"Nadie en la historia del mundo se ha autoidentificado como pseudocientífico. No hay persona que se despierte por la mañana y piense a sí mismo: Me dirigiré a mi pseudolaboratorio y realizaré algunos pseudoexperimentos para tratar de confirmar mis pseudoteorías con pseudofactores". – Michael D. Gordin, historiador de la Ciencia de la Universidad de Princeton
Las teorías que pretenden ser científicas, pero-no-lo-son, proliferan a la sombra del avance de la ciencia en la conquista del conocimiento sobre la humanidad y la naturaleza. Pseudociencia es cualquier conjunto de afirmaciones, creencias o prácticas que, disfrazado del método científico al adoptar la parafernalia externa de la ciencia, se apoya en anécdotas aisladas y no en abundante data obtenida metódicamente, y le falta el rigor y apoyo de evidencias empíricas: por eso no puede ser verificada experimentalmente. Las pseudociencias responden a la demanda del mercado para satisfacer el anhelo de explicaciones simplistas de diversos fenómenos, haciendo generalizaciones a partir de casos anecdóticos (con frecuencia no comprobados independientemente) con la simulación de utilizar el método científico. A pesar del aumento de la escolaridad a nivel mundial, diversas imitaciones de ciencia con pretensiones académicas siguen impactando la vida contemporánea al confundir con sus sofismas a amplios sectores de la población, en muchos casos con fines comerciales o ideológicos.
Las pseudociencias están en constante metamorfosis, pues caen en desprestigio cuando muchos de sus adeptos empiezan a cuestionar la eficacidad de sus aplicaciones prácticas, pero siempre surgen nuevas versiones para confundir a los incautos. La frenología es considerada por muchos la primera pseudociencia moderna y surgió hace poco más de dos siglos cuando los frenólogos se dedicaban a medir las "protuberancias" del cráneo para interpretar los rasgos de personalidad del individuo. Fue muy popular en el siglo XIX, incluso se fabricaban unos artefactos que se colocaban sobre la cabeza para medir las diferentes partes del cráneo y así deducir las características del individuo. En el siglo XXI de los avances en la complejidad de la neurociencia, pocas personas conocen de esta simplista teoría frenológica iniciada por el médico alemán Franz Gall a finales del siglo XVIII y que alcanzó su furor en la década de 1820. Junto con el darwinismo social, la frenología fue utilizada por colonizadores y esclavistas como apología de sus bárbaras prácticas contra colonos y esclavos, pues las pseudociencias tienden a promover agendas ideológicas o comerciales más que a desarrollar una mejor comprensión de los fenómenos observables.
La pseudociencia conocida por “ufología”, o el estudio de los fenómenos asociados a los ovnis, objetos voladores no identificados, es un invento de la segunda mitad del siglo XX y el interés científico en los viajes espaciales. Se ha propuesto llamar “ufolatría” en lugar de “ufología” a este movimiento que venera las visitas de extraterrestres a nuestro planeta e intenta probar que son frecuentes. A pesar de que es imposible probar que no nos han visitado los extraterrestres, el divulgador científico e invitado especial a un reciente congreso mundial sobre ufología en Barcelona, Michio Kaku, ha sentenciado con toda razón: "Tenemos la idea de que vendrá un ovni a la Casa Blanca y ofrecerá un tesoro de tecnología. Yo no creo que pase eso. Si vamos a un bosque, no nos ponemos a hablar con las ardillas. Nos aburriríamos, no tienen nada que decirnos. Los humanos somos muy arrogantes al pensar que podemos ofrecer algo a extraterrestres avanzados. Podrían exterminarnos. Y no por maldad sino porque, como nosotros con las ardillas, no se preocuparían por nosotros. Por eso defiendo no intentar contactar con ellos". Aliada de disparatadas teorías conspirativas, la ufología tiene su nuevo destino de peregrinaje en el “Área 51”, de gran interés mediático en estos días. Por la pobre asistencia de adeptos al reciente evento en esa base aérea de Nevada, pensamos que la ufología agoniza, pero podemos asumir que surgirán nuevas creencias irracionales disfrazadas de ciencia en su lugar, porque los creyentes no se han agotado. Muchos antiguos ufólogos son hoy escépticos de la degradación ambiental y el papel que desempeñamos los seres humanos en el cambio climático.
La ciencia exige la crítica de pares y los intentos de refutar los modelos que propone para explicar los fenómenos observables por diferentes medios, por eso evoluciona y se renueva constantemente. Procura desarrollar nuevos medios e instrumentos para seguir refinando la aproximación a su bien definido objeto de estudio con la finalidad de enriquecer el conocimiento. La pseudociencia, en cambio, niega cualquier cuestionamiento de su dogma misterioso con hostilidad y se defiende con teorías de conspiración contra cualquier crítica. La ciencia dialoga sobre sus hallazgos comprobables, mientras que la pseudociencia carece de esta capacidad de mejorarse continuamente.
Así como nadie se autocalifica de pseudo científico, nadie admite que cree irracionalmente en teorías pseudo científicas. Sin embargo, todos tenemos la propensión, en mayor o menor grado, a creer en una explicación simplista de fenómenos muy complejos, y lo que es más perjudicial, a propagar esas versiones como verdades absolutas. Lo más fácil es abrazar ese discreto encanto de ciencia simulada, pues no requiere de mucho esfuerzo de nuestra parte y nos conforta al hacernos creer que actuamos racionalmente.
El primer paso para evitar contribuir a la propagación de la pseudociencia es conocer profundamente el método científico y valorar los aportes de la ciencia y su enorme potencial a futuro, apoyar la labor de los científicos, así como hacer el esfuerzo de entender los avances de la ciencia en publicaciones por científicos y periodistas especializados para el público en general.
A final de cuentas, ¿cuál es el aporte de las diferentes formas de pseudociencia, como la frenología, la ufología y las que seguirán surgiendo en su sustitución para tentarnos con su discreto encanto que requiere poco esfuerzo intelectual de nuestra parte, a nuestro bienestar individual y colectivo?