Igual que tú y que yo, Gonzalo Castillo tiene el derecho de hacerse un selfie en cualquier monumento del patrimonio nacional.
Patrimonio significa que todo dominicano es compromisario y propietario del signo, símbolo, nombre, legado.
Cuando Juan de los Palotes decide hacerse una foto con ese símbolo tiene tanto derecho como el escultor para hacerle una esfinge, el dibujante para hacer su boceto, el poeta para versarlo, el historiador para contarlo, y cada cual con su musa lo usa.
Juan Bosch es patrimonio nacional por ley. Y esa es una que yo he celebrado en grande. Porque estaba harta de los que viven de una herencia familiar sin siquiera coincidir con su pensamiento.
La ley 270-19 que declara su nombre como patrimonio documental cultural del pueblo dominicano, me quitó el sofoque. Juan Bosch es tuyo, es mío, es de los ladrones que robaron las letras de metal con su nombre en la tumba de La Vega. Es de los ladrones que robaron la tarja bajo su busto en la UASD. Es de cualquier niño que lo quiera pensar en un cuento. Es de cualquier novia que sueña con que le lleven "La Gaviota" de serenata. Es de cualquier padre y madre que lee a sus hijos "Un cuento de Navidad". Es de cada estudiante que entiende la vida y la muerte de Luis Pié o Encarnación Mendoza.
Por lo tanto también es de Gonzalo Castillo, es de Leonel Fernández, es de Luis Abinader y es de Hipólito Mejía, es de la izquierda que siempre se equivocó con él y hoy lo reivindica. Es de la derecha que anochecida y taciturna reflexiona sobre lo que le quitó al país. Es de todos.