Los aspirantes, esos señores que insisten en no dejarnos vivir ni un minuto en paz cuando se van “acercando” las elecciones, han vuelto a la carga con su eslóganes y retóricas, creyendo que por sólo decir tales o cuales frases, más o menos afortunadas, los votantes van a confiar en ellos como si fueran unos mesías que, desde sus cómodos paraísos celestiales, bajan cada cuatro años a la cruda realidad terrenal para redimir o sanar los males y carencias seculares que padecemos en nuestro país.
Ahí está uno de ellos, estrenando el democrático lema “ Dímelo”, y prometiendo (¡lo fácil que es prometer en política!) que va a escuchar a todos los que le llamen o se comuniquen, por la vía que sea, y que le pondrá atención a todo lo que le digan. Es como si fuese un Papá Noel que va a sentar sobre sus gordas piernas a los niños que piden juguetes para el día de Reyes -el de las elecciones- y si gana, les dejará un montón de regalos en la puerta de la casa por haberse portado bien. Sólo falta, para completar este cuadro navideño, colocar un buzón para depositar aquellas largas cartas que escribíamos cuando éramos niños, y hacerse un fotografía memorable al lado de sus blancas barbas.
Uno se pregunta o debería preguntarse con cierta ingenuidad ¿Cómo podrá atender alguien de manera personal, por ejemplo, a cien mil o doscientas mil llamadas o mensajes? No se puede disponer de tiempo físico para ello y, suponemos, deberá contarse con varios ayudantes y programas para atender y tabular las respuestas según sean los temas, necesidades, deseos, inquietudes, ideas y, cómo no, disparates y tonterías, que también va a recibir en gran cantidad, todo lo cual equivale, en definitiva y última instancia, a realizar una gran encuesta popular a muy bajo costo.
Por mi parte, le diría al candidato por qué ese “Dímelo” aparece ahora que se están encendiendo los motores de la campaña en una feroz búsqueda del voto, y no lo hizo mucho antes cuando hubiera podido ser más real y verosímil? Como que huele un tanto a ese oportunismo del que tanto se echa mano en estas circunstancias electoreras.
Además, uno presiente que no se nos va a escuchar o a hacer caso en lo más mínimo, pues los votantes no podemos aportarle nada nuevo que no sepa o haya oído en su larga trayectoria política, porque desde hace muchísimos años venimos demandando a los candidatos, sean los que fueren, lo mismo de siempre: mejores salarios. más trabajo y más digno, más y mejor educación, más y mejor sanidad, pensiones suficientes para la vejez, mayor seguridad, cero corrupción, controles a la especulación, más institucionalidad, y mil cosas por el estilo archisabidas por todos e imprescindibles para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Hasta el momento, y por los resultados a la vista, no parece que se nos ha escuchado ni hecho mucho caso. Y eso que lo hemos dicho miles de veces, voceando, manifestando, telefoneando, televisando, escribiendo, chateando, watsapeando, inclusive -lo hemos intentado- enviando las demandas por los esotéricos centros espiritistas. La verdad es que ese “Dímelo”, así, de manera tan cruda, está difícil de masticar. A ver si se inventan unas palabras que, de verdad, nos devuelva la ilusión para votar por algo o por alguien ¡Estamos tan necesitados!