Aparte de notorias mejorías en la capacidad oratoria del presidente, exhibidas en la altisonante rendición de cuentas de la semana pasada, solo me interesa comentar lo del elefante blanco que daba tumbos a diestra y siniestra durante el solemne acto. El resto, el análisis y desmonte del contenido, comenzaron a escribirlo ya brillantes analistas, economistas, periodistas, e intelectuales, basándose en hechos, números e impecables argumentos.
El mandatario mencionó “las vacas sagradas”, especie criolla tan abundante aquí como en la India (puntualizó Colombo en una de sus columnas). Sin embargo, se le olvidó nombrar a un animal imprescindible en toda esta zaga criminal de la que somos víctimas. Me refiero al “elefante blanco”, un mastodonte que persigue al presidente por doquier, y que insisten en negar dentro y fuera del gobierno ((FINJUS, empresarios, periodistas, y la justicia, también se resisten a nombrarlo).
Los sajones dicen “por ahí anda un elefante blanco”, cuando evaden problemas difíciles y comprometedores, cuestiones vergonzosas que no se quieren ventilar públicamente aunque sean de todos conocidas. Es la metáfora de la negación, parecida a aquella del rey desnudo en la fábula de Hans Christian Andersen: los cortesanos temían decirle al rey que estaba en pelotas, evitando ser castigados. Esa metáfora viene como anillo al dedo luego de las palabras presidenciales.
El prestigio y la credibilidad del presidente no dependen de sus grandes logros, de promesas justicieras, ni de la beatificación de Punta Catalina; depende de un paquidermo que ensombrece su existencia y tiene nombre: Joa Santana. Anda sobre cuatro preguntas que es imperativo contestar para poder acabar con su purgatorio y encaminarlo hacia la gloria eterna.
? Quién contrato a Joa Santana? ?Quien le pago? ?Dónde está el contrato ? Y el recibo?
Son preguntas fáciles de responder, sino hubiese “gato entre macuto” de por medio. La hemos puesto sobre el tapete con anterioridad, igual que otros, y el viento se las lleva, le sacan el cuerpo. No quieren entender que la redención de Danilo Medina depende de ellas. Dejando esa ecuación sin resolver, queda la credibilidad del gobernante en entre dicho.
Hasta algunos comensales del banquete de Punta Catalina tienen los escrúpulos de Maria Gargajo y les molesta el enorme cuadrúpedo que tiene detrás. Bajan la cabeza, pero cuando se van de palacio murmuran y critican al “elefante blanco” y su poderoso socio.
Es urgente darle cuatro patadas al enorme culo del mamífero trompudo y quitárselo de encima a Danilo. Si no lo hacen, seguirá siendo un sospechoso en la estafa Odebrecht. Tienen que dar un paso hacia delante y destapar el sobre con las respuestas.
Ahora bien, si esta cuestión es improcedente, si se nos aparecen bestias donde no las hay, entonces que expliquen por qué Joa Santana es irrelevante y no se debe hablar de él. Que nos den un “tapa boca” contundente y nos manden donde el psiquiatra. Mientras tanto, sin meterle el diente a esas preguntas, no valdrán discursos altisonantes, promesas, cifras, ni aumentos salariales, que puedan rescatar al presidente del lio en que se ha metido.