El Desfile Nacional del Carnaval devino anunciación cultural. Anunciación, de renovaciones organizacionales replicadas en expresiones revitalizadoras de nuestra cultura popular tradicional. Anunciación, de que los sueños culturales son tangibles cuando se une, en concierto único, la creatividad cultural popular, el apoyo interinstitucional gubernamental, en alianza con un empresariado de alta sensibilidad social, y todos trabajan coordinadamente, en equipo, en pos del fomento de la tradición cultural de este pueblo, entonces, las aspiraciones personales quedan atrás, los celos/rencores entre viejos carnavaleros ceden paso a los intereses de la colectividad. El bien común, como fin último, se hace canción que tarareamos, a una sola voz, impulsados por el compositor y trovador, por ese líder-repartidor de besos, de abrazos y de sonrisas sinceros como de esperanzas. Ese artista-líder nuestro, con su vestuario del Diablo Cojuelo fue revelación simbólica de la fusión del artista y el funcionario, sin egos elitistas, sin límites separadores, sin falsa superioridad. Esas distancias irreales que desaparecen ante una alta sensibilidad artística, social y patria. Al bailar en la calle con Vitico Erarte, José Antonio Rodríguez, el artista-Ministro, anunciaba la integración con los dolientes la cultura, con los protagonistas del hecho cultural, nos enviaba el meta-mensaje de que todos somos hacedores culturales.
Con el Desfile Nacional, el Carnaval de República Dominicana comenzó el pasado domingo, una regeneración de la creatividad cultural que le brota, por naturaleza, a este pueblo. Disfrutamos de un nuevo revolotear de colores con otras intensidades, de una apacibilidad organizativa productora de una fluidez en el Desfile, sin apuros desacertados originadores de fricciones y desafueros. Si algo falló “detrás de bambalinas”, los que nos gozamos el carnaval, ni nos enteramos. Todo parecía muy bien hilvanado como la métrica poética. Y quizás, sí, era eso, una poesía que se hizo entre todas las manos juntas, de los hacedores del Carnaval. Y lo más extraño fue que nos mirábamos y éramos, casi los mismos que éramos antes, casi los mismos rostros pero con nuevas pautas e ideas, y con otro ímpetu. El Desfile Nacional sorprendió a los descreídos e iluminó las esperas de los cambios –positivos- en la cultura. Nos hizo creer en el futuro, en que las utopías siguen, ahí, en el horizonte y aún sirven para eso: para andar, como dijo el poeta.
Los diseños de las comparsas fueron reveladores de un trabajo más elaborado, sin embargo, debieran enriquecerse con coreografías y escenificaciones propias del discurso conceptual y estético que enarbolan, pues la tradición no solo se ve, sino que hay que sentirla, bailarla, representarla. Debemos enriquecer, también, para próximas ediciones, la música propia del carnaval, una música que sea escogida por el pueblo que al final es el Juez Supremo. No obstante, las carrozas y comparsas nos trajeron nuevas propuestas. Emocionaban el solo verlas pasar. Deslumbraban los vestuarios multicolores de la historia nacional. Dejaban un sabor dulce a pasión y entrega de los carnavaleros; y a ellos, se les veía el gozo en sus ojos profundos, en sus gestos metidos en los personajes que llevaban por dentro y por fuera. Estaban calmados y radiantes. Y es que para dedicar toda una vida al carnaval, es solo porque se lleva en la sangre y se trasmite de generación en generación, por eso, cuando se sienten estimulados, son inusitados los resultados. Claro, hablo de los carnavaleros de corazón. Ellos debieran enseñar a sus hijos, a los nuevos carnavaleritos, para conservar la tradición y multiplicarla con nuevos talentos.
Por eso sigo pensando que este pueblo merece que los carnavales se realicen, a escala comunitaria, y se originen desde la comunidad, sustentadas con los resultados de las investigaciones sobre el folclore, desde ambas, se redescubre la esencia inigualable de la tradición. Porque si este año, con mejor organización, se lograron muy buenos resultados, podremos brindar a los dominicanos y al mundo, una autenticad y calidad aún superior, en futuras ediciones.
Cada año seguiremos haciendo la fiesta del cuerpo, del alma y de la cultura popular tradicional dominicana que es el carnaval, para que verdaderamente se cumpla la anunciación de Luis Díaz y… ¡Bailemos todos, en el carnaval, de noche y de día!
“¡Ay! En el carnaval, baila en las calles, de noche y baila en las calles, de día (…) Y la esperanza tuya es la esperanza mía, baila en las calles de noche, baila en las calles, de día. Para que el pueblo baile con alegría (…)” LD