El presidente Medina se robó la atención de los lectores más distraídos que seguían las noticias sobre el asesinato de Juancito Sport. En un momento en que la prensa luchaba por conseguir la última actualización de información sobre este lamentable hecho, Danilo logró llegar a los titulares dejando boquiabiertos a todos, incluyendo probablemente hasta al más fiel creyente de la fe cristiana.
Graduándose de ingenuo o de ingenioso, Danilo Medina aprovechó a los periodistas, a quienes había ignorado por varios meses, para llamar a los dominicanos a ‘acudir a Dios’, en lugar de hacer referencia a los principales problemas que han estado arrastrando a los ciudadanos de este país a la miseria, no sólo económica, si no también emocional, y que se pueden ver claramente en este caso.
Prácticamente eliminando por completo todas las informaciones de primera plana sobre los jueces y fiscales que nos han hundido un poco más, el asesinato del que fuera alcalde de Santo Domingo Este nos recuerda, una vez más en este año, que tenemos que tomar decisiones que se traduzcan en acciones que puedan sacarnos de este hoyo en el que nos estamos metiendo. Hacer lo que nunca se ha hecho, ya que la respuesta del Presidente fue la más ligera y sosa que pudo dar en este momento tan crítico que vivimos como sociedad.
Poniendo a un lado las razones personales que llevaron al asesino a cometer un acto tan irracional y doloroso, o del motivo que tuvo Juancito Sport o su hermano para arrinconar a ese señor como según se dice, me pregunto ¿qué pasa por la cabeza de todos esos políticos que fueron a llorar la partida de su compañero cuando este hecho no es más que un reflejo de lo que nos estamos convirtiendo porque ellos no están haciendo su trabajo si no que van a comer, dormir, y a vivir la vida de los Dioses con el dinero que producen los que sí trabajan? ¿Vivir con tanto despilfarro en un país donde sólo parece importar el dinero? Dejen a Dios tranquilo, que nadie puede hacer nada por nosotros si nosotros no estamos dispuestos a cambiar.
Hay tres aspectos fundamentales que giran en torno a este hecho que deben ser discutidos con mayor profundidad y ser tratados de manera objetiva en lugar de apelar a Dios para resolver los problemas que ha creado el hombre.
Deben plantearse y resolverse pensando sólo en el bien común. El primero de ellos es la creciente cultura de violencia, ya que salir a la calle y regresar sano y salvo a su casa parece ser una lotería. La vida parece ir perdiendo el valor a medida que surgen máquinas devoradoras de dinero suyo y ajeno, sin importar cómo lo producen o de dónde lo sacan.
La violencia no sólo viene de parte de los delincuentes, viene con la prepotencia que sienten los políticos y narcotraficantes por tener el poder en sus manos, viene de la arrogancia de aquellos que se creen superiores a los demás porque tienen un arma, de la ambición de los que se juegan el todo por el todo y de la porquería de educación que nos gastamos en las escuelas y en muchos de los hogares, sobretodo, y sólo hay que sobornar a un juez para salir libre luego de cometer un homicidio si es que atrapan a uno. Prohibir las armas sería un error, porque encarecerían los precios de las que son fabricadas en patios y crecería el mercado negro.
En segundo lugar, hay que poner un alto a la prensa amarillista. Los negociantes de las noticias quieren generar más dinero lanzando primicias y noticias sin filtrar. Parecen aves de rapiña que gozan de pasar videos de gente desesperada, metiéndose en funerarias y haciendo fiesta de gente en situaciones tan desgarradoras. Todas estas ‘noticias’ son pasadas en cualquier horario, además de que una gran parte de la población repudia estas acciones. No tienen piedad. No se respeta el dolor, los llamados reporteros se empujan, se dan codazos, los medios publican fotos crudas de los cuerpos, alimentando a las mentes morbosas y a los chismosos en lugar de hacer un reportaje honorable. Peor aún, es hasta sensacional que se muera alguien para aparecer llorando en las revistas que reseñan el glamoroso entierro, por lo que nosotros como ciudadanos tenemos que revisarnos también.
Otro aspecto es el estado de desesperación al que estamos llegando los dominicanos. Despertarse es un estrés, desde amanecer con problemas de agua y luz, y seguridad, seguido por meterse a la jungla que le llaman calles llenas de chivos que nunca han visto un manual del conductor, problemas en el trabajo, servicios públicos y privados caros y que no sirven, y sin tener a quién recurrir, y producir dinero honradamente es cada vez más difícil. No hay justicia, no hay orden, no se siguen las reglas ni las leyes, y luego aparece uno que pierde la cabeza porque tanto le da la gota al cántaro hasta que le hace un hoyo.
¿A lo que estamos viviendo le llamamos ‘progreso’? Dios no va a venir al Congreso a votar por leyes que puedan cambiar el rumbo de nuestra sociedad. Hay que poner un alto a la corrupción y hay que tener y aplicar leyes más duras para castigar la violencia, como también que los mismos medios de comunicación sea hagan conscientes del rol que están jugando porque libertad de prensa puede ir de la mano con una prensa socialmente responsable, y finalmente hay que quitarle presión a la población dominicana antes de que esto estalle. Le gente tiene que empezar a sentir respeto en lugar de sentirse dueños de este país. Nuestra situación es producto del desorden con el que estamos ‘progresando’.
Juan de los Santos fue enterrado con todos los honores, su seguridad fue enterrado en un humilde cementerio, y Luis Esmerlin Feliz pasó a la historia en una tumba sin nombre. Tres familias destrozadas para siempre, y una situación que pudo tener otro final. La vida continúa mientras esta historia pasa al cuadrito más pequeño de la prensa dominicana hasta desaparecer, porque hasta la ciruela pasa.