A lo que aspira el poeta Adrián Javier, es a materializar la paradoja y la contraditio genérica, esto es, a la ambigüedad del  signo-sujeto masculino y el signo-sujeto femenino; el generador temático formal constituye en su proceso la trama-sentido-fuerza del poema, de tal manera que las unidades poéticas se cohesionan en un espacio verbal que expresa los variados sentidos del poema desde la escena de la memoria y sus motivos. El cuerpo masculino habla “como si” fuese otro cuerpo: el masculino y su sombra.

De ahí que el texto se constituya como cauce de un imaginario poético abierto como género y como figura poética y auràtica:

desnuda

por un solsticio

impúber de oración

la siniestro/niña

aplaca en volandas

el monstruo hermoso

que soy

por su vacío

encima de la mesa

el agua en fuga

las líneas en derredor

tomando sorbos grises

de un vaso sopor

húmedo

similar al círculo

encendido

del amor y de la muerte

que rueda confundido

en su mitad insalvable

desterrada

por el dolor del futuro

desmemoria y crimen

que ya me sé

El poeta Adrián Javier supone dos semblantes, el doble de un cuerpo que “mira” y desde el cual se “mira” y se escucha ante un espejo que también puede tornarse masculino-femenino o femenino-masculino. La dialéctica del deseo se vuelve infinita en sus excesos.

En efecto, al entender que las relaciones entre cuerpo y pulsión, amor y muerte dialogan en un mismo acto transgresivo, el lector de Escribir en Femenino va más allá de dudas y trasiegos ambiguos para concluir que el poema, en sus actos fundantes, se impulsa como modo y ser en-el-mundo. Este camino heideggeriano lo asumió el poeta sin beber necesariamente en la fenomenología hermenéutica del filósofo alemán, siendo su intuición sentida más que pensada y vivida, más reservada como tendencialidad filosófica. Y así el mirar-se conduce a la soledad y a la desnudez de un cuerpo abyecto y socorrido por nieblas, sombras y todo un amasijo de mundos en diálogo abierto:

“y me vi de espalda al mar

mirando desnudo hacia el futuro

hecho mujer a coro

y llena de números perdidos

y cicatrices

entonces me pensé velero

amasijo mudo de la niebla

en el atardecer de los hombres

y vi que era buena

el hambre

y triste el sombra

magullado

que lo ata

Cuerpo, mirando desnudo, mujer  a coro, números perdidos y cicatrices, velero, amasijo mudo de la niebla, atardecer de hombres, hambre y sombra evocan un sentido de lo paradójico y lo contradictorio en el orden de aquello que moviliza el “don de la palabra” que fascina, ata y mata a la vez, ensayan un mundo y una mirada que se expande en el universo abierto y visionario del sujeto histórico y poético.

Al entrar en el tejido verbal del poema podemos sospechar que tiempo y cuerpo “ocurren” como sierpe y sinrazón del acto creacional, de tal manera que lo visional quiere salirse de la ficción y ocupar al otro, al incierto, al cuerpo débil de la trama y del doble que regresa como rostro y nervio del lenguaje.

El texto poético se dice entonces como eros-agapè como poesía y cuerpo del deseo, como pregunta por la “cosa” del delirio y el amor que tiembla, ríe y avanza como especie y logos cenital. Lo que implica estado originario del poema que habla su sentido. La boca del poeta se abre femenina y masculina. La visio amoris no se turba frente a ningún cuerpo merecido o inmerecido. Nacer en eros-agapé significa abrirse a las edades y simientes del poema.