El tema más abordado en el último año sobre educación en general, sin duda que ha sido la educación en la pandemia o la educación más allá de la pandemia. Este se aborda desde diferentes perspectivas: educación en la pospandemia; en el siglo XXI, la educación vista como sistema híbrido; educación a distancia, como modelo que llegó para quedarse. En fin, son diversas las miradas, opciones y perspectivas.

Muy pocos refieren cuáles son las grandes transformaciones que requieren los sistemas educativos en nuestros países, en qué consiste la nueva normalidad, cuál o cuáles son las innovaciones y para servir a quiénes son esas innovaciones, qué decisiones asumir tomando en cuenta el sujeto de los procesos de aprender. En particular, qué decidir cuándo de población joven y adulta se trata, excluida del derecho a la educación desde antes de la pandemia, una población de 15 años y más.

Lo que no es posible evadir es la necesidad de repensar la educación, la propia UNESCO lo planteó antes de la pandemia: “vivimos en un mundo que se caracteriza por el cambio, la complejidad y la paradoja (…) la vulnerabilidad, la exclusión y la violencia se han intensificado, en todo el mundo” (1). Todo esto se ha multiplicado y puesto en evidencia con la pandemia.

Los informes realizados por agencias de diferentes naturalezas, desde que se inició la pandemia se refieren al sujeto, niños, niñas y adolescentes, escasamente hacen referencia a los jóvenes y casi nunca a las personas adultas, de manera explícita. En algún caso se aborda de manera amplia, sin abordar la especificidad.  Los niños, niñas y adolescentes, así como las personas adultas y adultas mayores, han vivido el impacto de la pandemia de manera dramática, según el tramo de edad correspondiente.

En el informe elaborado para DVV, presentado en el mes de octubre del 2020, se hace referencia, a nivel general, a la realidad presentada en diferentes países de la Región Andina y el Caribe. El referido informe, destaca cómo se afectaron diferentes ámbitos por efecto de la pandemia: laboral, familiar, emocional o psicológico, educativo, social, entre otros. Afectó diferentes actores, de manera significativa a estudiantes y docentes.

Para el estudiante joven y adulto es muy importante el estudio, resultado de su propia decisión, pero tiene otras urgencias como son: atención a las necesidades familiares, trabajo, generar ingresos para alimentación, para la salud. Con la pandemia esta situación se agudizó. La desconexión por el confinamiento provocó importantes exclusiones del proceso de aprendizaje; en el caso de los docentes sufrieron significativas condiciones de estrés, presión desde las propias instituciones, había que dar seguimiento a los estudiantes, a resultados de aprendizaje, invertir de sus propios recursos para mantener conexión y contacto y realizar seguimiento, comprar paquetes de internet para apoyarlos, fotocopiar los materiales que recibían por vía digital; dar respuesta por herramientas y medios digitales sin tener conectividad, ni recursos tecnológicos para lograrla. Esto último sobre todo en la educación pública.

Las clases presenciales fueron suspendidas en todos los sistemas educativos, como se pudo contactar en el caso de las poblaciones de personas jóvenes y adultas, la suspensión se hizo al final, de manera improvisada y sin especificaciones para dar continuidad, salvo raras excepciones.  Frente a los problemas y desafíos que se presentan en el informe se aprecia que son demandas expresadas incluso previo a la pandemia, como, por ejemplo, el aumento del financiamiento y la visibilización de la educación de personas jóvenes y adultas.

El informe de la Campaña Latinoamericana y Caribeña por el Derecho a la Educación, CLADE, elaborado entre los meses de junio y septiembre de 2021, se sustenta en el análisis de fuentes secundarias de carácter documental y foros con diversos organismos internacionales y de la sociedad civil, incluida la reunión preparatoria para la regional de la CONFINTEA VII y en una exhaustiva búsqueda de información en dieciocho países de la región, especialmente, informaciones, orientaciones y noticias producidas en pandemia. Se elaboraron fichas descriptivas para levantar información, correspondientes a diferentes países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

Entre los referentes que dan coherencia al texto de CLADE, se destacan dos perspectivas fundamentales: el enfoque del derecho a la educación como un derecho humano fundamental y el posicionamiento de la educación de personas jóvenes y adultas.

El enfoque de derecho se sitúa desde una perspectiva emancipadora, que resalta “la dignidad de los sujetos como condición para el logro de la justicia social y la capacidad de la EPJA para defender derechos y ejercer ciudadanía”, según señalan sus autoras.

Hoy día asistimos a un nuevo posicionamiento a la EPJA al reconocer a los sujetos, sus prácticas y métodos, como protagonistas en la configuración de conocimientos y modos de construir tanto políticas como vínculos pedagógicos. En este sentido, América Latina y el Caribe tienen una rica y vasta experiencia que recuperar y aportar desde la educación popular y la participación social.

El derecho a la educación y la revitalización epistemológica de la educación con personas jóvenes y adultas, se sitúan en un contexto caracterizado por una profunda crisis multidimensional y sistémica calificada como “crisis civilizatoria”. Desde esta perspectiva, se plantea el desafío de encontrar salidas que requieren cambios profundos sustentados en imperativos éticos, políticos y pedagógicos. Al respecto, diversas voces señalan propuestas basadas en el “Buen vivir”.

