Suena el timbre de la escuela y los alumnos penetran en las aulas. Las vacaciones terminaron y solo quedan las historias de aquellos pocos que tuvieron la dicha de romper la monotonía cotidiana. El resto, guarda silencio y escucha solamente. Los sueños, hasta ahora, no están prohibidos.

El primero de septiembre comienza el curso escolar en Cuba y, como todos los años, los estudiantes y sus familias preparan las condiciones materiales para afrontar un nuevo periodo lectivo. La compra de los uniformes, a bajos precios y en tiendas estatales, casi siempre constituye la tarea número uno en resolver. ¡Y qué tarea! Puede que existan sobreproducciones de uniformes de la misma talla, mientras escasean de otras medidas. Los padres se vuelven locos y pagan los servicios de alguna costurera que resuelva el problema y, ¡listo!, los hijos vestirán según dispone Dios…, o el Ministerio de Educación. Muchas personas consideran que esa prenda de uso obligatorio reduce las diferencias de clase y protege los sufridos bolsillos, en un país donde el precio de la ropa es muy elevado. Y tienen razón.

No obstante, en las universidades se usa cualquier atuendo y las restricciones son mínimas, siempre que se permanezca dentro de los límites morales. Aquí, la vestimenta que uno muestre a los demás define el estatus social, y nadie quiere ser la oveja negra. Solo en los colegios médicos y pedagógicos continúa el empleo de los uniformes. Al menos y por el momento, permanecen a salvo.

Las mochilas y los bolsos que se utilizan para transportar los libros y libretas también forman parte de esa «exhibición clasista». Dime qué mochila llevas y te diré quién eres. El tan difundido y exaltado «Hombre Nuevo», personaje ficticio y mitológico de la épica revolucionaria, quedaría estupefacto frente a semejantes escenas. Las exigencias materiales que impone la estructura social degradan al ser humano y lo convierten en una marioneta del consumo. Y hablamos de los hombres y mujeres de la futura Cuba.

Otro de los temas que acapara la atención pública es el relacionado con la merienda de los educandos. En algunos centros docentes el Estado suministra alimentos ligeros de cuestionable factura y escaso atractivo. El yogurt de soya o los «panes con cuchara» (más cuchara que aceite), aparecen constantemente en las ofertas y los alumnos gozan de lo lindo. O siguen con los estómagos vacíos.

Pero el verdadero dolor de cabeza empieza cuando los padres tienen que preparar la merienda de sus descendientes. La casa tiembla y las carteras se estremecen. Paquetes de galletas por allí. Mayonesa por allá. Refresco enlatado. Perro caliente. Dulce de maní… Y la lista no para. ¡A gritar se ha dicho! Mañana veremos.

Los cuartos o albergues donde se alojan los estudiantes que viven lejos de las escuelas merecen, por lo menos, dos o tres novelas de gran extensión. Y cuidado. En esos lugares suceden historias interesantes  e inolvidables. La experiencia, bien vale la pena.

En cuanto a los maestros y profesores, hay mucha tela para cortar. Los que imparten clases en la Universidad poseen una excelente preparación y gozan de inmenso prestigio dentro y fuera de Cuba. Sin embargo, en los niveles educacionales inferiores, los maestros consagrados y de vasta experiencia conviven con colegas mediocres e improvisados, proclives a cometer actos de corrupción.

La prensa oficial divulgó, en meses pasados, el robo y la posterior comercialización de la prueba de Matemáticas, indispensable en una de las vías para el ingreso a la Universidad. El escándalo tuvo enorme repercusión internacional y dañó la imagen del sistema educativo existente en la Isla. Los autores de la fechoría fueron juzgados y los estudiantes de La Habana, lugar donde ocurrieron los hechos, realizaron un nuevo examen.

Desde los años noventa del pasado siglo el sector educacional enfrenta la «fuga» de profesores hacia otras ramas de la economía. Los bajos salarios, el inexistente y limitado reconocimiento social, y las pesadas cargas académicas influyen notablemente en que los jóvenes rechacen el magisterio como profesión. Por el camino que vamos y si no se toman medidas efectivas, los alumnos tendrán que dictar sus propias lecciones. O los burros tomarán las calles en masa.

Durante las últimas décadas de la anterior centuria se aplicaron modelos educativos semejantes a los existentes en el otrora bloque comunista de Europa del Este. El resultado fue positivo, pues se formaron profesionales capaces y de notable visión universal, muchos de los cuales marcharon luego directo al exilio.

Hoy, los medios de comunicación anuncian el inminente inicio de un nuevo curso escolar en Cuba. Las alabanzas sobran. Los maestros esperan. El pueblo mira y calla. Suena el timbre y los estudiantes reciben su primera clase del curso. Ojalá todo vaya bien. ¡Y a cruzar los dedos!