En las discusiones para la concertación de un Pacto Fiscal, el tema del déficit en las cuentas del Gobierno ha dominado la escena y pudiera ser el nudo a desenredar para alcanzar el objetivo perseguido. ¿Es ese déficit el problema básico de la economía; el trauma que será indispensable superar para sanear la actividad productiva de la nación o podría en última instancia convivir con un alentador crecimiento del PIB sin erosionar las bases del desarrollo nacional?
La inquietud surge a propósito de una historia publicada hace unos años acerca del déficit en las finanzas públicas del gigante petrolero Arabia Saudita provocado por el descenso en los precios del crudo, que en el 2015 alcanzó los 80,000 millones de euros (unos 100 mil millones de US$), mucho más que la suma anual de todos los bienes y servicios de la República Dominicana. Aunque resulte difícil imaginarlo, el déficit saudí creó desempleo y decenas de miles de trabajadores extranjeros tuvieron meses sin cobrar, en situación desesperante, según reseñara la prensa internacional. La razón de ese déficit estribaba en un descenso de los ingresos petroleros de un 41.2% de los ingresos públicos en el 2011 a un 14.2% en el 2016, según el FMI.
En lo que al país concierne, es cierto que el déficit presiona la actividad económica y alienta el endeudamiento. Pero a excepción del peso oneroso de la crisis eléctrica, la marcha de la economía no está subordinada a un renglón específico, como es el caso de Arabia Saudita, lo cual no significa que no se le preste al déficit presupuestario la importancia debida. En todo caso, la búsqueda de un pacto fiscal no puede estar solamente supeditada, a pesar de sus graves consecuencias, a superar el déficit del gobierno.
La enorme desigualdad social y las inequidades de un sistema tributario erigido sobre la clase media y el consumo, reclaman de encontrar otros caminos.