Diseñar es un acto creativo hermoso. El hecho de poder crear algo nuevo o incluso adaptar algo existente, es realmente gratificante. Todo diseñador, todo proyectista, vive por y para el diseño; existen pocas cosas en el mundo que sean más placenteras que el proceso creativo.
No importan mucho las jornadas intensivas o las noches en vela, tampoco las horas extra, todo vale la pena si al final el resultado es una obra que satisface nuestras aspiraciones y las del promotor del encargo. Da igual si se diseña un artefacto electrónico o una campaña publicitaria, la satisfacción por el objetivo conseguido llena de regocijo a su creador.
En la arquitectura, como en otras disciplinas donde la estética y la técnica se funden en una sola propuesta – también en otras donde no se funden – existen condicionantes de diseño. Las condicionantes de diseño, que a veces tanto nos incordian, son nuestras mejores aliadas. Un proyecto sin “limites” es algo que no es muy común, y cuando esto ocurre se parece mucho a una fruta sin sabor. Estos límites que se plantean como condicionantes de diseño, pueden ser desde técnicas, económicas, sociales, hasta medioambientales o ecológicas.
Una casa a la orilla de la playa plantea un desafío bonito a la par que interesante. Nos llevaría a pensar en cómo proporcionar un ambiente bien iluminado, con vistas varias y buena integración exterior e interior, pero también nos obligaría a proyectar un tipo de cimentación acorde con estudios geotécnicos, que toman en cuenta la naturaleza de la arena de la playa. Por otro lado, tendríamos que evitar el uso de carpintería en hierro por los efectos del salitre sobre la misma o tomar en cuenta muy en serio el tipo de madera – que es una muy buena opción como material – que utilizaríamos si fuera el caso.
En el caso de esta misma casa de playa, debemos tomar en cuenta su comportamiento en condiciones de verano y en condiciones de invierno. También como condicionante de diseño, deberíamos considerar si este verano es en el Caribe o si el invierno es en la Patagonia. Cada uno de estos límites nos permite ir acotando el asunto, hasta dar con la solución adecuada. El hecho de que la casa sea de uso privado o para alquilar, también determinaría varias cosas al momento de tomar las decisiones de diseño. Conjugar estos factores citados, con otros, como los socio-económicos, nos marcan un camino que nuestro cerebro agradece para dar con la propuesta final.
Un producto, ya sea una casa en la playa, una colección de modas o un nuevo exprimidor de naranjas, nos exige una disciplina y una planificación tomando en cuenta estos factores condicionantes.
Si definiéramos el verbo diseñar, podríamos decir que es el proceso creativo para producir algo nuevo o adaptar algo existente. Ese algo puede ser desde un servicio o un objeto, hasta un entorno, como en el caso del urbanismo. Para completar esta definición, también podríamos decir, que la planificación es algo inherente al diseño, consustancial de alguna manera o por lo menos un proceso interactivo. Diseñar/planificar es hacerse una presuposición, basándose en conocimientos adquiridos, en técnicas y métodos de trabajo de alguna manera contrastados. Algunos poetas hasta dirían que diseñar es un acto de especulación intelectual.
Sea cual fuere la definición más acertadas de las anteriores, estamos convencidos de que el diseño y la planificación van de la mano y que uno es parte del otro.
Lo curioso es que a veces, vemos casos en los que parecería que no tienen nada que ver una cosa con la otra. Nos topamos con situaciones en donde el diseño y la planificación no se han visto ni de lejos. La pregunta sería ¿Por qué? Nos aventuramos a responder que por una de dos razones o incluso las dos a la vez: intrusismo profesional o irresponsabilidad profesional. La primera es muy grave, dado que por propia definición intervienen elementos externos, quedando el diseñador al margen; la segunda es quizás más grave, porque la culpa es de quien se le supone un grado de compromiso que al final no asume.
Dicen que cuando hacemos lo que nos gusta y a la vez podemos vivir de ello, somos afortunados. Creemos que a modo de compensación, por tener tanta suerte, los que diseñamos tenemos el compromiso moral de satisfacer con creces la demanda de diseño, a la luz de las condicionantes que se nos presenten: ética profesional compañeros.