Se trata de un consejo que muchos reciben casi como si les estuvieran diciendo “¡conviértete!” o “consume ensaladas.” En definitiva, es lo que muchos sentimos al oír la exhortación a hacer ejercicios, que viene de una persona con una experiencia muy personal con esa actividad, o que es  un profesional de la medicina o de la nutrición.

Los cardiólogos, y muchos otros especialistas recomiendan el ejercicio. Por excelencia es considerado como el método más eficaz para conservar o alcanzar la mejor figura. La apelación al realce del atractivo físico—vía ejercicios—es un poderoso reclamo que hace que miles, cada año, se envuelvan en actividades deportivas o entren a gimnasios.

Por lo general, cuando se va a hacer ejercicios se piensa a futuro. Esta mentalidad a futuro, suponiendo que en tantos meses o años luciremos así o asá, que mejoraremos o adquiriremos más tonificación muscular es un benévolo engaño.

El ejercicio está indicado, en calidad de complemento a tratamientos con resultados reales, en casos de depresión, y diversos trastornos de conducta. Más que nada, vía el ejercicio son combatidos síntomas como la ansiedad, la depresión misma, la anhedonia, entre otros males conductuales. En estos casos el resultado de la actividad física no espera, ni tan siquiera una semana. Quienes desde la perspectiva de una dolencia mental lo han experimentado afirman que inmediatamente empiezan a sentir los efectos benéficos de dicha actividad, incluso el mismo día. Por eso, más atrás hablábamos de que pensar que el ejercicio nos beneficiará a futuro (en tantos o cuantos meses) es un benévolo engaño, y lo es porque el ejercicio: nos beneficia de inmediato. 

El cúmulo de trabajo, los problemas y dificultades familiares o personales, la lucha diaria, pérdidas emocionales o materiales pueden sumir a la persona más normal en un círculo depresivo, arrebatarle la motivación, o lanzarle al pozo de la ansiedad. Para todo eso, la ciencia psiquiátrica moderna ha determinado que junto a la terapia y la medicación, el paciente debe ejercitarse.

Los hombres y mujeres más poderosos del mundo, quienes cuentan con juntas médicas compuestas por eminencias atentas a su salud, son personas a quienes eventualmente podemos verles—a través de los medios—ejercitándose, corriendo, caminando, haciendo pesas. Es el resultado de la asesoría médica más avanzada concentrada en hombres y mujeres de grandes responsabilidades, bajo cuyos hombros descansa la administración de inmensas empresas y hasta de naciones completas.

Quien esto escribe ha vuelto a ejercitarse luego de 20 años de inactividad. Tal y como lo indica la experiencia de muchos, el beneficio de una simple rutina de ejercicios de 25 minutos se siente el mismo día. Hoy en día, vía los medios digitales, uno puede buscar y seleccionar una sesión de ejercicios justo a la medida de uno, y hacerla disciplinadamente en la sala de su casa.

Para las preocupaciones, ante el mucho trabajo, para las decepciones, para aquellos que han caído en un estado emocional negativo, la ciencia—nótese bien, la ciencia—recomienda actividad física. Si podemos incorporar este positivo hábito a nuestras vidas, no ya con aspiraciones de lucir modélicos, sino por el beneficio inmediato que comporta, tendremos la más sana vía de liberación de energías (positivas y negativas) que de integrarse a nuestras vidas, solo puede sumar bienestar inmediato.