No quisiera comenzar este artículo cuestionando las acciones que se han ejecutado durante la crisis mundial por el coronavirus. Por el contrario, me inclino a pensar que cada momento de riesgo o dificultad es una oportunidad que se nos presenta para identificar soluciones y generar nuevos conocimientos.
Partiendo de esta premisa, quisiera reflexionar sobre uno de los mejores análisis que he leído recientemente relacionado con la situación excepcional que estamos viviendo. Se trata de una entrevista realizada la semana pasada a George Papandreou, ex primer ministro de Grecia, quien se desempeña actualmente como presidente de la Internacional Socialista y miembro del Club de Madrid, organización que reúne a exjefes y exjefas de Estados y Gobiernos democráticos de diversos países.
En esta entrevista, realizada por la agencia de noticias Xinhua, Papandreou se refirió a que la globalización debería servir para fines pacíficos y, asimismo, construir una mayor cooperación entre los Estados. En este sentido, citó el rol que debe desempeñar la Unión Europea, como comunidad de integración y gobernanza supranacional.
Hizo referencia, además, a un elemento que me parece de particular importancia: la necesidad de cambiar la “gobernanza mundial”. Es decir, trabajar con objetividad en la organización de las sociedades a nivel global y evitar prácticas unilaterales por parte de los Estados.
Esto último me pareció sumamente interesante. Ya es hora de dejar de lado las ideas nacionalistas y ultraconservadoras para ubicarnos, real y efectivamente, en un nuevo contrato social que garantice de manera segura el bienestar de los ciudadanos. Urge tomar medidas en las áreas de salud, educación y trabajo, como bien afirma el político griego.
Hay que erradicar las ideas nocivas que dañan nuestras sociedades e identificar las áreas comunes en las cuales podemos trabajar. Una de ellas sería el suministro de alimentos, que requeriría determinar las necesidades de los trabajadores del sector agropecuario. Igualmente, los problemas que afectan los sistemas nacionales de salud y seguridad social, que esta pandemia ha dejado en evidencia. De ahí la relevancia de médicos, enfermeras y personal de apoyo en clínicas y hospitales.
En el caso específico de la salud, en muchos países se ha podido apreciar el déficit de recursos humanos para enfrentar esta situación extraordinaria. Sin embargo, en ellos viven miles de profesionales inmigrantes con necesidad de empleo que pueden aportar sus habilidades y conocimientos. Lo mismo sucede en otras áreas y sectores económicos. No se trata de sustituir a los nacionales por los inmigrantes, sino de tener en cuenta la contribución que estos pueden hacer a los países de acogida por su experiencia y calificación para cubrir una u otra actividad.
A estas alturas, deberíamos considerar inaceptables las teorías de conspiración, las actitudes xenófobas, y centrarnos en el bienestar de la gente.
La globalización llegó para renovarnos y modernizarnos, no para destruirnos. Los enfrentamientos políticos, militares y comerciales deberían quedar en el pasado. La guerra que hoy tiene que librar la humanidad es la de su supervivencia, con bienestar y oportunidades para todos y todas, sin discriminación de ningún tipo.
Si algo positivo se puede sacar de esta crisis, es que no la gana ningún país por sí solo, por muy poderoso que presuma ser. Los Gobiernos, con el apoyo de los organismos internacionales y regionales, deben trabajar por el objetivo común de preservar los intereses de toda la humanidad, mediante la construcción de sociedades más justas y cooperativas.
Al margen de las investigaciones sobre cómo comenzó y se propagó la pandemia, o quién o quiénes lo hicieron, debemos centrarnos en su manejo adecuado y las lecciones aprendidas. Este no ha sido el primero ni será el último desafío al que la humanidad tendrá que enfrentarse.