El cibernavegante dominicano ha de entender que al empoderarse de las redes, es ante todo, pensar en el ciberativismo y hacktivismo político y no quedarse en slacktivismo. Dicha tríada de términos forman parte de esa nueva forma de hacer política en el Cibermundo, la ciberpolítica (Merejo, 2008).
En el ciberactivismo, el sujeto cibernético se reconoce como parte del ciberespacio y el Cibermundo; el hacktivismo es más puntual en términos de su estrategia política y sus acciones son muy específicas, porque el sujeto cibernético posee profundo conocimiento de la cibercultura, del hacking y de las profundidades del ciberespacio y sabe luchar por los derechos humanos y la justicia social en ese mundo cibernético.
El ciberactivismo conlleva una praxis cívica más general como es el tratar que por medio de etiquetas (hashtags) se haga viral cierta información, creando opinión pública y en el ámbito de la cibercultura y de la ciberliteratura se expandan a la velocidad de la luz ciberaforismos filosóficos y poéticos, como los de Eric Jarosinski, quien en el 2012 abrió en Twitter el perfil “@NeiQuartely”, y con el cual se ha dado a conocer en el ámbito literario (Nein. Un manifiesto, 2016) del Cibermundo.
Sin embargo, estos tipos de acciones virtuales que se combinan con acciones interactivas reales, no tienen que ver con el slakctivismo que es el activismo de sillón, el holgazán que lucha en el plano de lo virtual sin combinar con acciones en lo real. Vive reduciendo todo a un movimiento de la mano para presionar un botón (clic) y ser parte de un algoritmo contable como lo es Facebook con su Like o me gusta o como lo es Twitter con el símbolo del corazón.
La crítica slakctivismo, proviene de la cultura hacktivista y es la que retoma el pensador Zygmunt Bauman en el diálogo con el escritor Ezio Mauro (Babel, 2017) y al cual el filósofo José Mármol hace referencia en cuanto el “Peligro real del slacktivismo virtual, en su libro Posmodernidad, Identidad y Poder Digital. Las nuevas Estrategias de vida y sus angustias (2019, Pp.175-177). Más que un ciberactivismo el slakctivismo deja al sujeto estacionado en lo virtual sin articulación y estrategia intelectual, cultural y política en lo real y colindando con el clickativismo que se manifiesta en las redes sociales sobre la base de la cantidad de clic sobre una temática.
Aunque en algunos casos, tal como lo plantea Noelia García Estévez (2017) no se puede negar un tipo de slakctivismo solidario, en momentos de recaudación de fondos para fines humanitarios y de firmar peticiones y que se manifiestan solidaridad. En este caso sería un slakctivismo solidario y no solitario como fue el caso de 2014 en el que imágenes de figuras importantes del cine y el arte aparecían en las redes sociales, arrojándose cubos de agua helada con la finalidad de recaudar fondos para esclerosis amiotrófica lateral y cuando el atentado en París, 2015 mostrando solidad a través de diferentes manifestaciones virtuales.
Para Dahlgren (2012) el papel del ciberativismo y hacktivismo en redes cobra importancia: “Especialmente, cuando los jóvenes empiezan a interesarse por la política, el entorno de la red ocupa una posición primordial. Al mismo tiempo, se necesitan enlaces entre las experiencias en la red y fuera dela red; en algún momento, la participación política a través de la red necesita complementarse con otras formas de conexión con el mundo político. El entorno web tiene que ayudar a conectarlas con el mundo político más allá de la propia pantalla. (p.62).
Es de ahí que los sujetos cibernéticos que aman y quieren que la República Dominicana pase de una sociedad transida a una sociedad transida-transitorio deben seguir empoderándose de las redes sociales en el ámbito de la tecnología del aprendizaje, del conocimiento y la participación social (virtuoso), no perdiendo el tiempo, consumiendo su vida (viciosos) en la Tecnología de la Información y Comunicación (TIC), la cual tiene su función cuando se convierte en trasmisión de educación en valores, empoderamiento de una ética cívica(ciberactivismo y hacktivismo) contra la injusticia, la corrupción y la impunidad de las instituciones del sistema jurídico que son las instituciones supuestas a dar cátedras de cómo se ha de aplicar y comprender el derecho contra las injusticias sociales que permean con aire gris a nuestra sociedad transida.
