Ambos se tuvieron el uno al otro en el piso ese día, a punta de pistola, disminuidos en su condición humana en momentos distintos. Sólo uno le quitó la vida al otro y no fue el que salió a robar: fue el General.
Es un dilema actual para quienes han visto un video de asalto en Santo Domingo, fijar posición sobre que tanto apoyar a la primera víctima. En el video podemos ver dos delincuentes acercarse a la terraza de una casa, atracar a su dueño (el general) quitarle una de sus pistolas y huir. El general coraje en pecho, aceleró entonces su paso, tomó otra arma y salió a perseguir a uno de sus atracadores.
La Policía Nacional en un hecho expedito atrapa uno de los delincuentes, Jeison Luis Comas. Ya sometido y desarmado por la policía llega el General con un acompañante, se identifica ante las autoridades y fusila a Jeison frente las miradas de los transeúntes. A raíz del suceso, el Ministerio Público ha sometido al general a los tribunales por hacerse de la "justicia" con sus manos.
Cansados de un sistema judicial débil y corrompido, desacreditados por su accionar, no por la percepción y por el influjo de la política, el narco y el dinero en las decisiones, muchos se han abocado a justificar y apoyar la acción del General. Justicia extraña, porque violaría no sólo nuestra legislación, sino algunas consideradas como más atrasadas como el Código de Hammurabi, que contemplaba el ojo por ojo, diente por diente…
Decir que los dos son víctimas de la sociedad es cierto, uno de su desigualdad y ambición, el otro de su miedo y desconfianza institucional. Pero no vale igualar ambos hechos. La mayor diferencia entre el general y los asaltantes, es que dada la posibilidad de matar a alguien, quien mató fue el General. Y la vida es un bien preciado en este país, supuestamente desde la "concepción a la muerte".
No sólo eso, que la vida de ese joven Jeison dada un conjunto distinto de oportunidades pudo ser reformada. Un dato interesante es que la tasa de reincidencia en el nuevo modelo penitenciario dominicano es mínima (menos de un 5%) entre quienes cumplieron condena allí. Este joven cabeza caliente de 20 años no iba a ser el mismo llegado a los 30 en otra coyuntura.
La estrategia de matar los delincuentes tampoco es seria, porque estaríamos atacando los síntomas mientras lo que lo produce sigue intacto. Seguiríamos cada seis meses cortando la grama y volviendo a verla crecer. Y si se institucionaliza y se acepta este procedimiento en nuestras fuerzas de orden, débiles como son, crecerían las injusticias, la inequidad y el abuso con los menos protegidos.
Ante la insistencia de muchos de apoyar sin conocer el caso como sucedió, o peor aún de conociéndolo y continuar defendiéndolo, tenemos que debatir. Más aún en una sociedad donde no existe la pena de muerte, donde ni el Estado ni el General Ranger tienen tal licencia para asesinar.
No quisiera situarme en un pedestal moral. Probable que la emoción y la humillación del atraco, me hubiese llevado sino a matar al asaltante, al menos a dejarlo minusválido. Y como yo probable que cada uno de los dominicanos.
“- ¿Entonces por qué no dejar que la sociedad haga eso?
- Porque la sociedad debe ser mejor que el individuo.”
Así respondía un candidato presidencial en la película “Ides of March” y vale la cita para este caso. Porque nuestro deber hoy es responder socialmente con la cabeza fría. En un país sin pena de muerte en su legislación, sin un debido proceso, es obvio que El General debe enfrentar la justicia, por pobre que sea ella. Y nosotros debemos hacer la autocrítica como país, reformar la justicia, las legislaciones y la desigualdad que atizan este sentimiento y este nivel de delincuencia.