El uso de la tecnología es parte imprescindible en la vida cotidiana de los jóvenes y niños, no importa el estrato socio – económico al que pertenezcan. El acceso a la misma ha permitido reducir la brecha del conocimiento, facilitando la comunicación entre personas separadas físicamente y puesto en nuestras manos un mundo infinito de información.
Sin embargo, su uso no siempre es de carácter positivo. Con la tecnología, se incrementó el uso de celulares y smartphones con sus diversas aplicaciones (cámara, video, chats, internet, instagram, twitter, etc.) a solo un clic de distancia, y también la intimidación y cyberbullying.
Los acosadores en ocasiones utilizan el internet y la tecnología para intimidar o agredir de alguna manera a sus víctimas. Guardan en el anonimato su identidad, usando nombres ficticios o seudónimos. Se esconden detrás del teclado para propiciar las agresiones, amenazas, burlas, chantajes o intimidaciones de toda índole, difundiéndolas de celular a celular, a través de internet, por Messenger, whatsapp o cualquier otra plataforma de intercambio de mensajes. Todo esto, aunque no lo parezca es una expresión de violencia, pues juega con la integridad de la persona afectada.
El ciber-acoso es una nueva forma de agredir psicológicamente a otros, usando cualquier tipo de tecnología. Existen múltiples consecuencias derivadas de este tipo de intimidación como son estrés, humillación, ansiedad, depresión, ira, impotencia, falta de apetito, desgane, enfermedad física, pérdida de confianza en sí mismo, en otras el derrumbe emocional que puede conllevar al suicidio como se ha visto en casos recientes tanto a nivel nacional como internacional.
Nadie está exento de ser víctima de ataques y ciber-acoso. En mi caso, apenas hace unos días, recibí un texto insultante, bastante calificativo y ofensivo vía whastapp desde un número desconocido. Sin embargo, gracias a los mismos avances tecnológicos logramos identificar la persona portadora de dicho teléfono. Esta persona, un total desconocido para mí, ni cercano a mi círculo de accionar, se prestó para escribir dicho mensaje motivado por el sentir de una compañera de mi colegio.
No somos azúcar para gustarle a todo el mundo, pero prestarse a motivar e incitar a otro a realizar este tipo de acción demuestra el nivel de inseguridad, calidad humana e incapacidad para enfrentar cara a cara los problemas.
Pero el ciberbullying no es juego de niños, los adultos pueden ser focos de ataques también. Cuando situaciones como esta ocurran, es importante tener todas las pruebas del acoso: mensajes, fotografías, comentarios, etc., que hayas recibido. Existen múltiples maneras de determinar exactamente quien está realizando la acción. Lo primero que tiene que hacer es ponerse en contacto con el servicio o proveedor telefónico o de contenidos a través del cual se produce el ciber-acoso. Por ejemplo, en este caso, si está recibiendo mensajes de teléfono celular hirientes o amenazantes, póngase en contacto con su compañía de teléfono celular para obtener asistencia. En ese mismo sentido, familiarizarse con los procedimientos establecidos por el departamento de Delitos y Crímenes de Alta Tecnología de la Policía Nacional.
El internet, los smartphones y las redes sociales han hecho que sea tan fácil para estos cobardes arrojar sus horribles abusos verbales y para enlistar a otros en sus planes. Se creen muy valientes sentados detrás de sus pantallas de computadoras, o de sus celulares, mientras se esconden a través de un teclado. Piensan que no serán descubiertos o atrapados, que no hay manera de rastrearlos o que incluso podrían creer que no están violando ninguna ley al enviar estos mensajes vía celular, denostando a otros. Para beneficio de todos el campo de la informática forense esta avanzando cada día más, permitiendo a la policía y autoridades pertinentes localizar a los responsables y enjuiciarlos.
Martin Luther King dijo que al final vamos a recordar no las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos. Enseñemos a nuestros niños y adolescentes a no permanecer callados mientras otros están siendo víctimas de intimidación o bullying.