Dice el ministro que hay que hacer otra política sobre empleo, cambiar el código y actuar sobre ello. Pero dice el mismo ministro que hay que hacerlo después de constatar el pacto eléctrico. La política se impone a la necesidad: los dominicanos detrás de los asuntos políticos. Este es el orden natural de las cosas en la gestión pública en los últimos treinta años.

El empleo es la clave para el futuro de nuestra nación. Es la forma en la que los dominicanos pueden aceptar el desafío de participar en el desarrollo nacional y la demostración de que quienes gobiernan se preocupan de verdad por el bienestar de la gente. Hoy en día no se da ninguna de las dos cosas: se impone el clientelismo de los que cobran del estado, la economía informal que es una actividad sin beneficio social, y el papel discriminatorio sobre la mujer, abandonada a las tareas domésticas fuera del circuito profesional y laboral. No hay cultura del trabajo, no hay estímulo público al empleo formal, no hay incorporación de la mujer, no hay compromiso nacional por el futuro.

Con este panorama cuesta confiar en que tras el pacto eléctrico se vayan a hacer las reformas necesarias para cambiar las cosas. Para algunos, así funcionan bien las cosas. Se esgrimen los datos macroeconómicos como demostración de una gestión de éxito, pero la realidad es otra. Basta salir a la calle, ir a los barrios, mirar y ver que los grandes números no se reflejan en las pequeñas cosas de cada día.

No hay correspondencia entre lo que dice Medina y lo que pasa en cada uno de los pueblos de la República. Y él debería saberlo, ya que dedica los fines de semana a sus visitas 'sorpresa' a las comunidades. Lo que pasa es que cuando va lo hace con una agenda cerrada, rodeado por los suyos y para hablarle a la gente a la que hace 'donaciones oficiales' – una miserable forma de comprar el apoyo popular – y no escucha: no dedica un solo minuto de su reloj a entablar una conversación que no esté preparada, de la que pueda aprender algo de verdad de la vida común del dominicano. No tiene oídos para la verdad terrible de nuestra nación por debajo de las estadísticas oficiales.

El empleo está subyugado por el peso de la economía informal, las trabas burocráticas a la gestión de las empresas, la falta de rendimiento de la actividad pública en sectores clave, el aprovechamiento de las oportunidades de innovación tecnológica, la capacitación de nuevos cuadros profesionales medios, técnicos y trabajadores cualificados, la escasez de vínculos entre la universidad y la empresa y el éxodo de muchos dominicanos al exilio económico – que tanto gusta al gobierno para recibir las remesas -.

Necesitamos cambiar la cultura: construir nuestra nación con todos los dominicanos y las dominicanas debe ser el eje de una política moderna. Una nación que crezca al ritmo de los países más avanzados en un contexto internacional de globalización. Debemos cambiar nuestra cultura, desarrollar un compromiso cívico nacional, unir a empresarios y trabajadores en un proyecto común por el futuro, junto a los jóvenes, desde la universidad.

El empleo, la cultura del trabajo, la cualificación y la profesionalidad son los pilares de una economía sana. Pero para eso hay que cambiar de políticos, porque estos de ahora solo piensan en ellos mismos.