“Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”. Víctor Hugo.

Durante siglos predominó en la mayoría de los países Europeos el absolutismo monárquico, la soberanía recaía en el fortalecimiento del poder real.  Este sistema tenía como fundamento la desigualdad civil, y el pueblo súbdito de las decisiones del monarca.

Concibe la monarquía que la autoridad del monarca provenía directamente de la voluntad de Dios, en cuyo nombre ejercía el poder, de ahí la expresión que se le endosa a Luis XIV, Rey de Francia, cuando dijo “El Estado soy yo”, queriendo significar  que todo el Estado y el poder absoluto residía en el monarca, quien al no estar sujeto a limitación institucional alguna, llegó a considerarse por encima de la Ley.

No queremos aseverar que en nuestro País se vive el absolutismo monárquico de la Francia de aquellos tiempos, pero no estamos muy lejos de vernos en ese espejo, donde los ciudadanos nos sentimos súbditos de las debilidades institucionales, las Leyes no se cumplen y la inobservancia en aplicarlas y velar por su cumplimiento es promovida por las autoridades.

Los “errores” y el transfuguismo de los partidos de oposición, el pacto de las corbatas azules, la complicidad de grupos económicos de la nación, el masoquismo y la aparente falta de “producción de testosterona” de los hombres dominicanos, ha contribuido a que en  nuestro País se instaure algo parecido al absolutismo monárquico, ideado y dirigido por Dr. Leonel Fernández Reyna.

Hemos permitido que desde el poder político, la voluntad de un hombre y su grupo se impusiera sobre el de la mayoría de todos sus iguales, por razones de complicidad, conveniencia y partidismo, abriendo una brecha a esa forma de controlar totalmente el Estado, sin importar las repercusiones políticas, económicas y sociales que nos afectan, producto de la corrupción, el clientelismo y las ansias desmedidas de poder.

Esta acumulación de poderes ha llevado a nuestro País a la instauración de lo que muchos llaman “Dictadura Constitucional”, poniendo en peligro la gobernabilidad, así como principios constitucionales elementales como el de igualdad ante la ley  y el Estado de Derecho.

La puesta en vigencia de una Constitución a su medida, el control de: el Congreso, las Altas Cortes, la Junta Central Electoral, la Cámara de Cuentas, así como la mayoría de los medios de comunicaciones, ha permitido que allegados y adversarios le hayan endilgado el sobrenombre del título de la obra cumbre de Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe”.

Pareciera que se han tomado el seudónimo muy en serio, pues creen son los únicos capaces de  conceptualizar en nuestro País, y dilapidar grandes recursos mediante préstamos internacionales en obras no prioritarias sin el consenso de las mayorías, aumentando la deuda externa a mas de 23 mil millones de dólares y crear un déficit fiscal superior a los 412 mil millones de pesos acumulados en los últimos cinco años.

El proceso electoral pasado es una muestra fehaciente de lo que nos espera, pues vimos el dispendio de los recursos del Estado, cuando aparentemente al “Príncipe” se le chipoteó en la ciudad de New York, enunciando que usaría más de 40 mil millones de pesos a favor de la fórmula presidencial y vicepresidencial de su partido.  Y así fue, quedo truncado el deseo que existía en la mayoría de los dominicanos dentro y fuera del país de que querían un cambio, esta pretensión  fue variada mediante  el uso abusivo de los recursos del Estado orquestando una millonaria campaña electoral, que ha originado el mayor déficit fiscal de la historia dominicana.

Preparémonos, pues la defensa que ha hecho el ex presidente Leonel Fernández en su alocución la noche del martes 13 de noviembre con la presencia de la mayoría de sus colaboradores y relacionados justificando el déficit fiscal acumulado en los últimos años, anuncia que los días del “Príncipe” no han terminado, por lo que el andamiaje en el 2016 en busca del cuarto periodo presidencial ya está montado, por tanto la Constitución así le fue preparada por razón de la firma de ese pacto cómplice eliminando de la misma el “nunca Jamás”.

Este regreso será  menos traumático si logran  la desintegración o división del PRD, como lo hicieron con el PRSC, y perpetuarse por largo tiempo en el poder.  En las manos de la sociedad dominicana y de los líderes de los partidos políticos de oposición que creen en la democracia reposa el compromiso para evitar la estocada final al Estado de Derecho, a los fondos públicos  y al bienestar que todos merecemos.