En el transcurso de la vida los seres humanos tenemos diferentes estadios o ciclos de la vida que ineludiblemente tiene que afrontar para el desarrollo humano.  A veces, se describe como buenos momentos y, en otros, como malos tiempos; pero, uno y la otra forma parte del aprendizaje y del desarrollo del ser como situación impuesta por la naturaleza la cual tenemos que –inevitablemente- enfrentar para crecer.  Entonces, ¿quién dijo que la vida es fácil?

De manera, el proceso de la vida inicia en los humanos con la fase de pre natalidad y termina con la ancianidad. Y en todos sus episodios tenemos altas y bajas, risas y llantos, amor y desamor y cualquier cosa distinta a las anteriores podrían ocurrir en tramos de luces y sombras presionados con fuerzas invisibles para a hacer cambiar el curso natural que supone el desarrollo de esa vida.  Y, ahí hay que luchar y vencer para ganar. Sí nos caemos, nos levantamos aunque ¨nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos¨. (2 Corintios 4:5-8).

Porque si nos dejamos vencer en el fondo por trompicones, accidentes sobrenaturales y circunstancias inhóspitas de eventos que atenta contra la función de consagrar y apreciar nuestra propia vida, o las ganas de vivir, o de estar vivo, precipitaríamos nuestro destino tirando nuestra propia vida por la borda.  En tal sentido, nos negaríamos a nosotros mismos la oportunidad de cumplir el propósito por las cuales vinimos a esta tierra.  Ya que cada uno de nosotros trae consigo un tesoro, una luz, una gloria, una bendición para compartir con los demás; porque el reino de Dios no es –solamente- bebida o comida, sino –también- justicia (que significa darle al otro lo que se merece -y compartirlo con los demás-). (Romanos 14:17).

Entonces, apreciar la vida significa tener esperanza en lo que crees y en lo que tienes.  Tener ganas de vivir –significa- demostrar la importancia que tienes al exponerte frente a los demás como un ser amigable que puedes ser emulado por aquellos que te escuchan y te siguen.  Y, estar vivo es no dejar espacios disponibles para el resentimiento, sino para el amor.

De acuerdo a lo postulado por el sabio Salomón en el libro de Eclesiastés, dijo lo siguiente: ¨es mejor el día de la muerte que el día del nacimiento¨; porque el día de la muerte según el ciclo de la vida el hombre o la mujer ha cumplido su trabajo en la tierra y, muchas veces, en su funeral hasta sus peores adversarios reconocen lo mejor de él o ella. Por esa razón y otras más, concluyo: A pesar de todo, por encima de la alegría que produce el nacimiento es mejor el día de la muerte. Porque con ella se produce satisfacción y conformidad de todo lo vivido.