Iniciamos esta reflexión explicando lo que define el prestigioso organismo técnico educativo chileno Educrea de lo que es un dilema moral: se entiende como una narrativa breve en la que se plantea una situación problemática que presenta un conflicto de valores, ya que el problema moral que exponen tienen varias soluciones posibles que entran en conflictos unas con otras, lo que obliga a un razonamiento moral sobre los valores que están en juego, exigiendo grados de importancia o jerarquía de valores.
Visto así, como lo definen los especialistas, estamos en nuestra nación ante un gran dilema moral que. sin duda alguna, será un excelente recurso para entender el criterio ético de nuestros ciudadanos, porque en esta disyuntiva de la moral política está envuelta toda la sociedad dominicana en pleno, entre la disyuntiva de escoger los que se mantienen en el poder con el hurto a las arcas del Estado, producto de la megacorrupción, o los que aspiran a subir las escalinatas del Palacio Nacional con el oro corruptor del lavado y el narcotráfico.
Entre esas dos realidades se debate la República de nosotros al día de hoy, todo producto de tres causas que están haciendo nos encontremos en este mal, que nos acusa y nos lleva a un real dilema moral.
Este gran conflicto ético no es nuevo, es un tema debatido desde los años 80 que, a fuerza de no resolverlo, se ha ido extendiendo hasta nuestros días. Los políticos del gobierno, para mantenerse en el mismo, auspician, promueven y terminan en brazos de la corrupción, y los de la oposición, para poder acceder a recursos a los fines de competir con los del gobierno, se apoyan en inversionistas vinculados casi siempre al lavado y al narcotráfico.
Como bien lo expuse, hay 3 cosas que están produciendo desde hace años estás inconductas, veamos:
1ero- El clientelismo en su máxima expresión que hace de la actividad política un mercado persa, donde todo hay que comprarlo, hasta la voluntad de la gente, hay que invertir muchísimos recursos para organizar a los electores afines, hasta convertir su apoyo en reales votos a contar en las urnas.
2do- El altísimo costo de campaña que hace un proyecto político con vocación de poder tenga que financiar en parte a cientos de sus candidatos al nivel congresual y municipal, para que estos a la vez cooperen con el voto nacional o presidencial, y aunque una gran parte de estos recursos se les dé en naturaleza, por ejemplo en afiches, vallas, colocación de publicidad en radio y televisión, entre otros, esto termina convirtiendo esos aportes en millones, que si le sumamos que son miles de candidaturas, imagínense el inmenso presupuesto del que se debe disponer para iniciar la aventura de llegar a ser inquilino de la mansión de Gazcue.
3ero- Siempre se ha dicho que el poder lo es todo, fin y causa de todos los esfuerzos, que motiva a los apasionados del mismo a buscarlo, y lograrlo no importando el medio, lo que hace de la mayoría de nuestros equipos de campaña amorfos éticamente, por lo cual gestionan los recursos económicos sin preguntar el origen de los mismos, prefiriendo no preguntar ni averiguar, para no tener que dejar de tomarlos.
Es porque a los hombres que buscan el poder hoy les falta catadura moral para armar proyectos sin tener que hacer uso de recursos ilícitos y mal habidos, todo porque el pragmatismo de llegar al poder no tiene miramientos, eso nos enseñaron los que detentaron el poder en esta media isla por tantos años, los Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer, que otra escuela podemos tener los dominicanos si la historia la escriben los vencedores, y éstos fueron los que tuvieron éxitos, la ética para que nos sirve se preguntarán, si con esta no se logra ganar, y ahí nos encontramos con los paradigmas morales de Bosch y Peña Gómez, que prefirieron no llegar o volver al Palacio antes que tener que deformar sus principios, porque para ellos el poder no valía tanto.
Este dilema moral de la República nos persigue en toda nuestra historia, y de tiempo en tiempo compromete a gente buena que atraído por la oportunidad y en un exceso de pragmatismo para llegar tienen que ponerse a tono a los tiempos y hacer acuerdos, así les paso a un PLD impoluto de la época, que en 1996 para llegar al Palacio tuvo que pactar con el Dr. Balaguer, quien forzado por las circunstancias y por el miedo a que el poder cayera en manos de su adversario interno Fernando Álvarez Bogaert, puso dinero, estructura electoral y los votos que faltaban, para que los morados se instalaran en el Palacio Nacional, impidiendo con ello que los blancos llegarán.
Conocí gente de capitales oscuro ponerle a disposición a mi padre todo el dinero que se necesitase para sacar al balaguerato del poder pero, éste con su accionar moral tan característico de su vida y su impronta decía siempre que no.
Igual que cuando se negó a que los americanos en el 1994 lo impusieran en el poder, porque él siempre adujo que él no haría lo del Dr. Guillermo Endara, que se juramentó el 20 de diciembre de 1989, en medio de la intervención militar, como Presidente de Panamá en la Zona del Canal, en aquel entonces la 5ta. frontera imperial Norteamericana.
Producto de esos tres fundamentos antes mencionados, estamos los dominicanos ante una catarsis de nuestra moral política, que sumará peligrosamente la mayor de las desafecciones en nuestro pueblo, que ya se está expresando claramente en las encuestas con un sólido 36% de ciudadanos que no creen ya en ningún partido político de los existentes.
