En el momento en que se individualizaron las pensiones en el país, siguiendo el modelo chileno, se rompió el acuerdo de la seguridad social. Cada hombre por sí solo fue arrojado a la imprevisibilidad e inseguridad en su futuro.
Con esto no me refiero a si era más conveniente como se mal ejecutaba el modelo de reparto en RD antes de la ley de 2001, pero si al razonamiento que se empleaba. Este era: “Los jóvenes pagarán las pensiones de los viejos. Ese dinero no está disponible para ustedes porque el acuerdo social promete que cuando les toque envejecer a ustedes, los jóvenes del futuro les cubrirán entonces”.
Cuando fue impuesto el modelo de capitalización individual (AFP) todo el mundo pasó a entender, debido a la naturaleza del sistema, que ese dinero ya no era solidario porque eso traía problemas… “Y mira ahora cómo tienes mayor seguridad sobre tu monto; míralo cómo crece, si crece; míralo cómo se devalúa, si se devalúa…” pero sólo míralo.
Sin embargo, este razonamiento de individualidad es el que lleva a un grupo a pensar: Ya que es mi dinero, que me han quitado… ¿por qué lo tiene que manejar otro? Yo tengo necesidades hoy, prefiero comer hoy… o quizás prefiero incluso invertir en esta u otra oportunidad tal vez mejor a mi juicio que las AFPs.
Para esto las AFPs se han quedado sin legitimidad, sin interlocutor válido y sin comunicación llana. No han encontrado forma de justificárselo a los que reclaman:
- Porque debido a sus ganancias exorbitantes en este período (gracias a la ley) sus razones parecen vincularse al negocio que han hecho. Incluso cuando el Estado es el mayor deudor del sistema (alrededor de un 80%), las AFPs son poderosas empresas cuyo manejo del 20% del dinero restante de los trabajadores puede hacer millonarias a otras empresas. Se les otorga una liquidez impresionante a esos directivos de AFPs para hacer negocios (cierto que con muy pocas empresas autorizadas por el Estado aún);
- Debido a que las pensiones que se proyectan son tan magras y el futuro del peso dominicano tan incierto, que quizás en el presente esos fondos valgan más que en el mañana cuando te lo repartan de a poquito;
- Problemas de empatía, porque nadie cree que a los representantes de las AFPs les importen realmente las pensiones o la vida de los cotizantes, sino sus negocios financieros en primer plano y en un segundo el origen de sus fondos. Esto se suma a la falta de compasión de sus defensores, quienes pensándose eruditos desdeñan los reclamos desesperados con tecnicismos.
En este sentido, hablarle a la gente de la imposibilidad procesal de cumplir, de exigirles un modelo para realizar la entrega o un plan de retorno, son errores que no empatizan con el fondo del asunto. Además que el sistema financiero en todo el mundo ha resultado bastante creativo cuando trata de beneficiarse, lo que nos deja dicho que el reclamo actual no sería para nada difícil de buscarle la vuelta.
Proyectar supuestos de catástrofes económicas al momento de devolver el dinero busca aterrorizar a los reclamantes. En este instante en que la economía ha dejado de mover millones de pesos en salarios, proyectar un desastre por el ingreso de esos fondos en sustitución de su salario, sin aún haberse determinado el cómo serían entregados es poco científico.
No obstante, el fondo del asunto es que el razonamiento de los aportantes es válido. Si se trata de promover el individualismo, de poner al individuo por encima de todo… entonces la conclusión lógica es que este individuo es un ser capaz de tomar sus decisiones según mejor le convenga.
En otros países se han establecido mecanismos para que el aportante tenga mayor control en cómo se colocan sus fondos. Sin embargo, un mayor control no invalida la exigencia de por qué este sistema no me permitiría salir y administrar mis fondos, sin forzarme al ahorro o a ver a otros hacer negocios con lo propio.
Es así como el discurso de estas empresas siempre será individual a medias y resultará distante y altanero, debido a que la conclusión es “Usted no sabe administrarse, de usted hacerlo lo perderá todo y se volverá una carga social… Y por cierto, su presente no nos interesa, es su futuro lo que importa aún si no llega a disfrutarlo.”
Finalmente, con esto no quiero decir que estoy a favor de la devolución del 30% ni de la continuidad del sistema actual. Creo en un sistema de reparto solidario, pero también creo que ante las actuales circunstancias resulta mezquino descartar los reclamos de los cotizantes como irracionales y los mismos deben ser ponderados.