El concepto de espacio artístico intervenido, surge en el contexto de la postmodernidad, como hecho estético impulsado por cierta resistencia a espacios artísticos tradicionales. El artista escoge, para el desplazamiento de su obra, un espacio de producción, muestra o exhibición de la obra.  Indudablemente que la práctica del espacio asumido, adaptado o refuncionalizada, se hace visible en creaciones de arquitectos, urbanistas, escenógrafos y pintores del renacimiento y de toda la modernidad.

Así las cosas, una cueva, una callejuela, un restaurante, una escuela, un hotel o una esquina, son intervenidos para la producción y muestra de un valor, una construcción, una obra de arte o un producto estético.

La noción de espacio artístico intervenido se conoce, reconoce  y acontece allí, donde un lugar conocido como convencional, acepta o proporciona obras de arte alternativas, o productos experimentales, funcionales, donde la cultura y la sociedad se reflejan o se revelan mediante objetos y formas culturales. Estos objetos y formas muchas veces bizarros, se observan y se muestran como creaciones y producciones estéticas, históricas o utópicas.

Históricamente y dentro de una estética de la resistencia, el concepto de espacio artístico intervenido, implica una productividad y una visión semiótica de la artisticidad. En nuestro marco de apreciación como sujetos receptores surge la inquietud a propósito de la educación visual y los espacios artísticos intervenidos.

Una nueva visión del arte, aspira a trazar una forma no convencional, percibida como prueba de lenguajes que particularizan una experiencia estética y experimental. En este sentido, el arte de las instalaciones se reconoce como un arte crítico, que pone en crisis la teoría de los géneros artísticos, convirtiendo el lenguaje en un instrumento de negación y al mismo tiempo de comunicación visual, justificada en un principio de realización y percepción estética. La instalación tiene un recorrido creativo, cuya visión manifestativa ha logrado crear una revolución de las esferas visuales y desde la cual se utilizan los llamados medios tecnológicos y experimentales que producen específicas instrucciones y nuevos productos artísticos.

Como arte de medios y de soluciones experimentales o performativas, las instalaciones se convierten en mediaciones expresivas. En este sentido, tenemos: la video-instalación, la esculto-instalación, la foto-instalación, el arte ambiental, el arte objeto,  con variantes mixtas, tales como el video-juego, la performance post-moderno, el arte callejero y otras mediaciones artísticas. Como arte de finales de un milenio y de comienzos del tercer milenio, las instalaciones y demás mediaciones visuales, sugieren actitudes y aptitudes críticas, así como también modos de percibir lo visual a través de reconocimientos perceptivos y comunicativos.

Se trata pues, de modificar, fragmentar, instruir, significar, intervenir y reconstituir espacios alternativos en el contexto de una cultura de medios y signos orientada un tipo real de receptor. Nuevas materias, formas artísticas, nuevos laboratorios sensoriales y perceptivos presentan imágenes productoras de sentido. Desde el dadaísmo, el constructivismo, el objetivismo y el expresionismo abstracto, la instalación, los nuevos fragmentos de mundos artísticos y escenografías urbanas, así como “nuevas ruinas”, concursos y  lugares de la imaginación artística se pronuncian en la actualidad. Los usos técnicos y guías visuales, aseguran una nueva educación visual y una productividad orientada a comprender visualidades. Todo este proceso es indicador de un trabajo integrador de prácticas, y experiencias de lectura, tomando en cuenta la evolución formal del arte contemporáneo.

El concepto de forma, a propósito del arte contemporáneo, posibilita como creación y conocimiento estético una visión que incluye aperturas de forma- sentido en el arte actual, pero también territorios del pensar y el pensamiento.

Si se tiene en cuenta la disolución del concepto mismo de evolución, planteado por la post-vanguardia, el artista de los últimos años ha insistido en un acto fundador y utópico, donde la técnica y el lenguaje se convierten en principios de creación.

Esta vertiente de búsqueda y de tratamiento formal, confluye en un espacio de presencias estéticas, cuyo transcurrir en tiempo y espacio viene conformando una problemática crítica y transformadora de ciertos procedimientos que se creían estables, desde el punto de vista de las visiones estéticas y académicas.

En el caso del arte actual, el artista se ha convertido también en visionario, sujeto utópico, que utiliza la “massmediación” como sistema y recurso, pero además, como línea de trabajo que habrá de construirse como temporalidad y  espacialidad comunicadora.

Este rasgo de creación transformativa ha tenido su punto de partida en artistas que como Duchamp, Picasso, Mondrian, Malevich, Morandi, De Chirico, Boccioni y otros, se propusieron destruir los cánones estéticos normativos, para motivar la tradición de la ruptura asumida como quehacer que involucra la relación entre lenguaje, sujeto y utopía.

El concepto de evolución formal, se instituye a partir de lo que el artista ha aceptado y difundido como razón de ser de la obra, en su apertura de sentido. Esto ha dado lugar a una nueva historia del arte, basada en principios de movilidad y comprensión de otros principios anti-normativos, cuya capacidad de diferenciación y significación se puede advertir en la tensión vida-obra, arte-lenguaje, creación-realidad, impuestas por el movimiento mismo del arte contemporáneo.

La utilización de nuevos medios, recursos, lenguajes de producción y alternativas de comunicación estética, forma parte de la misma experiencia renovadora del artista y la obra, siendo así que el orden y el contraorden planteados en la obra misma del artista justificada por determinados componentes renovadores que acentúan, en proceso, nuevos contenidos y  nuevas narrativas que implican también nuevas poéticas  y fórmulas de comprensión del arte contemporáneo.03