Estimado/as lectores. Cedo mi columna al excelente artículo sobre la política en nuestro país de la joven Natalia Mármol. Solamente le agregaría que es necesario involucrarse en política, pero dentro de los nuevos movimientos políticos progresistas y democráticos que se están formando en el país y en toda Latinoamérica o desde los movimientos sociales, debido a que, la historia ha demostrado que no es posible cambiar esa elite política corrompida de los partidos tradicionales. 45 años han demostrado que no han tenido la voluntad política de mejorar los indicadores sociales del país y por eso no merecen más oportunidades. A continuación reproduzco el artículo.

Por: Natalia Mármol Candelario

Hacerse el loco, fruncir el ceño, bajar la cabeza, sacar la lengua, suspirar, "eplotarse de la risa", "tirar un chuipi", o quizás algún gesto más subidito de tono, son reacciones que pueden brotar inevitablemente de muchas y muchos jóvenes cuando nos hablan sobre "implicarnos políticamente", venga de quien venga la propuesta. Y es que es razonable, si hemos crecido en un contexto en el que ser llamado "político" puede ser  fácilmente un insulto.

En una coyuntura donde nos presentan la política como aquel escenario bipartidista, sucio, en el que las mismas caras juegan a intercambiar roles en los que convergen la corrupción, la hipocresía, la deshonestidad, la desfachatez, el egoísmo, entre tantos otros sinsabores, nadie quisiera implicarse. Huimos despavoridos del cuco político.

Lo que no nos dicen es que cuando hablamos de "política" nos referimos a cualquier acto que contribuya a la construcción de lo colectivo, es decir a cambiar el panorama en el que todas y todos vivimos juntos. Es tiempo de cambiar la imagen que nos han vendido y que tan dócilmente hemos comprado. La política, lejos de ser ese ogro feo que tenemos clavado al subconsciente, es libertad.

Cuando dejamos de comprar un producto porque es dañino al medio ambiente, hacemos política. Cuando publicamos en Facebook o Twitter nuestro rechazo al proyecto de ley SOPA o la violencia policial o a la privatización de las playas o a cualquier otro fenómeno que nos afecte como sociedad, hacemos política. Cuando elegimos no comprar una marca porque explota a niñas y niños para elaborar sus productos, hacemos política. Cuando decidimos que nuestra palabra sí cuenta, que no somos un número más, que con nuestras acciones podemos cambiar el rumbo de las cosas, entonces no sólo hacemos política sino que ponemos a temblar a aquellas y aquellos "politiquerxs de pacotilla" que dicen representarnos. Que a partir de hoy nadie pueda poner en cuestión nuestro valor, cada día tenemos infinitas opciones para elegir lo que queremos como individuos y como sociedad, y nuestro voto diario es más fuerte que aquel que ejercemos cada cuatro años.