La pista electoral se está calentando con el creciente proselitismo de los principales precandidatos a la presidencia. A medida que nos acercamos a la fecha de las primarias –6 de octubre– las estrategias post primarias deben ir definiéndose. Un componente crucial de las mismas será aquel que incorpore elementos extrapartido. Con o sin el espectro de una posible segunda vuelta, estos elementos podrían ser decisivos, aun en el caso del partido de gobierno. Conviene pues avizorar cómo se alinearían estos elementos en el tinglado de las principales fuerzas políticas.

Los extrapartido incluyen los partidos minoritarios, los organizados como movimientos independientes de la sociedad civil y los que se perfilan como adláteres de partidos y/o candidatos (los llamados “sector externo”). En el pasado los mas trascendentes han sido los dos primeros, ya que nunca se ha sabido cómo el ultimo ha influido en las votaciones. Pero en ocasión de las próximas elecciones es de presumirse que estas contribuciones habrán cambiado. Si pudiera organizarse en una sola entidad, la Marcha Verde habrá desplazado a cada uno de esos elementos. No puede predecirse cómo incidirá la clase media, su principal protagonista. Pero esa es una masa amorfa que puede consustanciarse con y hasta determinar el rol del factor extrapartido.

Por “el peligro de perder lo que tienen, o de caer preso” es dable asumir que el partido de gobierno no se dividirá. Si algún mérito especial ha demostrado ese partido es el de mantener la unidad, aun cuando la misma pueda calificarse como “hipocresía electoral”. (En la última Gallup, el 72% de los simpatizantes peledeistas reportaron creer que el partido ira unido a las próximas elecciones.) Tampoco habrá modificación constitucional por el amplio rechazo que eso ha concitado. (Según la última Gallup, el 68.3% la desaprueba frente al 29.4% que aprobaría.) El choque de trenes entre sus dos principales líderes determinará que la opción obligada sea la de escoger a su más valioso activo electoral para la candidatura presidencial, quien según las encuestas es la actual vicepresidente de la república.

Dado “el peligro” citado es lógico suponer que los bandos peledeístas enterrarán las malquerencias y harán el máximo esfuerzo para salir gananciosos de la contienda electoral. La sociedad castigaría con airado reproche cualquier intento de replicar el desmadre presupuestario del 2012 –de un déficit de RD$150,000 millones– con el fin de aupar a su candidato. (En los primeros cuatro meses del 2016 el déficit fue de RD$34,000 millones.) Pero es harto conocido que los oficialistas cuentan con sobrados recursos privados para comprar lealtades y financiar su campaña, amen de que concitan el apoyo mecánico de todos los que reciben los subsidios sociales y gran parte de los empleados supernumerarios del Estado. De ahí que su candidatura presidencial tendrá formidables posibilidades de mantener a su partido en el poder. Los dos bandos deberán repartirse los puestos de la Administración Pública según las conveniencias.

En la actual coyuntura no se vislumbra que las alianzas partidarias puedan jugar un rol determinante.  Una alianza con el PRD o el PRSC siempre es posible, pero el caudal de votos que aportarían esos partidos no se perfila como decisivo. (Según la última Gallup los dos sumarían un 6.1%.) Los demás partidos minoritarios de la coalición gubernamental no añadirían ni siquiera un 2%. En vista de que el PRSC se ha posicionado en contra del oficialismo y que existen voces dentro del PRD que abogan por lo mismo, se puede asumir que estos extrapartidos aportaran menos de un 5% al candidato peledeísta. Puesto que un PLD unido y con muchos recursos puede montar una impresionante campaña por sí solo, las alianzas partidarias no lucen muy importantes en la actual coyuntura. Por supuesto, aquí se asume que la sociedad civil/Marcha Verde no se le aliaría.

Por lo mismo del fortísimo posicionamiento del partido de gobierno, la oposición tendrá que hilar fino para desarrollar una estrategia ganadora. Si bien el PRM ha venido creciendo y disfruta de un sólido segundo lugar en las preferencias partidarias electorales (en la última Gallup 25.3% versus un 38.2% del PLD), la distancia entre estos partidos es muy grande (13 puntos porcentuales). Luis Abinader se perfila ya como su seguro candidato presidencial –preferido dentro de su propio partido por un 78%– y ha venido creciendo hasta el punto de que “baila pegao” con los otros dos grandes favoritos del PLD (Leonel y Danilo).  Pero su figura todavía no encandila al electorado y, frente al formidable posicionamiento del PLD, habría que concluir que acusa una gran debilidad.

De ahí se deriva que las alianzas electorales –el factor extrapartido– debe jugar un rol determinante en la oferta perremeista para poder desplazar del poder al partido gobernante. Los estridentes reclamos de unidad que muchas voces le hacen a las otras instancias de la oposición no prosperarán suficientemente, habida cuenta de la atomización existente (con 35 partidos y movimientos oficializados por la JCE). Esto así porque a 10 meses de las presidenciales ya esas instancias debieron dar señales y hasta ahora solo han consolidado su aislamiento. El prospecto del PRSC, con menos de un 2% de favorabilidad, no parece muy importante. Y si el pasado es una guía para el futuro se puede asumir que no habrá una fuerte coalición partidaria opositora. Aun si la mayoría de los partidos minoritarios se conjuntaran, el descrédito de los partidos no augura nada bueno.

En consecuencia, para el lego político que esto escribe la única manera del candidato Abinader ganar las elecciones es si logra añadir un complemento en que el factor extrapartido juegue un rol crucial. La estrategia correspondiente tendría cuatro componentes principales: 1) un candidato vicepresidencial externo, 2) el nombramiento anticipado de un gabinete –con una tercera parte para la sociedad civil– y un novedoso programa de gobierno, 3) el diseño de una fuerte campana proselitista que se fundamente en las redes sociales, y 4) un idóneo y transparente mecanismo de captación de recursos. Este complemento debe fortalecer la candidatura presidencial y si se trabaja duro existiría la posibilidad de derrotar al PLD y su candidato.

La “estrategia del complemento” generaría ronchas dentro del PRM. Otorgar la candidatura vicepresidencial a un extrapartido sería lo más gravoso. Pero se deberá recordar que, a pesar de que el PRM ha venido mostrando un comportamiento encomiable, todavía prevalece en una gran parte del electorado la impresión de que sus militantes solo buscan beneficiarse de las mieles del poder. En vista de que, según las encuestas, los partidos figuran entre las instituciones que menos confianza le merecen al ciudadano común, reforzar la oferta electoral con una figura de fuera –que genere apoyo y entusiasmo– seria lo más sensato en la actual coyuntura electoral. Esa figura debe tener un perfil creíble para manejar bien la presidencia si fuere necesario, concitar el respeto del empresariado, ser conocido a nivel nacional y tener “olor a pueblo”.

Los demás componentes de la “estrategia del complemento” deberán definirse con la meta del reforzamiento de la candidatura presidencial como guía fundamental. Eso incluye una participación estelar del factor sociedad civil y una prioridad subordinada para las alianzas con los partidos y movimientos minoritarios. Si el PRM no admite esa necesidad se puede ir despidiendo que habrá PLD por mucho tiempo, aun cuando la última Gallup reporte que el 58.4% de los encuestados preferiría que, después de las elecciones, otro partido gobierne y que un 20.8% preferiría que el presidente fuera Abinader.