Muchos piensan que nacemos para ser opresores u oprimidos. Pertenecer a un grupo u otro es una cuestión del azar. No podemos elegir donde nacemos: si en cuna de oro o en un pesebre de paja, pero algo si es seguro, el lugar en donde nazcamos va a determinar indudablemente el grado de acceso a las oportunidades que nos permitirán desarrollarnos.
En ese sentido, en principio los hijos de la clase opresora son criados para ser opresores, con sus excepciones que confirman la regla. Los hijos de la clase oprimida, por su parte, muchos son criados para seguir jugando el rol de sus progenitores; y otros- oprimidos también- son criados para vivir transitoriamente en la opresión, pero teniendo como norte la aspiración de convertirse en opresores. Esta más o menos es la lógica del sistema en que vivimos, repito, con las excepciones que confirman la regla.
Ahora bien, los hijos de los opresores son coherentes con sus enseñanzas, pues hace sentido, que sigan reproduciendo el estado de cosas, que les permitirá a sus hijos contar con privilegios irritantes al momento de que vean la luz por vez primera. Esto tiene lógica, aunque sea perversa, pero la tiene.
Un segundo supuesto es aquella clase oprimida que forma a sus hijos para seguir siendo así. Y es cierto, que esta clase en específico enseña lo que enseña, porque aquellos que la oprimen, les enseñan que eso deben enseñar. Esto también tiene lógica, pues para que exista una clase opresora que sea sostenible en el tiempo -como lo ha sido-, debe haber una estructura (sistema) que garantice la existencia de una muchedumbre subyugada, dominada y vejada.
Queda entonces el grupo de oprimidos que aspira a convertirse en opresores. Es aquí en donde el sistema nos presenta el dilema que sugiere el titulo del presente artículo. La solución de esta disyuntiva por lo regular es siempre la misma, pues ha sido predestinada para una elección en particular por la clase dominante.
El dilema consiste en lo siguiente: como esa clase oprimida, que por lo regular tiene un nivel de educación, formación y acceso a información por encima de la clase que sigue jugando a ser dominada, desarrolla su vida aspirando a pertenecer o desplazar a la clase que lo subyuga, en vez de seguir la lógica de defender los espacios de donde viene y a los cuales se supone se debe. Es decir, se presentan 2 caminos que son las que configuran el dilema: a) enfrentar a la clase abusadora o b) unirse a ella.
Como dije anteriormente, es posible aproximarse a la solución que por lo regular se le ha dado a este dilema, puesto que la selección de la misma ha sido predestinada para que estos grupos en particular elijan la de aspirar a ser opresores.
Este tercer supuesto, a diferencia de los dos anteriores, no es para nada lógico, sino que es todo lo contrario. Sin embargo, luego de reflexionar sobre el mismo, esto nos plantea una verdadera lección. Una enseñanza que teniendo en cuenta el escenario en que nos encontramos y el clima de descomposición integral de nuestra sociedad y nuestro sistema político, provoca que nos preguntemos si seguiremos jugando la lógica que un grupo específico quiere que juguemos y si cesaremos de nutrirnos de un sistema injusto, inequitativo e indolente, que solo nos parece bien en la medida en que nuestras aspiraciones a formar parte de la clase opresora se van materializando.
Para que sea posible un proceso de transformación integral de la sociedad dominicana, es necesario que nos legitimemos como seres humanos y para hacer esto, lo primero que debemos tener en cuenta es que nadie puede vivir a costa del sufrimiento, el dolor y las lagrimas de otro. Este deber tiene una cuota de responsabilidad mayor en ese gran grupo que sabe que son oprimidos y que aspira a dejar de serlo, pero por el cambio de roles, no por la eliminación del sistema de dominación.
Debemos aproximarnos a una nueva solución del dilema. Quizás no sea necesario ser más creativo de la cuenta. Posiblemente solo debamos elegir el camino que siempre ha estado ahí y que tantos se han negado a transitar. Ante la existencia de 2 vías, de las cuales una ha sido probada y probada y en todos los casos el resultado ha sido el fracaso, queda entonces levantar cabeza y elegir la que desde un principio sabíamos era la correcta. Enfrentemos a los que nos oprimen, luchemos contra los que viven de la dominación, del atropello, de las lágrimas y del dolor de la mayoría.