Una primera constatación es la escasa disponibilidad y dispersión de fuentes, lo que dificulta una sistematización actualizada de la situación de la educación con personas jóvenes y adultas. A la falta de información estadística se suma la escasa visibilidad de la EPJA, en esto coinciden ambos informes. Con frecuencia se constata que, desde la mirada internacional, la EPJA no es visible ni como instancia dentro del sistema ni como sujetos de derecho a la educación. En otros informes consultados, se hace referencia a personas jóvenes y adultas por su vinculación y apoyo a sus hijos e hijas (niños, niñas y adolescentes) y no se les reconoce como sujetos de procesos educativos, no se destaca el derecho a su propio desarrollo educativo.

No es fácil dimensionar el impacto efectivo de la pandemia en EPJA, no hay información sistematizada disponible, se mencionan datos parciales, narrativas referidas a localidades o centros que solo se pueden encontrar en una búsqueda focalizada que tiene sus límites cuando se trata de un informe regional.

Sobre presupuestos o recursos adicionales para enfrentar la pandemia, no hay información al respecto, más bien se informa de lo contrario, cierre de establecimientos, recorte en canastas de alimentos, falta de implementos sanitarios, falta de agua potable, ausencia de aportes para el desplazamiento seguro de docentes. Se menciona también el lugar que ocupan las personas adultas en su propio hogar, la escasez de recursos y la prioridad dada a la continuidad de estudios de los hijos e hijas. Son abordados otros aspectos, entre los que se destacan: la institucionalidad, condiciones de uso de la tecnología, actores de la pandemia, la dimensión pedagógica y el financiamiento.

Las acciones y reacciones de los países en pandemia están en correspondencia con las políticas y situaciones previas al impacto de la COVID-19.  Un aspecto crítico es la debilidad institucional para proyectar políticas de largo plazo, antes y en pandemia la tendencia dominante ha sido la omisión de la EPJA o la subordinación acrítica a las orientaciones generales del sistema educativo.

Los países que han logrado continuidad educativa en pandemia tienen experiencias y políticas previas, generalmente relacionadas con programas flexibles, desde la cual se organizan respuestas adecuadas que ofrecen alternativas parciales.

La adaptación forzosa a las plataformas digitales también tiene valoraciones positivas en cuanto a las posibilidades de comunicación y de desarrollo de competencias necesarias en el mundo actual. El peligro, especialmente para la educación con personas jóvenes y adultas, es la vivencia de nuevas exclusiones y debilitamiento de la oferta generada por la brecha digital. Si hay una idea fuerza que, en todos los debates y conversatorios, se puso en evidencia es el insustituible valor del acto educativo presencial.

En pandemia se puso en el tapete la priorización y adecuación del tema curricular, el surgimiento de una perspectiva de articulación entre disciplinas y el levantamiento de núcleos de aprendizaje, posibilitando contar con experiencia para una auténtica revolución curricular, adecuada a las necesidades, deseos y aspiraciones de la población joven y adulta desde un enfoque integral.

A nivel pedagógico se manifiesta con relevancia la formación socioemocional y como dispositivo de comunicación resurge la importancia de la radio como un instrumento al servicio de la comunidad de innegable valor educativo.

Entre las reflexiones y conclusiones que provocan ambos informes, se destacan aspectos relativos a las políticas, alertando sobre el riesgo de acentuación de la invisibilidad de la EPJA, como también de la falta de reconocimiento de las personas jóvenes y adultas como sujetos de derecho a la educación y no sólo como “apoyo” a la continuidad educativa y soporte emocional para las y los hijos e hijas.

Se resalta el papel de las y los docentes, el valor del aprendizaje solidario, compartido, la capacidad de generar estrategias de vínculos humanos y pedagógicos en pandemia, en contraste con la acentuación de la desigualdad por falta de acceso a la tecnología y medios de comunicación.

Un aspecto relevante, no solo en EPJA, es la percepción de agotamiento y límites del modelo actual en pandemia, en la mayoría de nuestros países, está ausente la búsqueda y construcción de una nueva institucionalidad. A este agotamiento, no le basta la inclusión de la conectividad y la virtualidad para transformarse y responder a un nuevo modelo societal, se requiere de nuevos paradigmas, que fundamenten un sentido de “SER MÁS” ético, político y pedagógico.

  1. Cobró importancia el aprendizaje intergeneracional e intercultural.
  2. Surgieron estrategias de apoyo y solidaridad.
  3. Se resignificó el contexto desafiando el sistema a repensar la oferta educativa.
  4. En algunos casos se abrió un diálogo transversal en las casas y en los espacios comunitarios y laborales.
  5. El reconocimiento y valorización de ese espacio de encuentro es también una manera de valorizar a las personas jóvenes y adultas como sujetos de derechos y como productores de conocimiento y hacedores de cultura.
  6. Soñar con un país donde las personas pueden llegar a ser sujetos capaces de ejercer democráticamente sus derechos como ciudadanos y ciudadanas.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se sitúan como un marco de referencia universal, cuyo valor se reconoce en los informes referidos. No obstante, se señala la nula presencia de la Educación con personas jóvenes y adultas, EPJA, en éstos y una falta de visión para comprender el enorme potencial que tiene el aprendizaje de las personas jóvenes y adultas como se reconoció y explicitó en la Sexta Conferencia Internacional de Educación de Adultos, CONFINTEA VI.

Notas:

  1. Repensar la Educación, 2015
  2. César Uribe, V encuentro Andino, para la DVV, agencia alemana de cooperación, octubre del 2020,
  3. Autoras: Gloria Hernández Flores, María Eugenia Letelier Gálvez, Sara Elena Mendoza Ortega; para CLADE, octubre 2021.
  4. CONFINTEA VI, BELEM, Brasil, 2009