El código da Vinci del novelista Dan Brown es un texto que llama la atención por su mismo tejido novelesco y por sus provocadores temas consumidos por lectores con mentalidades laicas, ecuménicas, cristianas católicas, protestantes, políticas, místicas y otras reconocidas por las instituciones que auspician o representan como cuyos llamados secretos de religión o religiosidad. La novela Da Vinci Code (El Código da Vinci), fue publicada en la Editorial Random House en 2003) causando un gran impacto editorial, aparte de un éxito de venta poco común en los ámbitos editoriales que publican Bestseller. La misma fue traducida a muchas lenguas y leída con voracidad.

En el caso de esta obra novelesca, la misma en su propia temática y definición aprovecha otros subgéneros que contribuyen a su éxito, en el encuadre de su lectura (novela detectivesca, de ficción, suspenso, conspiración, novela de asesinatos, de espionaje y policíaca. Escrita originalmente en inglés, la misma entreteje motivos, temas y tramas imaginarias e históricas atendidas por críticos, periodistas, publicistas, divulgadores de sectas, filosofías esotéricas, escritos enigmáticos, y otros que giran alrededor de la conspiración, búsqueda del Santo Grial, María Magdalena en el cristianismo primitivo, el Priorato de Sión, el Opus Dei, encubrimiento de la real y verdadera historia de Jesucristo,  su descendencia y casamiento del Cristo con María Magdalena y otras historias narradas con carácter de verosimilitud.

En el trazado y cuerpo del libro el personaje ligado a las acciones cobra un valor de relación, contexto, objetivo y movilidad narrativa. Así el personaje-héroe Robert Langdon junto a Jacques Sauniére, Sophie Neveu, Besu Fache, Silas, El maestro, Andre Vernet, Marie Chuvel, Leigh Teabing, el Obispo Aringarosa y Rémy Legaludec completan el reparto narrativo que le sirve de base a una historia que parecería interminable en su nuclear argumentación narrativa.

Siendo el protagonista de la historia-novela, Robert Langdon (un profesor de Iconografía, Historia del arte y Simbología religiosa en la Universidad de Harvard), conduce la investigación sobre el asesinato del Conservador del Museo del Louvre de París, Jacques  Saunière, en base a todas las peripecias, finalidades y soluciones que suceden regularmente ligadas a un objetivo ficcional.

En El Código da Vinci se hace referencia  al culto de la diosa como una crítica al ocultamiento de la divinidad femenina por parte del cristianismo oficial y las secuelas católicas que según Langdon han propiciado una concepción antropológica cristiana del género masculino como dominante del género femenino. Se trata de una oposición creada entre María Magdalena y Jesucristo como representantes de dos tendencias religiosas, dos teologías al interior del judaísmo palestinense y nazareno.

En el caso de la novela, los dos grandes especialistas Jacques  Saunière y Robert Langdon se reconocen y cobran importancia sobre la función del valor de este símbolo como fundamental para el conocimiento y la tradición de divinidades, en el estudio de la Historia del Arte y de los símbolos religiosos. Como conservador del Louvre, Saunière había ampliado la colección de dicho museo al respecto y Langdon preparaba un texto nuevo bajo el título Símbolos de una divinidad femenina perdida.

A través de Langdon, Dan Brown vehicula la idea de que María Magdalena simboliza y a la vez significa la diosa de un culto que propició la adoración a la naturaleza femenina; siendo así que dicho culto a la diosa hubo de ser reconocido en la Prehistoria misma del cristianismo, miles de años antes de Cristo. Aunque esta cronología es indudablemente arbitraria, la misma no es ni exacta ni aproximativa, pues el escenario de la misma, por lo inabarcable, carece de una documentación precisa, incluso en el marco de una arqueología religiosa y de indicios que se reconozca seria.

La especulación en este sentido es extremosa y extremista, pues, el autor pretende, siempre a través del historiador Robert Langdon, afirmar que dicho culto es el más antiguo y que es el más antiguo que se puede observar en las religiones del mundo, con una historia (¡Sic!) que se remonta y a la vez se pierde en la noche de los tiempos y en las oscuras edades de la razón y a fe.

Toda la imaginación fantástica y visual que apoya las hipótesis de Brown-Langdon en este sentido propicia mediante obras de arte y objetos arqueológicos un despertar de creencias partiendo del secretismo y a los textos visuales o verbales aún no develados del todo.  La figura de la Diosa es esencial para la tendencia que según la línea de interpretación trazada en la novela pronuncia la ruptura.

El liderazgo de Cristo se vio afectado en sus orígenes por la mujer que fue excluida de los textos, sectas, instituciones y funciones en la iglesia primitiva y su posterior etapa de co-fundamentación.

El autor de El Código da Vinci propone en su relato que la diosa es la madre, o, como la madre de todas las cosas porque la misma origina como madre naturaleza todos los órdenes de la existencia. Por lo mismo esta figura o imagen, se puede rastrear en la India, Grecia, Roma, el lejano Oriente y el legado del Próximo Oriente, así como también en la historia profunda de Europa. En el contexto de formación de las instituciones bíblicas este culto se practicó por toda la Tierra Santa, de suerte que la diosa Asherah fue específicamente adorada y reconocida como ligada en matrimonio a Yahveh, esto es, al mismo Dios.

En efecto, en una cultura patriarcal, el dios, el rey, el sacerdote, el padre, en fin, el hombre, sustituyeron no solamente este culto, sino también sus huellas y secuelas. Se podría decir que aquí mismo dicha presunción se extiende sobre la base de un argumento no respaldado por el biblismo o la exégesis bíblica. El culto a las diosas es un espacio de veneración y rito que encontramos no solamente en culturas europeas, sino también en culturas extraeuropeas.