Discurso en la ceremonia de obtención del Premio Nacional de Ensayo Científico, en los Premios Anuales de Literatura
Dr. Leonardo Díaz
En Oriente, una venerable tradición filosófica hace del desapego el propósito de la vida humana y entiende la búsqueda del reconocimiento como uno de los tantos deseos que aprisionan la conciencia.
En contraposición, la cultura occidental reafirma al yo y al principio del deseo, entendiendo el deseo de reconocimiento como algo constitutivo del ser humano.
Según la interpretación que el filósofo Alexander Kojève nos legó sobre Hegel, existen dos tipos de deseos claramente diferenciables. Por una parte, el deseo animal, que tiende hacia los objetos, muchas veces consumibles. Por otro lado, se encuentra el deseo humano, que trasciende las cosas remitiendo al deseo mismo. Esto es, un deseo que busca el del otro, iniciando un conflicto donde se es capaz de arriesgar la vida por obtener el prestigio, iniciando así el proceso civilizatorio que da origen a la cultura.
Así, a diferencia de los animales, los seres humanos deseamos el reconocimiento de los otros, su valoración. Esto constituye parte de nuestra condición de animales simbólicos.
Esto no significa que seamos fundamentalmente vanidosos e individualistas. El término ¨símbolo¨ significa desde el punto de vista etimológico, ¨conjunción, acuerdo, unir las partes de un objeto¨. Remite a la práctica antigua de que, al romper un objeto en dos partes iguales, quienes llegaban al acuerdo conservaban una parte igual a la otra. Separadas, estas partes carecían de valor. Unidas, poseían sentido, valor, reconocimiento.
En este sentido, la condición simbólica del ser humano implica el reconocimiento como dimensión relacional, comunitaria. El acto de reconocer nos vincula, fortalece nuestro sentido de comunidad, no solo porque el mismo no puede concretizarse de manera solitaria, sino también, porque las sociedades necesitan modelos de conductas y realizaciones que se conviertan en ejemplos de acciones para la reproducción y sostenimiento de las mismas.
En este contexto, las premiaciones tipifican esta necesidad social de ejemplarizar, de ¨señalar caminos¨ por donde los estamentos de autoridad quieren que se realicen los trayectos en una determinada situación histórica. Lo premiado y reconocido, en un momento determinado, se muestra como ejemplo de lo que debe aspirarse y debe ser seguido, realizado, recreado.
Por consiguiente, para todos los que esta noche somos homenajeados con las premiaciones de las distintas modalidades o renglones que constituyen el Premio Anual de Literatura, es un motivo de orgullo y satisfacción ser señalados esta noche como ¨indicadores de trayectos¨.
Es aquí donde se encuentra el principal valor social de la entrega de una premiación como las que nos convoca esta noche. Muestra horizontes de creación en la novela, el cuento, el teatro, la literatura infantil, la investigación sociopolítica, histórica, literaria y científica.
Subrayo el aspecto de “mostrar horizontes”, puesto que, como nos lo recuerda siempre la filosofía, no está dada a la condición humana la posesión de la verdad definitiva en los dominios del saber. Lo que cada uno de los homenajeados esta noche ha logrado, constituye un punto de partida desde el cual deben reformularse los problemas, arrojarse conjeturas y someterse al análisis crítico más riguroso las creaciones y argumentos externados. Es así como la empresa del conocimiento humano nos ha llevado en un proceso evolutivo de millones de años, desde las cavernas hasta las estrellas.
Sé que recojo el espíritu de todos los homenajeados de esta noche al esperar que las obras hoy reconocidas por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana se conviertan en un estímulo para nuevas creaciones literarias, sociopolíticas, históricas y científicas.
De la emergencia de estas nuevas creaciones depende el futuro espiritual de nuestra sociedad, su posibilidad de seguir acrecentando sus perspectivas de auto comprensión y crecimiento en interacción fructífera con las demás comunidades del planeta.
Por nuestra parte, el homenaje que se nos hace esta noche nos obliga al compromiso de seguir desarrollando nuestras líneas de investigación, asumiendo como norte las palabras del poeta Thomas Eliot: “No dejaremos de explorar y el final de la exploración será llegar al punto de partida y conocer el sitio por primera vez”.