registrados en otras partes del mundo, por otras razones como las étnicas, en las cuales no hay argumento alguno para que se produzcan, aunque estas se justifican sobre diferencias culturales y fenotípicas; como por igual son infundadas las represalias que acompañan determinada violencia a los individuos en sociedades árabes, amparadas en el Corán como código de justicia y moral religioso que guía la conducta de sus ciudadanos. Intolerantes son por igual los actos xenofóbicos e injustificables son también los feminicidios.

La educación como sistema constructor de valores, ha de jugar un papel de primer orden en el cambio de esta peligrosa tendencia del morbo masculino, a la que hay que agregar para hacerlo más dramático, el suicidio de los hombres una vez cometido el hecho criminal

Razones de violencia social generalizada que encuentra en el seno familiar caldo de cultivo puede entenderse como parte de las causas, como el machismo cada vez más cuestionado, también la incluimos como razón posible, aunque sociedades machistas como las nuestras, no afectan directamente la muerte de las mujeres de parte de sus compañeros o ex compañeros con hazaña, no podemos omitir entre estas razones, el posicionamiento alcanzado por las mujeres en la sociedad, tanto en el mundo laboral como el profesional, desplazando hoy por mucho, a los hombres en la matrícula de las universidades del país.

Posiblemente este sea un factor de gran importancia en una especie de caída de la autoestima masculina que se creyó poseedora de los bienes económicos y dueño y señor del hogar, los hijos y sus esposas o compañeras.

Esta vez, la inserción femenina en la vida política, en la vida social, en la inclinación de los votos, de las llamada cuotas de poder por género, indudablemente que impacta a una sociedad con una mentalidad rural bien entrado el siglo XX marcada por el hombre, donde la mujer no podía opinar sobre temas diversos si el hombre de la casa no estaba presente. La mujer no controlaba el dinero del hogar, que no fuera a partir de lo que el hombre le daba para la semana o el día, y mucho menos saber cuánto ganaba salarialmente su esposo.

Los hombres por mucho tiempo administraron su tiempo con libertad, la mujer debía solicitar permiso. Esta mentalidad primó por años y tal vez al romper el marco social, cambiar los referentes y protagonizar la mujer un liderazgo no solo social, sino económico y político, entonces el trauma fue grande para el hombre dominicano acostumbrado a otro ritmo en su relación marital.

Este transito podría ser una de las razones de orden económico y socio-cultural, que impactó en las estructuras mentales masculinas de forma emergente, rápida y sin digerirlo, causando trastornos emocionales, de liderazgo y protagonismo local y familiar, para lo cual no estaba preparado.

Esta dinámica de cambio posiblemente se relaciona al proceso de transformación causado en la economía dominicana luego del cambio de modelo de economía tradicional, perteneciente precisamente al mundo rural, a una economía de servicios basado en las zonas francas, turismo y las remesas y por tanto, las emigraciones, donde la mujer tuvo y ha tenido un gran papel de principalía numérica, en el turismo en cuyo modelo la dependencia laboral de la mano de obra, como en las zonas francas, descansa mucho en la mujer, produciendo esto, una inclusión de la mujer en la vida pública y sobre todo, en la dimensión económica. Quizás esto podría relacionarse con un cotejo de cuándo se disparó el feminicidio en la República Dominicana a ver si guarda alguna relación con el cambio del modelo económico en 1979, que es mi hipótesis.

Lo cierto es que si bien las razones son múltiples, es obvio que no domina una única justificación de este hecho abominable. La educación como sistema constructor de valores, ha de jugar un papel de primer orden en el cambio de esta peligrosa tendencia del morbo masculino, a la que hay que agregar para hacerlo más dramático, el suicidio de los hombres una vez cometido el hecho criminal.

Por tanto, es complejo el tema y compleja la solución, si bien es importante la judicialización y la aplicación de una justicia fuerte y persecutora, lo es también, como dice la sociología, un mal social a considerar como preocupante y comenzar a bordarlo como tal: qué produce qué o la causa y efecto de un hecho, como diría el principio aristotélico.