Desde el primer momento estuvimos de acuerdo en participar en el llamado al Diálogo Nacional, anunciado por el presidente Luis Abinader. Recordando la vieja costumbre de los mandatarios electos en modificar la Carta Magna en el transcurso de su mandato presidencial.

Es cierto que el presidente Abinader tiene el compromiso de la campaña electoral pasada en someter una profunda modificación constitucional que modernice las instituciones públicas, “independencia” del Ministerio Público, profundizar las conquistas democráticas; en fin, adecuarla a los nuevos tiempos.

La reforma a la Constitución está acompañada de 12 propuestas puntuales para que el liderazgo partidista, el sector empresarial, centrales sindicales y entidades sociales, las sometan a sus consideraciones y conseguir el mejor resultado posible para el bienestar de la sociedad. El Consejo Económico y Social es el encargado de coordinar los debates.

El Consejo Económico y Social (CES), órgano del Estado, tiene un sello de clase; actúa en función del interés de clase. Un excelente espacio para buscar soluciones a los problemas que afectan a la sociedad, pero no olvidemos que la sangre pesa más que el agua.

La doce reformas políticas, económicas y sociales presentadas por el presidente Abinader, más el Código de Ética Electoral, deben ser organizadas, evitar que nos metan gatos por liebres, para ser sometidas al escrutinio y debates que garantice el bienestar de la población; productividad, proteger el medio ambiente, conservar los bienes del Estado, un servicio de salud al servicio de la gente, seguridad ciudadana, etcétera.

En el inicio de la convocatoria, casi todos los políticos se vendieron con la habilidad y destreza que le ha dado la experiencia en las lides politiqueras. Algunos llegaron a la osadía de atribuirse paternidad del entramado de corrupción e impunidad instalado, para que nadie se lleve el crédito. Nadaban en sus aguas…

Un espectáculo por televisión donde algunos políticos, con permiso de la vicepresidenta, hicieron uso de su grandilocuencia en sus presentaciones. Personajes, con derecho a hablar, hartos conocidos en la opinión pública por su reputación dudosa, exhibieron gala de sus habilidades. Un acto vergonzoso, para empezar, que echa por el suelo las intenciones del presidente Abinader.

¡Empezamos con mal pie! Sin la presencia del presidente de la República, Luis Abinader Corona, que inyectaría en forma protocolar, solemnidad y rectitud en la apertura del Diálogo Nacional. Sin desconocer, por supuesto, la  participación excelente de la vicepresidenta, Raquel Peña.

En esta primera entrada, cada cual presentó sus credenciales; sus debilidades y ventajas para abordar los temas planteados. Sin dudas, la reforma a la constitución está fuera de lugar, no es el escenario para tan delicado tema. La Asamblea Constituyente es el espacio, democrático y plural, adecuado para modificarla y servir a la institucionalidad democrática de la nación.

El debate está planteado, rehuirle al mismo es un error imperdonable. El momento debe ser aprovechado y aportar con propuestas claras, potables, para fortalecer el sistema democrático. La etapa histórica en tránsito requiere una participación activa y militante, debates y movilizaciones, para profundizar las conquistas democráticas y libertades.