No nos engañemos el lavado y el narcotráfico encuentran un terreno fértil en los proyectos y partidos de oposición, y la megacorrupción hace lo mismo con los del gobierno, solo hay que ver que todos los aspirantes presidenciales peledeístas montaron sus proyectos desde la dirección de instituciones oficiales, así es, porque ni uno solo lo hizo al margen de los cargos públicos pero, siendo sinceros eso casi siempre ha sido así, también en parte lo fue en los gobiernos del PRD, porque el poder se recicla desde el poder mismo.
En atención a connotados y comprobados casos de corrupción que no fueron con fines económicos personales, sino más bien para pagar los gastos enormes de la campaña, por lo menos así ha sido donde están involucrados verdaderos cuadros políticos, porque no se le han encontrado grandes patrimonios personales, porque los recursos gestionados y manejados por éstos fueron para mantener el poder y competir con éxito en las elecciones, que por cierto a los que están en el gobierno les resulta costosísima las campañas, pues tienen que resolverle problemas particulares a los electores, amén a que tienen que hacer a la vez una gestión con realizaciones tangibles, es la megacorrupción política, no la empresarial esa que engrosa las grandes cuentas de la oligarquía, sino la electoral, la de campaña que parte del criterio “que del cuero sale la correa”.
Los de la oposición que saben no pueden competir con los dineros del gobierno, aunque tengan un sólido apoyo popular, saben que la popularidad no es voto y para convertir la misma en votos reales a expresarse en las urnas hay todo un trayecto de gastos, nunca jamás o igual que los del gobierno pero, como quiera involucra sumas importantes, ¿entonces, a quiénes se la van a dar? ¿a la burguesía?, ¡¡¡pues, mire que no!! hace mucho que estos ya no financian campaña desde cuando los grandes líderes, ( Balaguer, Bosch y Peña Gómez), solo hacen aportes muy modestos, ya que las candidaturas efímeras no les garantizan incidencias reales ni de poder pero, fueron ellos los que abonaron el camino a la inversión ilícita, y es por ello que a los de la oposición, los financian en gran parte lo que apuestan a conectarse con el poder e invierten grandes sumas de dinero, poniendo sus alfiles y familiares en candidaturas para darle garantía relacional a su inversión.
Pero, el gran culpable es el propio sistema electoral que todos hemos ayudado a forjar, donde para ser hasta un simple regidor hay que invertir millones de pesos para lograrlo.
Todos estos casos públicos de la narcopolítica, los que están y lo que de seguro saldrán, porque este es solo el comienzo, más los sonados casos de megacorrupción y los que faltan, lo único que probarán es la podredumbre del sistema político y de los que hemos sido culpables por acción u omisión, porque muchos sabemos las consecuencias, y no hemos atacado frontalmente las causas.
Esta disyuntiva histórica encuentra a un país envuelto en el sensible dilema moral de escoger entre corruptos, que para mantenerse en el poder se vuelven éticamente elásticos a los fines de buscar los recursos y mantenerse en el mismo u aquellos que para llegar a él le venden “su alma al diablo”, porque ligarse a los sectores del lavado y el narcotráfico hoy es la peor sin razón que puede hacer un proyecto político, porque esas implicaciones no son locales sino internacionales, y tendrán a muchos después agarrándose la cabeza por el temor a las delaciones de los extraditados.
Pero, estos sistemas políticos se purgan a sí mismos, cuando llegan al límite de la putrefacción, cuando los ejércitos de indignados ciudadanos no quieren ni lo uno ni lo otro, y producto de esa desafección buscan un “salvador” o un “mesías” que les ofrezca borrar con todas las inconductas del pasado, con una clase dirigente y dominante corrompida hasta el tuétano, claro está, porque para que tengamos corruptos necesitamos tener corruptores.
Lo real es que el “outsider” cuando llegue despertara tanta pasión que no necesitara de todo ese dinero para aposentarse en el Palacio Nacional, es por eso que la clase política partidaria no tiene de otra que reinventarse, no sin antes tomar en unidad la decisión de excluir todo lo que pervierte el sistema electoral buscando con ello fórmulas, para reducir drásticamente los costos de campaña, para que la gente común del pueblo llegue a los cargos y no necesitemos del financiamiento espurio del narcotráfico o de la corrupción estatal.
Los problemas están ahí y lo vemos a diario con los operativos del Ministerio Público, como una teleserie, donde los políticos son los victimarios y el pueblo humilde la víctima, los aparatosos operativos realizados demuestran que todos están envueltos, los del gobierno y los de la oposición, o sea que este es un grave problema sistémico y no de una franquicia política en particular, delicadísimo problema que hemos de resolver y con prontitud, porque los escándalos seguirán y con ello crecerá aún más la indignación y la desafección ciudadana.
No podemos parar lo ya sucedido, ni tal vez sus consecuencias pero, si estamos a tiempo toda la clase política de detener esto hacia el futuro, para que no vuelva a ocurrir y demos garantía que en las elecciones del 2024 los hechos que estamos viendo hoy en día no ocurrirán, es por esto, que hay que legislar en otra dirección y es la razón de la reforma #13 “la creación de un Código Electoral”, que democratice la participación y que saque las oscuras inversiones de las campañas electorales, hay que devolverle la responsabilidad a la alta dirigencia de los partidos políticos para la escogencia de sus candidatos de entre los mejores hombres y mujeres de su organización y de la sociedad, para evitar que el dinero sucio siga imponiendo a los vinculados al peculado y la corrupción así como a los del lavado y el narcotráfico, entonces pues, ¿qué esperamos?.