Desde las redes sociales del ciberespacio se pueden capturar y reenviar imágenes, memes y reproducir videos en las que los dominicanos manifiestan su indignación y repudio sobre algunos acontecimientos que se producen en espacios reales. Cobra importancia construir rostros imaginarios sociales en las redes sociales dominicanas, que debatan los problemas ecológicos, del cambio climático, la importancia de la convivencia de vecindad, de los valores humanos, democráticos y de justicia social y de vez en cuando luchar por cambiar la agenda pública controlada por los lideres políticos del país.
Se han dado casos, de movimientos sociales de mujeres que se han ido empoderando de las redes sociales, sobre la base de una política de desconfianza en cuanto a los procedimientos políticos y jurídicos que emanan del Estado. Un ejemplo ilustrativo es el de la lucha de acción concreta contra el fiscal titular Pedro Núñez, del Ministerio Público de San Pedro de Macorís y la fiscal Margarita Hernández y contra Luisa Aurora, encargada de la Unidad de Violencia de Género, los cuales son investigados y suspendidos de sus funciones por la Procuraduría General de la República ante el doble asesinato cometido contra la vida de Anibel González Ureña.
Es doble asesinato, ya que se le despojó de su condición humana, de su derecho de justicia ante el agresor, su exposo Yasmil Oscar Fernández, que en diciembre 2017, le ocasionó heridas múltiples con armas blancas, frente a sus hijas y por lo que fue sentenciado a cinco años de prisión, pero que nunca cumplió, ya que logró salir de esta en un año y unos cuantos meses. Ante la falta de justicia por parte de la fiscalía, Anibel González, se sentía humillada, luego que esta se viera al borde de la muerte, el Ministerio Público siguió tratando su caso con indiferencia y vivió desde ese momento, la crónica de una muerte anunciada, que se materializó, cuando el 30 de agosto 2019, en el barrio Los Maestros de San Pedro fue acribillada a tiros delante de sus hijos por su exesposo.
La indignación en cadena por este asesinato se intensificó en las redes sociales cuando se hicieron virales los micromensajes que por WhatsApp escribiera, Anibel González a sus amigas con relación al temor que sentía ante palabras lacerantes y de amenaza de muerte (vía chat) que recibía de su exposo, ya este aun estando preso, tenía el privilegio de tener un teléfono móvil. Se sintió desamparara ante la ley, ante una cultura de pobreza y resignación, en la que se tiene a los sujetos políticos como dioses por sus maniobras corruptas y de salir airados ante determinados eventos como político de éxito.
Este tipo de acontecimiento no se quedó enredado en las redes y en lo virtual, ya que la protesta de Organizaciones feministas en las redes y en los espacios reales han sido con base en acciones concretas contra los representantes del Ministerios Público de dicha Provincia. Las acciones de coordinación en el ciberespacio se fueron al espacio físico social, con diferentes métodos de lucha como son el cuarto plantón frente a la Procuraduría General de la República (23/9/2019), los encendidos de velas, pancartas, hashtags, foros de debates y otros tipos de actividades en el plano de lo virtual, las cuales se sintieron en lo real, bajo el lema ¡Ni una Anibel más!
Cada día vivimos más enredados los dominicanos en redes de compadrazgo, clientelismo, de secuencia de actos putrefactos, corrompidos y de podredumbre profunda, que nos van hundiendo como nación. El poderoso don dinero compra jueces, fiscales y hombres sin atributos, los transforma en vestigios de putrílagos.
Vivimos en una sociedad donde la virtud como excelencia, de hacer las cosas bien y actuar debido en lo social, se tiene como la excepción y el vicio y la violencia como la regla. Y es que las virtudes, como bien precisa Victoria Camps, “se asientan en el sentimiento (…) y se materializan en hábitos, en costumbres, que se traducen en tendencia a actuar bien o mal. Cuando las buenas costumbres o la tendencia a hacer el bien no existen, los códigos de principios y la atención a las consecuencias son inútiles como orientadores de la conducta, porque falta la voluntad del sujeto de tenerlos en cuenta”. (2017, p.398).