"después de todo ¿qué pasó con la confianza?

¿les echaremos por fin toda la culpa a los milicos?

(bastante tienen con la que ya tienen)

¿o tal vez los milicos descubrieron dónde estaba

nuestro mezquino taloncito de insolidario aquiles?"

Mario Benedetti

Lo que distingue a los sistemas económicos, según Werner Sombart es "su espíritu", es decir el conjunto de motivos predominantes en la actividad económica. En artículos anteriores hemos citado el planteamiento de Manuel A. Garretón en cuanto a que los cambios políticos estructurales afectan al “espíritu” del sistema político, es necesario acordar que los significados de estas afirmaciones sin duda ayudan a identificar en qué están los actores del drama.

Parece evidente, por ejemplo, que cuando se habla o se escribe acerca del sistema económico en la Republica Dominicana se destaca inmediatamente su carácter “neo liberal”, ya sea para condenarlo o para favorecerlo.   La realidad es que el sistema económico nacional de “neo liberal” tiene muy poco.  Para entenderlo ayuda mucho más Jesús de Galíndez que Milton Friedman y esto se puede apreciar con una simple enumeración de problemas como la magnitud de los subsidios, el gasto tributario, el transporte de carga y pasajeros, las cuotas para las importaciones de productos agrícolas, etc.  Uno no puede ignorar el hecho  de que las “visitas sorpresas” sean celebradas por dirigentes empresariales lo no debe quedar sólo como un incidente ‘coyuntural’, independientemente de la opinión que se tenga sobre ellas.

Nadie puede negar tampoco que no es propio de empresarios y economistas “neo liberales” pedir protección ante las consecuencias de los acuerdos de libre comercio, ni la obligatoriedad de los empleados públicos de cotizar en la “ARS” del Estado. Faltan desde el punto de vista del “neo liberalismo” consecuente algo más que tímidos reclamos sobre el ‘tamaño’ del Estado o la propiedad de las empresas eléctricas.

Habrá que reconocer que sobre el tamaño del Estado sectores importantes de la economía y la política lograron en el año 1997 favorecerse con el recordado proceso de “capitalización”, pero, ¿constituyó esa medida un paso a una economía de mercado? ¿O en realidad fue esa la forma de cerrar el inconcluso traspaso de las propiedades de Trujillo a particulares?

Quedan cosas, y muchas, para la polémica. Los problemas estructurales nunca serán resueltos si se busca no enfrentarlos y esta es una  dificultad que está muy presente en la política, donde la realidad deja en evidencia también las faltas.

Galíndez, en “Su era de Trujillo”, dejó hecha la advertencia: “El futuro del país pudiera ser caótico, por no existir fuerzas político-sociales ni instrumentos democráticos que faciliten una sucesión normal al desaparecer el tirano”.  Y desde el punto de vista del sistema político también es fácil enumerar síntomas que denuncian que las más de las veces los diagnósticos se basan en supuestos inexistentes. La inexistencia de separación de poderes es ¿expresión de una falla? o ¿es parte del “conjunto de motivos predominantes” del sistema?. Lo mismo vale para la corrupción y mucho más para el patrimonialismo, la “megalomanía, peculado, nepotismo, adulación y servilismo” que son, seguro, herencia innegable de tiempos peores.

Y no hablemos de elecciones, pues todavía no encuentro antecedente histórico que intente siquiera insinuar que el “padre de la democracia” se impusiera en alguno de los procesos en que participó como candidato sin hacer fraude.

El cambio de régimen parece todavía muy pendiente. La “justicia transicional” nunca se hizo y parecen pocos los interesados en que se haga. Al juicio de los asesinos de las Mirabal, habrá de agregar el de Narcisazo que terminó en tribunales internacionales al que asistieron agentes del Estado (democrático) a defender la tesis del suicidio así como una querella que descansa en la procuraduría contra los que resulten responsables del asesinato de Manolo Tavárez (Héroe Nacional) y sus compañeros.

Como se ve las páginas en blanco alcanzan para varios tomos de un gran libro negro.

Así las cosas, la política se hace superficial. Quienes apuestan al mantenimiento del orden se asocian en acuerdos increíbles si no fuera porque se explican en lo planteado más arriba. La mantención y administración del orden autoritario es la que da lugar a la “alianza lila” y, para colmo, sin una oposición que base sus propuestas en los grandes problemas estructurales económicos y políticos (“el conjunto de motivos predominantes”).

Surgen ideas -en realidad estrambóticas y nunca mejor nombradas- que hablan de una riesgosa posición de la oposición: el primero de los riesgos es  creer que se hace oposición apoyando a los candidatos del partido de gobierno en el Poder Legislativo. El segundo es el talismán del programa, que aunque lo escriban con letras góticas, no oculta la caligrafía de consultores y asesores del gobierno.