Según analiza un trio de investigadores de la Universidad de Oxford en un reciente artículo, cuyo título traducido al español es “El daño colateral a la educación de los niños durante el confinamiento”, las escuelas neerlandesas cerraron durante ocho semanas de la temprana primavera debido a la pandemia. A pesar de su excelente infraestructura para el aprendizaje a distancia y los ingentes esfuerzos realizados por el sistema escolar, durante las ocho semanas de educación a distancia los estudiantes neerlandeses de básica perdieron en promedio el equivalente a 20% del aprendizaje de calidad usual durante un año escolar presencial. Este hallazgo significa que el alumno en promedio aprendió muy poco o nada mientras estudiaba desde el hogar, y lo que es peor, los estudiantes de familias con bajo nivel educativo perdieron 55% más que los estudiantes privilegiados, ensanchando involuntariamente la brecha educativa. Este es el principal daño colateral del cierre de escuelas para continuar la educación a distancia en una nación que figura entre las primeras en el Índice de Acceso Digital con una puntuación de 0.79, comparada a 0.42 de la República Dominicana.
Los estudiosos de la experiencia neerlandesa concluyen advirtiendo:
A medida que gran parte del mundo se encamina a una segunda ola de la pandemia, es vital entender cómo el cierre de escuelas impacta el progreso escolar y conocer el daño desproporcional sufrido por los estudiantes de hogares marginados. Con nuevas clausuras de escuelas como recurso para combatir la pandemia sobre el tapete, nuestro estudio provee información crucial para los decisores. Los resultados son aleccionadores.
En el “mejor de los casos”, un confinamiento corto y con excelente infraestructura para el aprendizaje a distancia, los estudiantes aprendieron poco o nada desde sus hogares durante el cierre de las escuelas. En resumen, estos resultados evidencian la urgencia de satisfacer los requerimientos de aprendizaje de los escolares e implementar medidas para compensar las pérdidas sufridas.
Los hallazgos de los investigadores de la Universidad de Oxford solo vienen a confirmar lo que muchos otros estudiosos habían pronosticado al momento de cerrar las escuelas en base a experiencias anteriores. Por ejemplo, en un artículo publicado el 1 de abril, dos economistas de la Universidad de Bristol advirtieron sobre la necesidad de prever esta realidad para compensar y recuperar los aprendizajes perdidos y la interrupción de las evaluaciones, dedicando oportunamente recursos adicionales para el sistema escolar, sobre todo en apoyo de los estudiantes en desventaja por sus circunstancias familiares.
La experiencia con el cierre de escuelas y la educación a distancia en el Reino Unido no solo confirma lo descubierto en el sistema escolar neerlandés, sino que además revela que sufrieron sobre todo los niños más jóvenes y de familias pobres por la falta de un ambiente propicio para el estudio en el hogar.
Reconociendo las serias limitaciones de la educación a distancia desde antes de finalizar los citados estudios, sobre todo para los alumnos de inicial y básica, los sistemas escolares de Europa Occidental volvieron a la educación presencial a la primera oportunidad. Ante los embates de la segunda ola que ha vuelto a los niveles de contagio de la primavera y que ya provocan la suspensión de actividades de toda índole, los europeos se resisten a cerrar las escuelas de nuevo porque reconocen el efecto duradero que el daño colateral del cierre tuvo en la primera ronda. Además, el nivel de contagio en los planteles escolares es muy reducido cuando se observan las medidas sanitarias recomendadas.
En adición a mantener las escuelas abiertas ante el fuerte resurgimiento otoñal del COVID-19, los europeos buscan revertir las pérdidas de aprendizaje sufridas durante el cierre de las escuelas. Una de las estrategias más interesantes recién inicia en el Reino Unido, enfocada precisamente en eliminar la brecha de los alumnos que más sufrieron el daño colateral de la suspensión de las clases presenciales. Los dos economistas de la Universidad de Bristol explican el criterio para la estrategia principal escogida por los británicos para remediar las lagunas de aprendizaje de los alumnos desaventajados, el Programa Nacional de Tutorías, con una inversión de 1,000,000,000 de libras esterlinas (unos 77,000,000,000 de pesos dominicanos):
“El cierre de las escuelas significa pérdida de aprendizajes, destrezas disminuidas y reducidas oportunidades para la vida y el bienestar.
Una estrategia para estrechar esta nueva brecha de aprendizaje requiere ser rápida, centrada en la escuela – no en línea, y suplemental a las clases regulares. Sobre todo, debe haber evidencia de su eficacia.
La política que mejor cumple estos criterios es la tutoría en pequeños grupos en la escuela.”
Con importantes programas compensatorios para los estudiantes de familias marginadas, las naciones europeas confirman su compromiso con la equidad, así como su voluntad de mantener su competitividad con las naciones asiáticas que se destacan por su desempeño educativo.
El daño colateral del cierre de escuelas es significativo en todas las sociedades, pero lo es mucho más donde la suspensión de clases presenciales abarca dos periodos lectivos consecutivos y las condiciones en muchos hogares son precarias, no propicias para la educación a distancia. El costo educativo y económico de mantener las escuelas cerradas en los países de bajos y medianos ingresos no lo podremos cuantificar fácilmente, pues en muchos países de América Latina carecemos de las herramientas que tienen el Reino Unido y los Países Bajos para la oportuna evaluación, pero sentiremos con creces las negativas consecuencias sociales en el porvenir, sobre todo si no ponemos nuestras barbas en remojo y reaccionamos para reparar el daño colateral a tiempo.