Una vez superado el chovinismo miópico que insiste en “la natural división” de las sociedades dominicana y haitiana, es posible apreciar que existen y siempre han existido zonas de solidaridad y líneas de comunicación transnacional en Hispaniola. El pensamiento kiskeyano actual se define por una visión de conjunto integral y constructiva que resiste polarizarse.
Aunque se trata de una obra para afirmar ideológicamente la posición de Haití en la isla Hispaniola y en la historia, La República de Haití y la República Dominicana (1953) del haitiano Jean Price-Mars constituye un material de archivo especial por el marco trasnacionalista dentro del cual el importante etnógrafo construyó las relaciones dominico-haitianas (o “haitionodominicanas,” como les llamara él). Ese marco le permitió destacar que:
La historia evocará la lucha de los elementos humanos en la confusión de los contactos multiseculares—y eso a pesar de tantas voces que reniegan por pura forma y que son desmentidas por el espejo roto de las amalgamas somáticas—la indefinida mescolanza de los matices y la inestabilidad desconcertante de las formas.
De entrada, nos encontramos ante una mirada comprensiva que abarca el contacto social kiskeyano en su conjunto por más complejo y espinoso que sea.
Es también interesante considerar el modo en que Arturo Peña Batlle, figura principal en la negociación de los límites fronterizos, interviene en esta discusión, particularmente al introducir algunos detalles derivados de los aportes al conocimiento de la cultura e historia de Haití elaborada por los intelectuales haitianos de su época: “quiero hablar por boca de los Price-Mars, los Dorsainville, los Bellegarde y los Holly” […] haitianos tan eminentes.”
Sin olvidar que lo hizo para oponer el hispanismo al afrohaitianismo, he aquí prueba de que las corrientes intelectuales haitianas no pasaron desapercibidas por la contraparte dominicana, y que para pensar la dominicanidad había que considerar la haitianidad y vice versa, aun entre los que permanecían más atrincherados en batallas ideológicas.
Hoy las líneas de comunicación transnacional entre ambas intelectualidades están más abiertas. El esfuerzo utopista por dialogar con los estudiosos y analistas de Kiskeya nos lleva a poner a su alcance los análisis y reflexiones críticas relevantes, a buscar acercamientos con colegas haitianxs y dominicanxs en Haití, Santo Domingo, y en la diáspora y también a publicar o traducir un sinnúmero de estudios y obras textuales en los respectivos idiomas. Dicha labor, ejercida con ansias de inclusividad y colaboración, ha dado importantes descripciones y análisis perspicaces tales como Häiti République Dominicaine, une île per deux, 1804–1916, de Jean-Marie Théodat, Sin haitianidad no hay dominicanidad de Diógenes Abreu y The borders of dominicanidad de Lorgia García Peña.
A pesar de estos acercamientos y avances, algunas dificultades y prejuicios cortan el flujo de nuestro trabajo y la exploración de la realidad e historia de Hispaniola. Por ejemplo, ahí está la muralla de silencio con que la intelligentsia criolla dominicana rodea nuestros aportes. Y en revelación plena, también hemos detectado cierta duda o intransigencia entre algunxs colegas haitianxs en cuanto a nuestra particular labor contrahegemónica.
Recordamos algunas ocasiones en las que hemos tratado de comunicarnos con ciertxs colegas haitianxs respecto el objetivo crítico de nuestras propias investigaciones y de inmediato nos han descalificado simplemente porque el título de uno de nuestros estudios contenía el nombre “Hispaniola” en vez de “Kiskeya” o “Haití;” o porque no poseemos una pluma premiada como fulano o fulanita de tal. Y así, con esas redirecciones, equivocaciones y acusaciones, se van creando barreras al diálogo y fronteras intradiscursivas aun entre lxs defensores más entusiastas de los derechos de las minorías y los investigadores más comprometidos con la búsqueda de la justicia social.
No obstante estos malentendidos, lo fundamental es reconocer que hoy, más que antes, existe una gran diversidad de propuestas para abarcar la realidad política y sociocultural de la isla.
Provoca admiración y entusiasmo la lógica emancipadora con que se siguen organizando encuentros como el de Antropologías Isleñas, celebrado el pasado marzo en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña y organizado por Kiran Jayaram, Luisa Rollins Castillo y Pauline Kulstad. Con “lógica emancipadora,” me refiero a esa voluntad, exhibida repetidas veces por lxs fundadores y contribuidores del conjunto Transnational Hispaniola, de romper con prácticas exclusivistas e incluir a analistas con perspectivas críticas y diferentes, desde dentro y fuera de la isla, que precisamente superan el paradigma del conflicto político y epistemológico.
En el contexto académico institucionalizado, no sé de ninguna otra organización o colectivo que haya reunido a tan variado grupo de estudios provenientes de la República Dominicana, Haití, EEUU y Europa: antropólogas, sociólogos, lingüistas, arqueólogas y ecologistas. Sobre esta empresa transnacionalista y espíritu de colaboración e inclusividad, cabe destacar que son cada vez más frecuentes los esfuerzos de los inclusionistas por documentar nuevas movilizaciones, nuevas identidades y nuevas formas de entender la compleja realidad histórica en esta isla.
Esta estupenda labor colectiva anuncia que vendrán mejores días y promueve el gran esfuerzo y el potencial de los diálogos transnacionales y el pensamiento kiskeyano.