Juan Arias es el corresponsal de El País en Brasil, pero creo conocerlo de toda una vida, ya que  es el mismo que escribiera en la revista Amigo del Hogar, de los Misioneros del Sagrado Corazón, y que era un experto en patrística y hasta llegó a superior de su congregación.

Sin embargo, se encuentra en Brasil y desde allá sigue la evolución de un fenómeno social interesante: primero, los espontáneos convocan por las redes sociales a protestar el aumento nimio de 20 céntimos de real  (la moneda brasileña) al transporte público, saliendo a las calles un millón de ciudadanos, sin parafernalia política pero con un mensaje fijo, ¡No a los políticos, no a la corrupción!; segundo, los sindicatos, queriendo capitalizar las calles, llamaron días después y convocaron a manifestaciones en unas cuantas ciudades, con sus banderas partidistas y sus demandas exageradas, ¡Semanas laborales de 30 horas! Y sin referencias a las demandas de los indignados brasileños.

El reportaje dice: “La frustrada huelga general de ayer promovida por los ocho mayores sindicatos con sus símbolos, banderas y reivindicaciones tradicionales y con miedo a criticar al Gobierno, contrastó con la de semanas atrás, multitudinaria, nueva, original, inesperada, promovida a través de las redes sociales, sin líderes ni banderas y abiertamente contra los políticos.

Fue como el choque – visible, incuestionable- de lo antiguo, lo tradicional, lo organizado, contra la novedad del movimiento desorganizado; de la estética tradicional de los movimientos de izquierdas que pisaban firmes sobre el asfalto de calles y plazas, con el retumbar de sus himnos y consignas y el ondear de sus banderas rojas, contra la levedad y el revolotear de las alas de la creatividad convertida en protesta lúdica.

Los sindicatos, desorientados por haber visto la calle – que desde siempre les pertenecía – ocupada por jóvenes hasta entonces desconocidos y por militancias desnudas de viejos simbolismos de izquierdas, pretendieron volver a ocuparla pisando fuerte, sin revoloteos de sueños y utopías imposibles.”

Desde mi punto de vista, es el enfrentamiento en la política y la pospolítica, es decir, entre las prácticas deformadas de la interacción de intereses en el marco de la democracia representativa de la vieja política y el enfrentamiento con las exigencias ciudadanas de atención a las necesidades comunitarias. En las palabras finales de Arias:

Porque es una contradicción que en medio del Brasil de la riqueza se encuentren hospitales sin medios ni recursos. Es un dilema tanto aquí como allá. “Es el choque entre la política y la pospolítica. Entre un ayer, aún necesario porque aún está cargado de problemas sin resolver, y un hoy aún incierto que empieza a descubrir el escalofrío de lo diferente”. El artículo de Arias se encuentra en el enlace siguiente:

http://internacional.elpais.com/internacional/2013/07/12/actualidad/1373638496_566873.html