“No se van a dar aquí”, comentó el jardinero que trabajaba en el predio vecino al nuestro. “No, no van a subsistir, ficus, ¿cierto? Todo el mundo sabe que no se prenden aquí. Nadie los planta por aquí”. A todas las personas les gusta darnos consejos.

A nuestros amigos también les gusta regalarnos plantas, especialmente cuando ellos se enteran de que que tenemos una propiedad con un área de terreno de un acre en las cercanías del lago Okeechobee. Hemos recibido toda clase de plantas, algunas de ellas compradas en el supermercado Publix o en Home Depot, o sencillamente del semillero que mantienen en su cocina.

Bob nos trajo una planta de aguacate que él había fomentado amorosamente de una semilla. La plantamos en la tierra. Poco tiempo después un conejo la despojó de las hojas y el tallo, en un santiamén la dejó en la semilla. Por suerte la plantita revivió. Silvia nos trajo una planta de mango, también fomentada de una semilla. Esta ha sobrevivido a heladas y sequías, con apenas una cuantas hojas dañadas. Más tarde nos obsequió una plantita de aguacate, cultivada de una semilla también. La planta de naranjita japonesa de Marta y Rei vino de un vivero del sur de la Florida y prosperó; no obstante, sus frutos poco a poco cambiaron de naranjitas japonesas dulces a naranjas agrias.

Hojas de Ficus
Hojas de Ficus

No me preocupa perder unas cuantas plantas, especialmente cuando estas provienen de unas ramas podadas que de otra manera irían a parar a la basura. Pero algo que me entristece es cuando muere una planta saludable que ha costado dinero y esfuerzo cultivar. En consecuencia, les contaré el relato de las cien plantas de ficus (Ficus Benjamina).

“Tengo un montón de plántulas de ficus para ustedes”, dijo William, un amigo de la familia que trabaja a veces como jardinero. Enseguida tuve dudas porque estas plantas que crecen tan rápidamente tienen unas raíces muy débiles y fácilmente el viento fuerte las derriba, esto sin mencionar el hecho de que no son nativas. Además, sufren el ataque de unas voraces mosquitas blancas. Mas no quise aparentar malagradecida. “Oh, gracias, no hacía falta que hiciera eso”, protesté sin esfuerzo. William insinuó que estas plantas son magníficas para setos vivos, algo que necesitábamos de modo desesperado en Ranchito.

Dos días más tarde, 25 plantitas de ficus en macetas aparecieron en el frente de nuestro jardín en Miami Beach, luego 25 más, y, más tarde 50. Las acarreamos todas hasta el Ranchito y cavamos una zanja a lo largo del frente de la propiedad. Despacio colocamos una planta tras otra, con tierra buena y agua, y, sobre todo, con mucho trabajo. Al final, después de una labor de ocho horas de tres personas, todas las plántulas estaban a lo largo del frente de la propiedad, esparcidas en una hilera de dos a cuatro pulgadas de alto.

“No van a crecer aquí. . .” El “sabelotodo” estaba en lo cierto. El clima era el equivocado, el sitio no era propicio, la época no era apropiada. Fui a la computadora y busqué. Estos ficus solo crecen bien en el condado Miami-Dade y en algunas zonas del litoral. En el Ranchito, lo primero era la escasez de lluvia, luego los vientos, y de modo continuo las mosquitas que acabaron con nuestras plantas de ficus. Ya en enero, varias heladas redujeron los ficus a tallos pelados.

Más tarde William preguntó acerca de cómo estaban nuestros ficus. “Hummm, no muy bien”, vacilé al principio, antes de responder. “Algunas de ellas murieron en invierno”. Con el tiempo, él se dio cuenta, pero no me atrevía a decírselo tan pronto. William, con su esposa, su hija y dos hijos varones forman una familia de amigos nuestros. Es una familia de emigrantes colombianos que llegaron hace más o menos diez años. Los esposos, William y Dora, a pesar de tener diplomas universitarios han tenido que luchar para sobrevivir en la economía americana. Finalmente consiguieron sus credenciales de residentes.

Ficus

Con ellos hemos celebrado la boda de la hija, varios cumpleaños y, más recientemente, el nacimiento de una nieta; con tristeza también hemos compartido el fallecimiento de familiares en Colombia. Sobre todo, nuestra amistad es importante, y, no quería que William pensara que no apreciaba ni cuidaba del regalo de las cien plántulas de ficus.

Para mí las plantas no son simples objetos verdes que decoran nuestro jardín. Traen con ellas además recuerdos de pueblos, lugares, estaciones, familias y amigos. Por lo tanto, ahora soy más cuidadosa al recibir “regalos”. Si en realidad pienso que la planta no va a sobrevivir, se lo digo con gentileza a la persona. Le explico que solo planto árboles nativos o naturalizados que son capaces de resistir el ataque de la sequía, las inundaciones, el calor y las heladas, que son la norma en el condado Glades.

Naturalmente, también les cuento acerca de las cien plantitas de ficus.