De seguir el estado actual de las cosas en nuestro país, los efectos de la fuga de cerebros, como mal que afecta a países en vías de desarrollo, comenzarán a hacerse notorios para la República Dominicana en un futuro cercano. Para confirmar mis sospechas, me encuentro con estadísticas del Banco Mundial y otros organismos internacionales[i] las cuales presentan que entre el período 2004-2007, el país perdió un 13% del total de sus profesionales altamente calificados, lo que representaría un aproximado de 99,000 valiosos migrantes que, en principio, dejan de aportar sus conocimientos y capital social al desarrollo del país.

Siendo incapaces de retener un gran número de talentos formados en nuestras escuelas superiores o, como en el caso de muchos, en universidades del extranjero, con recursos públicos provenientes de becas gubernamentales, la cifra continuará al aumento, para convertirse en otro más de los tantos problemas que nos afectan como nación.

Esta es una predicción que me atrevo a hacer, tomando en cuenta la cantidad de amigos y contactos que en los últimos dos años me han manifestado de uno u otro modo, su intención de emigrar hacia destinos más benévolos, en los cuales poder desarrollar su máximo potencial, al tiempo que recibir la remuneración justa por su trabajo.

Algunos por simple curiosidad o como carta bajo la manga en caso de que la situación empeore y otros con firme determinación, me han cuestionado sobre cómo es la vida en el Canadá. Desde los tópicos más básicos (empleo; costo de la vida), hasta otros más intrincados, como la factibilidad de la compra de inmuebles de inversión por parte de un extranjero y su efecto en el estatus migratorio del inversionista, han hecho presencia en mi buzón de correo electrónico.

Lo interesante de esto es que en la totalidad de los casos han sido contemporáneos de la clase media, con estudios superiores de posgrado y con empleo fijo, los que me han manifestado interés por emigrar, particularmente aquí a Canadá y al menos dos de estas personas ya se encuentran residiendo en este país. Y digo interesante porque rompe con el prototipo tradicional de migrante de los años ochentas y noventas, pues esta no es una migración que cumpla con urgencias apremiantes (lo que no quiere decir que ya no exista este tipo de migrantes, pues estos siguen siendo mayoría), sino una migración motivada por la intención de mejorar un situación muy determinada.

Motivaciones que por su aparente frivolidad, pueden llevar a muchos a condenar el carácter de estos “cerebros fugados”. Pero antes de acusársenos de cobardes escapistas, indolentes de la patria, desertores de la batalla por una mejor República y responsabilizarnos de la pérdida de competitividad económica del país, deberíamos más bien preguntarnos cuáles son las causas que provocan la fuga de cerebros y cómo se puede reducir ésta al mínimo.

La migración altamente calificada, como fenómeno con consecuencias negativas a largo plazo para el desarrollo económico y social de los países emisores, debe servir como señal de alerta para que desde el Estado se creen y lleven a cabo políticas públicas efectivas, encaminadas a la salvaguarda del patrimonio intelectual, científico, artístico y profesional de la nación.

La buena nueva es que no todos los efectos de la fuga de cerebros son perjudiciales. Si se toma en cuenta que, para bien o para mal, la economía dominicana depende en gran medida de las remesas provenientes del extranjero, por vía de consecuencia se puede colegir la contribución económica que estos expatriados aportan al país. Pero aún más importante, son los posibles aportes a la educación, técnicos y científicos que podrían obtenerse de los emigrados altamente calificados, a través de la cooperación y el intercambio entre el capital humano local y el expatriado.

El aprovechar estas oportunidades de desarrollo, creando beneficios para el país a partir de un fenómeno en principio negativo, dependerá, una vez más, de las políticas gubernamentales orientadas a contrarrestar los efectos del “éxodo de los sabios”. Este es precisamente el enfoque que desde la experiencia Latinoamericana ha demostrado ser más efectivo, contrario a las políticas orientadas al retorno de talentos emigrados o a la retención de los mismos, pues quiérase o no, el mencionado fenómeno es una consecuencia directa de la globalización y el derecho a la libre circulación de las personas.


[i] ¿Fuga o Intercambio de talentos? Nuevas líneas de investigación. Revista Nueva Sociedad No. 233, mayo-junio de 2011, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>