Cuando un amigo se va…”

Esa vieja canción es una metáfora para cuando se pierde alguien muy querido.

Está bien sentir el duelo que esa pérdida produce, pues, este es un proceso que nos permite rebosar el alma, no con el dolor, como se cree, sino con el amor que nos vinculaba con esa persona.

Pero el duelo no es sólo causado por la muerte de un ser querido.

Puede ser causado también cuando un amor se pierde, cuando los hijos parten, cuando se pierde un trabajo, cuan­do se quiebra una amistad… o por los cambios abruptos de la vida.

El duelo se siente; es una experiencia de vida, no es una racionalización; por lo tanto, es un proceso sobre el cual uno no tiene mucho control.

Al duelo hay que reconocerlo, vivirlo, dejarlo fluir, sin perder la esperanza de la vida. Con el tiempo se aliviana la carga emocional, pero en muchos casos dura toda una vida.

El duelo es una experiencia personal que se siente muy adentro del ser, en soledad y tristeza, que algunas veces se somatiza, y aunque sean varios a la vez los impactados por la muerte de alguien, por ejemplo de una madre, cada individuo va a vivir su propia experiencia.

Está bien sentir el duelo, dejarlo que fluya y, a la vez, luchar por sobrevivirlo, pues, para esto no necesariamente hay que reprimirlo; por eso, se aconseja compartir la expe­riencia, hablarla, exteriorizarla, para romper con ella.

Es sabido que cuando uno está en medio del duelo es difícil encontrar salida.

También, aunque uno tenga un alto grado de empatía, jamás puede sentir ese dolor como lo siente el que lo vive.

Dando apoyo, uno debe dejar que el otro viva su duelo, estando uno ahí para asirlo de la mano y caminar hacia donde el otro quiera ir, no empujándolo. Es como echarle agua a la planta, que florecerá a su propio tiempo. Y como esta, el duelo saldrá a su tiempo.

Cuando el duelo se incorpora a la vida, deja de tener el control total de nuestro ser, y se vive como una experiencia que es parte de nuestro discurrir. Está ahí, pero no domina la vida. La pena no va, pero lo importante es reducir su control sobre la conducta y el ánimo en general.

Hay que tener cuidado de que el vacío que deje la causa del duelo no sea llenado con comportamientos y actitudes negativas: drogas, alcohol, desprecio, angustia, negación, autoflagelación, rabia, odio, sarcasmo, fanatismo religioso, es decir, aumentar el vacío.

El vacío que nos deja un ser querido cuando se va, debe ser llenado por el amor que esa persona tenía hacia nosotros.