Existe una rama de la teoría de juegos que se llama El dilema del prisionero, el cual fue desarrollado por la corporación RAND en los Estados Unidos en la década de los 50 del siglo XX, por dos científicos que laboran allí: Merrill Flood y Melvin Dreshner. Este concepto estipula que dos personas no están dispuestas a cooperar entre sí, a pesar de que la acción o acto en cuestión contraviene los intereses de ambas partes.
Lo acontecido en la tarde de ayer en el Congreso Nacional con la aprobación del estado de emergencia, no es más que una jugada estratégica de un sector de la oposición política que busca negociar una tajada del pastel político, de la cual podría quedar fuera sino provoca un tranque en el ajedrez político nacional. El Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), que sustenta la candidatura presidencial del Dr. Leonel Fernández, busca a toda costa llegar a un punto de equilibrio para negociar un reparto, aunque esto signifique pactar con su adversario político, en este caso el PLD, en detrimento de su aliado estratégico opositor el PRM, aunque el estado de emergencia perjudica el accionar político de ambas organizaciones.
Sin embargo, con esta acción de no cooperación en un objetivo central que es: derrotar a las fuerzas del Estado encarnadas en el PLD. El PRSC logra minar las potencialidades electorales de su aliado estratégico opositor que es el PRM de ganar en una primera vuelta electoral, ya que, de resultar de esa manera, el PRM no tendría ningún compromiso político con el PRSC y sus fuerzas aliadas a la hora de acceder al manejo del Estado. Esta jugada política del dilema del prisionero lleva a dos escenarios posibles que serían gananciosos para quien tomó la acción, en este caso el PRSC:
- Una extensión del estado de emergencia le permitiría al Partido-Estado PLD seguir aumentado en las preferencias electorales a través del uso indiscriminado de los recursos del Estado, lo que traería como consecuencia un aumento sustancial de sus preferencias en el mercado electoral, lo que provocaría una segunda vuelta. De suscitarse una segunda vuelta electoral, y de no pasar el candidato del PRSC, estos apoyarían al PRM para lograr negociar una tajada del pastel en un Gobierno de Unidad Nacional.
- De pasar el PRSC y su candidato a una segunda vuelta electoral, tratarán de ganar los comicios agenciándose el apoyo de su adversario político circunstancial de hoy, que es el PLD, para de esta forma acceder al control mayoritario del Estado.
Dado estos dos escenarios posibles, el PRM debe adoptar otra rama de la teoría de juego, que se llama el equilibrio Nash. Este concepto consiste en cada jugador maximiza sus ganancias de manera individual, independientemente de que el otro jugador modifique su estrategia, aunque cooperando de manera conjunta obtendrían mejores beneficios. En pocas palabras, el rol del PRM como principal partido opositor y el de mayor simpatía electoral en estos momentos, debe jugar su propio rol, es decir, debe ser más proactivo que reactivo.
Después de su contundente victoria electoral en las elecciones municipales extraordinarias del 15 de marzo, el PRM cayó en la trampa de la narrativa de que ya las elecciones de mayo (ahora julio) eran un puro trámite. Y, desde que inició el estado de emergencia el 19 de marzo no han logrado maniobrar las líneas argumentativas del debate electoral. Lo que le ha permitido al Partido-Estado del PLD implementar una línea comunicacional que ha trazado el devenir de la campaña electoral de que su candidato es quien “resuelve” en momentos de crisis y es quien lleva la mano amiga a los más necesitados. Bajo esta narrativa, el PLD se ha colocado una vez en el centro del debate nacional amparado en sus tinglados mediáticos.
En una línea de debate bajo esa lógica, la oposición política encabezada por el PRM no puede competir de igual a igual con una mega estructura clientelar que sustenta al candidato oficialista. Es ahí, donde radica el error del PRM de querer jugar el juego del adversario. En política es menester controlar la línea comunicacional del debate electoral, y es ahí donde el PRM debió enarbolar la bandera del discurso anticorrupción, que es lo que, verdaderamente los posiciona para contrarrestar los efectos de las dádivas que se han vertido en todo el tejido social pobre durante la pandemia. El PRM ha dejado de lado este discurso, y es grave, ya que esta narrativa los catapulta entre los sectores de clase media que demandan transparencia y el fin de la impunidad. Sin los sectores de clase media, y con el voto pobre secuestrado por la estructura clientelar del PLD, la situación electoral se le complica al PRM, a pesar de los deseos de cambio que tiene la población en sentido general.
Para repeler los efectos de la imposición una vez mas del estado de emergencia, el PRM debe jugar su propio juego y asumir un discurso enérgico, combativo y propositivo, que conecte con su base electoral, y con los sectores progresistas de la sociedad que comulgan con el imaginario del cambio. De no actuar en consecuencia, el PRM estaría cavando su propia tumba el próximo 5 de julio. Por tal razón, apelando al equilibrio Nash, el juego individual es la única alternativa que tiene el PRM en estos momentos.