Mi primer recuerdo con Esnó fuen mi pueblo. Me acuerdo bien porque en ese mismo año tío Mingo concursó en el Festival de la Voz de las patronales, cantó "Quiero abrazarte tanto", y Mamatata atribuyó a sus oraciones a Santa Clara el que su hijo no haya sido linchado. Mentiría si digo que presentí algo diferente en Esnó. Era un niño y los niños no pueden ponerse a beber romo y sentarse como Nostradamus a predecir calamidades donde siempre alguna torre se derrumba. Es como aquello de Roberto Arlt sobre la vieja que vaticina la mezquindad de los nuevos vecinos del barrio, y casi siempre acierta, "porque los seres humanos somos intrínsecamente malos".

Para ese tiempo yo pintaba. Corrijo. Para ese tiempo yo me sentaba a garabatear con crayolas imágenes aquarelas aguamarinas. Mi gran éxito entre los futuros hombres del colegio fue "Mujer Diciendo Adiós con los Panties". La cosa sucedía en un puerto, un barco zarpaba; la mujer era alta y esbelta con vestido corto; había brisa y se le veían las puntas de las nalgas. Cuando mamá la vio me dijo, "Es triste". Cuando papá la vio me dijo, "Ta como muy flaca".

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Cacicazgos: Marién, Maguá, Maguana, Higüey, Jaragua

La maestra de Geografía puso de tarea dibujar el mapa de la isla, versión cacique. Antes de pintarlo ya yo lo había pintado. Me gustaban mucho los nombres de los Cacicazgos: Marién, Maguá, Maguana, Higüey, Jaragua. Una A segura. Esnó se acercó a la salida, me ofreció un peso si le pintaba el suyo. Así que desde que acabó "Sombras Tenebrosas" yo salí corriendo de casa de Esnó que tenía televisión y luz con un adelanto de veinticinco centavos en mis bolsillos. Afuera había un apagón, todo estaba muy oscuro y ya casi a salvo en la galería de mi casa me topé de frente con tía Lindaluz, en ese tiempo parece que era fashion para las mujeres tener los brazos llenos de pelos, en la cara bigote y en los dedos las uñas bien largas. Yo tiré un grito "El HOMBRE LOBO", y le di un trompón en una teta que aulló.

La profesora de Geografía le puso A a Esnó y B a mí, pero Esnó decidió no pagarme lo acordado. Le entré a trompones ahí mismo hasta quel profesor de Álgebra nos separó a jalones de oreja. Papá no me dio golpes en mi casa, mi mamá me mandó a bañar y siguió cocinando haciéndole coro a Leo Marini. La verdad no recuerdo la última pela que recibí de mis padres. Algunas cortadas de ojos, par de chancletazos, uno que otro cocotazo, pero no una pela en forma. Señores, hay niños a los que les dan muchísimos palos.

Mi segundo recuerdo con Esnó fuen la Habana. Me topé con él en el lobby del hotel. Él andaba con varios lambones y ya tenían varios días fatigando la infamia. Tenían ese tufo al turista que aprovecha la ventaja de sus dólares sobre los nacionales de un país en olla, que siempre paga por sexo regateando mucho. Yo estaba enamorado de una actriz de teatro habanera llamada Yosyavy. Renté un Renault. Me interné con ella en los rincones de la ciudad. Fuimos a muchos lugares en su capital a los que ella no podía entrar sin mí. Me llevó a su casa en un barrio en el Infierno; su madre me cocinó cerdo bajo la lucecita de un bombillito amarillo y frió plátanos maduros para todo el negro o rubio o albino o mulato o jabao que apareciera por ahí. Dormíamos en el hotel. Por primera vez Yosyavy durmió en aire acondicionado. Se maravillaba con la televisión por cable, los anuncios de delivery de pizza. Tan linda ese mujerón, nunca se había comío un hamburger, tampoco sabía quién era Dino el de los Picapiedras. Pero amaba a Chejov, y se le hizo fácil amar a Twain. Una noche, después de bailar mucho son, subíamos hacia mi habitación cuando la puerta del ascensor se abrió en el piso de Esnó. Como diría Shaun Ryder: no supimos lo que vimos pero supimos que era ilegal. Como diría Onetti: aquello era un asunto de chulos y jineteras, una que otra menor.

El tercer recuerdo con Esnó fue aquí en el Bronx. Yo estaba visitando a tía Lindaluz, felizmente casada por más de treinta años y sin bigote por casi cinco. Ella, como siempre, tenía puesto un canal dominicano. La noticia del día era que un senador de provincia había muerto por haber vivido cien años. El país político en agradecimiento a la gran labor de este gran hombre le cedió su puesto en el congreso a su primogénito Esnó. Un pillo con saco Armani discurseó, yo escuché a Thackeray:

"Sus méritos fueron tan grandes que sus hijos deben gobernar sobre ustedes. No importa en lo más mínimo que su hijo más viejo sea un canalla".