La pasada semana, en el curso de una entrevista radial con el colega Julio Cordero, en el programa Milagros desde la Z, la experimentada educadora Maribel Caraballo, enfocando el tema de la educación nacional a la luz de los desalentadores resultados de la Prueba PISA, vinculó los mismos a la calidad de los docentes. De manera categórica afirmó “si tu eres un buen maestro ogras que tus alumnos aprendan. Entonces la principal raíz del problema es el maestro”. Y más adelante “muchas veces el maestro dominicano no es el profesional que se ha destacado más. No son los cerebros más brillantes , como ocurre en otros países”.
Esa estrecha relación de interdependencia que existe entre el maestro y los alumnos se refleja en los pobres resultados obtenidos por los alumnos dominicanos que participaron de la prueba PISA con la calidad de los profesores aparece claramente establecida en el orientador reportaje que sobre este tema figura a página completa en la edición del matutino Hoy de este lunes, bajo la firma de la destacada periodista Marién Capitán.
Como recuerda el documentado trabajo en el año 2017 se llevó a cabo la Evaluación de Desempeño Docente en la cual participaron todos los maestros del sector público. Tal como lo califica, los resultados no pudieron ser más lamentables. Apenas un 3 por 100 alcanzó nivel de excelencia o destacado, un 24 por ciento muy bien, el 35 por ciento apenas básico y el 38 insatisfactorio, o usando un término más gentil, mejorable.
Lo cierto es que al margen de otros aspectos que deben ser considerados y que corresponden en gran medida al Ministerio de Educación como máxima autoridad del sistema, el problema principal, por más que la ADP se empeñe en ignorarlo, radica en la baja calidad de preparación de un gran número de maestros. Muchos carecen de la vocación que requiere la docencia; una gran cantidad derivaron a ella porque no encontraron acomodo en otras facultades universitarias; arrastran graves lagunas de conocimientos fruto de un deficiente aprendizaje en los niveles primario, secundario y superior; y en ellos prima como razón fundamental la simple necesidad de disponer de un medio vida estable.
Ahora ex presidentes y secretarios generales de la ADP están proponiendo un diálogo permanente supervisado entre el gremio de profesores y el Ministerio de Educación. El planteamiento en principio luce inobjetable, lógico y sensato. Absurdo oponerle reparos. Lo ideal sería que todos los problemas existentes y los que puedan surgir en el camino se resuelvan por esa vía.
Pero entendemos que como primera condición tiene que mediar el compromiso de cumplir a cabalidad con el Pacto por la Educación, cuando se asumió el compromiso por parte de los distintos actores, y en especial por la ADP, de no perder un solo día de clases. Ese compromiso ha sido reiteradamente quebrantado por la ADP en unos casos, y en otros por varias de sus seccionales que funcionan de manera independiente, y al parecer en algunos casos de manera anárquica, como recientemente con la absurda pretensión de suspender las clases a partir del viernes 13, en vez del vienes 20 como figura en el Calendario Escolar. Fue gracias a la firme y masiva reacción de rechazo general que la directiva adepeista tuvo que cancelar tal despropósito.
La ADP tiene que entender y hacer entender a sus miembros que la meta de superar los defectos y obstáculos que pese al cuatro por ciento mantiene estancada la enseñanza pública, es una tarea que compete a todos, comenzando por los propios maestros alrededor de cuya competencia, dedicación y sentido de responsabilidad gira el aula y todo el proceso educativo. Y si bien hay que variar el obsoleto modelo docente por uno actual basado en competencias y cubrir de manera productiva el horario extra de la tanda extendida, el primer requisito es no perder no un solo día sino un solo instante de clases. De lo contrario, el diálogo permanente puede terminar siendo tan frustratorio como el compromiso asumido en el Pacto por la Educación y el objetivo de lograr una educación de calidad.