En  el recién  finalizado  año  he tenido  la oportunidad  de  alquilar  una  película alemana  del año 2008  titulada  Las olas (Die Welle). Dirigida   por  Dennis Gansel, el filme se basa en la novela  La tercera ola, de Morton Rhue (1981). Esta  novela  se  basa  en un experimento realizado por el profesor de secundaria Ron Jones, en el colegio Cubberley High School, de Palo Alto, California.

El experimento se efectuó durante la primera semana de abril del año 1967, con el propósito de lograr que el alumnado de Jones comprendiera cómo pudo gestarse la barbarie del Tercer Reich en una sociedad civilizada como Alemania.

Jones conformó un movimiento denominado ¨La tercera ola¨.  Estableció una serie de reglas disciplinarias y estimuló unos rituales, hábitos y tareas  -saludos, formas de vestir, tarjetas de membresía, control de las entradas al colegio, etc.-. El grupo se fue convirtiendo en un movimiento fuertemente integrado entre sus filas, pero al mismo tiempo, se hizo cada vez  más agresivo y excluyente  con  respecto a quienes no eran del movimiento.

Jones se dio cuenta que el proceso se le iba de las manos  y  convocó al grupo –cada vez  más  numeroso-  para anunciar que todo había  sido un  experimento sobre  el fascismo. Les mostró que  del  mismo  modo en que ellos habían  podido crear  las condiciones  para  la  creación de un entorno totalitario a pequeña escala, en una sociedad  próspera y civilizada también ello era posible.

La película desplaza el escenario de Estados Unidos a la Alemania de nuestros días, en  un colegio de jóvenes acomodados.  El experimento desemboca en una tragedia  y  en la destrucción  profesional del profesor, interpretado por el actor Jürgen Vogel.

El filme de Gansel no incurre en las explicaciones reduccionistas que tratan de simplificar el fenómeno del  totalitarismo  a una o dos variables convencionales  –la crisis económica, el ascenso al poder de un grupo de  psicópatas, etc.-.

Por  el contrario,  Gansel nos muestra  que  el totalitarismo es una realidad compleja y amenazante. Lo es, porque para gestarse puede nutrirse de la pasividad,  la tolerancia y el descreimiento de quienes piensan que la vida en libertad es un hecho consumado. Además, el totalitarismo se nutre, para su ascenso y consolidación, de factores diversos y latentes en todas las sociedades,  independientemente de sus diferencias culturales: Las crisis sociales, el nihilismo, la alienación,  la desintegración familiar,  la búsqueda de aceptación grupal, el sentimiento de copertenencia,  el nacionalismo, el fanatismo, etc.

En  nuestras  sociedades  latinoamericanas,  con  una  rica experiencia histórica de sistemas totalitarios, se suman  como  factores  determinantes: Las  crisis económicas  recurrentes, la debilidad  de las instituciones, la concentración económica  y  política del  poder, la compra de conciencias, el caudillismo, el oportunismo político, la búsqueda de ascenso social a toda costa,  la falta de educación  y  formación  traducida en  poco empoderamiento ciudadano,  la falta de criticidad  y  la delegación de derechos con  sus respectivos deberes.

Todo ello en un  proceso caracterizado por  la gradualidad.  En una ocasión, una sobreviviente del holocausto,  refiriéndose a  las restricciones sufridas  por los habitantes del  gueto durante la ocupación  nazi , señaló: ¨llegaban  poco  a  poco,  muy  lentamente. Si es  así  podemos tolerarlo. Siempre nos quedaba entereza y  veíamos  el  lado positivo¨.

Y con la misma lógica, nuestras  sociedades  se acostumbran  a  una gradualidad  que desemboca en  la anulación  de  nuestras  libertades.  Si se violan  los derechos  ciudadanos, se  asumen estas violaciones,  porque conservamos  otros; si un partido impone candidatos  corruptos,  se acepta, ¨porque el otro tiene peores¨.  Y en esta dinámica de conformismo también nos hacemos gradualmente, enemigos de la libertad.

Al margen de las naturales objeciones  éticas que podamos hacer a un experimento que implicó la manipulación de adolescentes,  una moraleja importante del experimento de Palo Alto, California y  de  la película  Las olas, es que el totalitarismo constituye  una posibilidad  social  siempre amenazante,  mientras  la  libertad es una cultura que debe  cuidarse y protegerse día a día.