El fanatismo bipartidista es lo que predomina en el sistema político dominicano. Un fanatismo sin comparación que no permite fortalecer la institucionalidad, ni la democracia.

Los partidos políticos tradicionales se descalifican uno al otro y no presentan propuestas concretas para solucionar los grandes problemas del país. Producto de ese fanatismo se han producido muertes lamentables que quedan impunes.

Se entiende por fanatismo “la pasión exacerbada e irracional hacia algo, sin que el fanático o el grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio”.

La palabra fanático proviene del sustantivo fanum o phanum que significa templo, en consecuencia, fanático significa “perteneciente al templo” o "persona asidua al templo"; y hubo un tiempo en que llegó a significar “protector del templo”.

Todos los extremos son malos. Lo más racional y prudente en política es actuar en base a estudios e informes para cambiar realidades o percepciones. Es necesario abordar los temas nacionales con cierto grado de objetividad y criticidad. Pensar antes de actuar.

La ignorancia genera fanatismo porque mientras menos se sabe de algo, con mucho menos seguridad se actúa. Aristóteles expreso alguna vez que “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”.

El fanatismo, tanto religioso como político ha sido causante de grandes guerras mundiales. Aceptar dogmas religiosos o líneas políticas partidistas como absolutamente ciertas e indiscutibles, es cerrar la mente y rechazar el pensamiento critico.

“Soy del partido x desde chiquitito, lo llevo en la sangre” dijo un ciudadano, mostrando con orgullo que pertenece a un partido por tradición familiar, no por conciencia ideológica ni por realizaciones del mismo a favor de la ciudadanía.

Las religiones y los partidos políticos exigen a sus miembros un respeto ciego a sus directrices y dogmas. Con ello se promueve el fanatismo. Cambiar esa cultura es un reto grande que tenemos como país o sino seguiremos actuando de manera irracional.