Para el autor de la Posmodernidad, identidad y poder digital, del cibermundo y sus relaciones de poder virtual no brotan solo rosas sino, también espinas, por lo que no ha de buscarse en ese mundo cibernético un paraíso sin serpiente. Desde la sombra pasamos a la obra entretejida de preocupaciones fundamentales como son los círculos viciosos y no virtuosos que genera la posmodernidad. En ese aspecto, su crítica a la vida líquida se inscribe en la misma línea de Bauman y del pensamiento filosófico cibernético innovador, que sitúa en su justa dimensión los discurso sobre las ciberadicciones, los enredos del ciberamor, el pansexualismo, el porno y el mundo del espectáculo, el culto a la moda, a la frivolidad, a la vida individualista desechable en el imperio de lo efímero, como diría el filósofo Lipovetsky, así como el triunfo de la emoción sobre la razón, que deviene en hecho alternativo (posverdad) y a la fatiga por la información como resultado de la infoxicación.
Sin pretender exigirle al autor de la obra un pensamiento sistémico en torno al cibermundo, creo conveniente decirle que ha de seguir profundizando en los conceptos filosóficos categoriales cibernéticos complejos, como lo son el sujeto-poder cibernético y sus diversas variantes (hackers, ciberactivista, hacktivista, ciberespacio, cibermundo), para que no se coloque en lo coyuntural de lo digital, como conjunto de herramientas tecnológicas que reducen todo a internet, homo digital, slacktivismo.
Buscar entre las sombras de esta obra de Mármol es colocarse en el plano de la ciberliteratura, el ciberaforismo literario, filosófico y artístico para colocarnos en el “haikú” en otra lengua, en el poema japonés” de Eric Jarosinski y su obra Nein. Un manifiesto (2016), escrita desde el cibermundo.
Como sujeto cibernético, amante de la ciberliteratura, Jarosinski hace fluir unos ciberaforismo de 140 caracteres en Twitter, en las trémulas filosóficas virtuales con desgarradura existencial.
Los ciberaforimos de Jarosinski abren una zanja profunda, producen rajadura en la relación cuerpo-lenguaje como discurso de vida envuelta en filosofía y poesía en el cibermundo. De su tui- aforismo filosófico titulado #Error del sistema, nos dice lo siguiente:
Mi dios: muerto.
Mi documento guardado.
Mi prosa gastada
Mi pantalla actualizada.
Quiero decir que Mármol no anda muy lejos de esa ciberliteratura, de esa ciberprosa, con la diferencia de que no tiene las redes como escritorio virtual y que no se mueve en el ciberaforismo, sino en reflexiones ciberfilosóficas escritas en dispositivos de información digital, en una columna semanal titulada “Carpe diem”, en el periódico El Día.
A vuelo de pájaro, voy a situar uno de los escritos ciberlitarios que se encuentran en la obra que hoy ponemos a circular y el cual se titula “E-Pocalipsis o Apocalipsis digital”, donde el autor narra su despertar repentino a las cuatro de la madrugada, dándose cuenta de que desapareció el mundo de la virtualidad y sus rizomas de vínculos con dispositivos reales.
En ese momento, dada su condición de individuo sujetado al cibermundo, se ha dado cuenta de que este mundo se ha vuelto identitario y no de identidades fluidas, liquidas, al decir de Bauman, un referente intelectual al que el escritor alude en toda la obra, además de conocerlo a profundidad, ya que elaboró una tesis doctoral sobre el pensamiento de este sociólogo, la cual le valió la máxima puntuación por parte de la Universidad del País Vasco (2018).
Pero, dejemos de estar despiertos y volvamos a la pesadilla de “E-Pocalipsis digital” que tuvo Mármol cuando se dio cuenta de la desconexión total del cibermundo, que sintetizamos con sus propias palabras:
Me despierto a las cuatro de la madrugada. Tomo mi Smarphone y descubro, desconcertado, que se han caído de bruces Internet, Whatsapp, Twitter, Instagram, Linkedin y todas las demás redes sociales (…). El mundo es representado como una fotografía. No una imagen en movimiento. Un verdadero estupor. Ahora, no sé siquiera quien soy, pues, mi segundo, mis identidades digitales no pueden proclamar el “Chateo, luego existo”, “Clico, luego soy”. Toco pantalla líquida, luego soy percibido”. Este es nuestro mundo de hoy, que sería irreconocible para alguien que haya vivido el de hace cien años.” (p.250).
La pesadilla de Mármol se ha de situar desde la filosofía cibernética innovadora para darnos cuenta de que su cosmovisión filosófica y literaria se edifica en lo antifrágil, tal como Nassin Nicholas Tales (2018) lo plantea ante lo frágil como sinónimo de seguridad, de orden, tranquilidad y fuera de toda perturbación, que no deja que el sujeto crezca y se vuelva robusto ante los cambios disruptivos de estos tiempos.
Para Tales, la incertidumbre, lo desconocido y el desorden son totalmente equivalentes en sus efectos: los sistemas antifrágiles se benefician (…) de casi todos ellos y los sistemas frágiles salen mal parados, aunque haya que buscarlos (…) en “algún filosofastro que nunca ha asumido un verdadero riesgo en su vida o peor aún, que ni siquiera ha tenido algo que se pueda llamar vida” (…) (p. 36).