¿Saldrá Danilo Medina políticamente airoso de su gestión de gobierno? Significaría, entre otras cosas, que Medina y su equipo tendrían más o menos posibilidad de jugar un papel decisivo en lo que ha de pasar, al cabo de su período de gobierno, en su propio partido. En el caso contrario –fin de una gestión políticamente fracasada–, estaríamos ante un sector del PLD frenado en su capacidad de gravitar en las decisiones cruciales del partido. Aludo, se entenderá, a las elecciones del 2016.
Éxito o fracaso político, por supuesto, no se traduce como buena o mala gestión, mucho menos en el sentido de gobernar a favor de las mayorías, respetar y hacer respetar las leyes, y cosas por el estilo. Se puede “quedar bien”, incluso a los ojos de la gran población, ejerciendo un pésimo gobierno o un gobierno mediocre. Por ejemplo, nadie ha visto las importantes ejecutorias de un gobierno que ya va para un año –hasta hoy tenemos infinitamente más anuncios que realizaciones—y sin embargo la aceptación del presidente en la población es envidiable. Le ayuda, sin duda, el contraste con su antecesor y sus desafueros escandalosos…
Lo que pretendo decir es que a propósito del proceso político que culmina en mayo del 2016 el país podría estar ante una de estas dos propuestas del actual partido de gobierno: un PLD muy condicionado por la voluntad del sector que encabeza Danilo Medina (“autorizado” por su “exitosa” gestión de gobierno), o uno en el que se imponga sin mucho costo el sector de Leonel Fernández (ante una eventual desmoralización de un gobierno políticamente fracasado). Parto, desde luego, de la idea de un PLD, de todos modos, unificado: salvo casos aislados, en su inmensa mayoría los peledeístas no vacilarán en apoyar las candidaturas oficializadas.
No voy a especular sobre cuál de las posibilidades se percibe hoy más probable. (Tal vez al final resulte más bien una entremezcla en la que ninguna opción se imponga claramente). Lo que sí quiero sugerir es que ambas posibilidades plantean escenarios políticos diferentes que obligarían, por tanto, a los sectores de oposición a elaborar estrategias diferentes. No es difícil advertirlo: ¡imaginemos a un PLD que postula a un Leonel Fernández impuesto sin mayor resistencia como candidato indiscutible y que proyecta a su vez su imposición como presidente del país, con toda su carga de recursos, mañas, artimañas, fraudes, respaldo de las Cortes, y sobre todo con su ominosa amenaza de terminar de establecerse como gran jefe nacional!
Puede que Leonel Fernández sea el peor candidato presidencial que pueda levantar el PLD, o al menos el más difícil de costear; de lo que no cabe hoy discusión entre personas sensatas es que Leonel y su grupo son percibidos gran parte de la población como la peor amenaza que se cierne sobre el país. Y que parte importante de los sectores políticos y de la población dominicana en general –voto a voto, mayoritaria— hará de la tarea de cerrarle al paso a este grupo la más importante de las tareas.
Es posible que Leonel y su grupo no puedan finalmente salirse con las suyas en el proceso electoral del ´16, caso probable –muy probable—de alzarse con la candidatura. Sostengo, sin embargo, que son Danilo Medina y su equipo de gobierno quienes tienen posibilidades directas de echarles las castañas al fuego a aquel sector, al punto incluso de impedir la candidatura del ex gobernante.
No le estoy asignando, ni mucho menos, algo así como la condición de héroe político potencial a Danilo Medina. Hablo de una posibilidad objetiva, más vinculada a las propias necesidades pragmáticas del actual Presidente que a posibles animadversiones personales. Me refiero al hecho muy previsible de que no habría manera de evitar que en un eventual nuevo gobierno de Leonel Fernández el actual gobernante y sus allegados se cuenten entre los objetivos a castigar.
Un debilitamiento de las pretensiones de Leonel y su grupo desde las filas del propio PLD podría abrir más fácilmente paso a la realización de una tarea que de todos modos resulta inaplazable: la creación de una propuesta de poder alternativa, clara y distinta. Inaplazable e históricamente retrasada en el país, este propósito no debería estar sujeto a lo que pase o deje de pasar en el partido de gobierno ni en ningún otro. Ni remotamente sugiero que el marcado retraso dominicano en darnos una fuerza política que encarne una plataforma alternativa viable sea en lo esencial achacable a los vaivenes de nuestra barbarie gubernamental y política. Solo he querido traer a colación que no todos los escenarios ayudan por igual en la tarea.
Aún en el peor de los escenarios, sin embargo, urge lo alternativo, clara y distintamente distinguible en el mapa político nacional. El factor Danilo –ni el factor Leonel ni el de ningún otro— deberían pasar de ser más que circunstancias transitorias.
Del perfil y los criterios que debería asumir, a mi juicio, un proyecto alternativo en el país escribiré en una próxima entrega.