Lo he dicho varias veces, he repetido incansablemente que Danilo se va a presentar para una nueva elección para el año 2020, como dice la frase bíblica, “El que tenga ojos para ver que vea, el que tenga oídos para oír que oiga”, no le importa ni a él ni a ninguno de los políticos  empresarios que cada día, cada segundo, y cada instante se hacen más poderosos y ricos, el país, o las consecuencias de esta nefasta decisión.

El golpe a la institucionalidad y la pérdida total y absoluta de la credibilidad que debemos tener quienes dirigimos aunque sea un paletera, no importa. No es poca la cara dura que hay que tener para, siendo hombre, afirmar en más de una ocasión que no se postularía para una nueva elección y luego tirar su palabra por el suelo, como si fuera un vaso desechable y presentarse sobre la cresta de la ola que dio lugar al fusilamiento moral de Leonel y sus acólitos, en una comparsa siniestra de acusaciones y contra acusaciones que aun rondan como buitres las cabezas de quienes obviamente manejaron la cosa pública como les dio la real gana.

Con inmenso dolor veo como tan rápidamente olvidamos el costo de las reelecciones, que cada instante lo pagamos con cara compungida y triste y con un qué vamos a hacer? de estólida resignación. Recuerdo en las pasadas elecciones como cada segundo, cada minuto, y cada instante sonaba en la radio, en el correo electrónico, en el celular y en la televisión un anuncio de Danilo o del gobierno, hasta el más vulgar de los hartazgos, sin que la Junta Central Electoral del inefable Roberto dijera nada, y sin que nadie en la sociedad con suficiente peso estableciera que menos de ahí era ya demasiado.

Para que un país como el nuestro admita una sola reelección deben establecerse parámetros reales de controles al gasto estatal, al uso de los recursos que deben ser y son del pueblo, no concurrir estupefactos a kilómetros de jeepetas nuevas atrás del gran, nuevo e insustituible líder, con tapones interminables al concluir estas caravanas de vergüenza y pasmo. Una reelección no es buena ni mala en sí misma, lo realmente perverso y malo es utilizar la miseria como punta de lanza para obtener a través de chequecitos y prebendas, votos y voluntades. Este mercantilismo trujillista del cual los políticos dominicanos han sido tan fieles y sumisos, que cada día con mayor poder económico y obviamente de compras de sumisiones, tienen mayor capacidad de envilecimiento. Antes era con la fuerza de la delación y el chantaje, hoy con la compra y la anulación del carácter.

Lo he dicho también previamente, siendo calcador de quien lo dijo con letras indelebles, regalándolo a la humanidad, siendo conocido como el Dictum de Acton” El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Ya se sienten los estertores de este nuevo Faraón caribeño, quien de espaldas a sus propias declaraciones y dictados, incluyendo Decretos, perdona  y da salvoconductos a quienes violentan la ley, y no presentan su declaración Jurada de bienes. Quita y otorga, amenaza y concede, baja al pueblo y sin preguntar a nadie da préstamos de un dinero que no es suyo, otorga canonjías sin ningún plan preestablecido o una planificación mínima, como si de dinero suyo se tratara.

La ley de Partidos no se promulgará en un sentido realmente valido para lo que pretende evitar. Las auditorias de la Cámara de cuentas no revelaran tipos penales de aquellos quienes sean leales al proyecto, el Ministerio Público no perseguirá a nadie de la OISOE, ni de los Tucanos, siempre y cuando convenga como dice la canción Las 40, y en definitiva, estaremos estos dos años 2017, y 2018 en vilo, en ascuas y pendientes a la decisión, que desde hace tiempo ha sido tomada.

Cosas veredes.