…Yo no puedo evitar  pensar en el día en que descubrí que los haitianos no eran los cucos comeniños.  Hoy me atemoriza pensar que aunque no haya ningún hecho histórico que pueda motivarlo, el que un día los dominicanos sean convertidos en los cucos de los niños puertorriqueños y que muchos años después descubran que los dominicanos no eran aquellos cucos de la niñez… —Eugenio García Cuevas

No todos los dominicanos hemos sido adoctrinados para rechazar la negritud (lo africano), y específicamente al haitiano, de la misma manera. Evidentemente no todos los dominicanos fuimos amenazados en la niñez con el Cuco haitianocomo lo describe en sus escritos Julia Álvarez y lo confiesa por primera vez el autor- que asíse suma a la larga lista de los que recordamos esa vejación- aunque debo aclarar que en mi caso particular no fueron mis progenitores los responsables de esa conducta. Algunos,quizás los menos, escaparon a esa desagradable experiencia,o porque eran angelitos, o porque vivían en un entorno más elevado, o quizás porque convivían con haitianos (en la frontera o en los bateyes, por ejemplo).Los adultos de las nuevas generaciones tienen conocimiento sobre el daño que pueden infligir amenazas de este tipo a los niños, y por tanto la antigua costumbrede amenazar al infante con el Cucoha disminuido con el tiempo, no precisamente en deferencia al haitiano.La transmisión generacional de nuestra ancestral haitianofobia sigue con fuerza, pues existen muchos otros recursos para lograr ese propósito.

Pero más importanteaún, no todos los dominicanos hemos reflexionado sobre el significado de esaaparentemente inocente mentira de los mayores, ignorándolo al creer que era un hecho aislado sin mayoresconsecuencias (excepto la ocasional pesadilla infantil) en nuestras vidas, y en el devenir de la nación. Aun menos dominicanos hemos adquirido conciencia del condicionamiento mental al que fuimos sometidos en nuestra formación social y educación formal desde la primera infancia.Los traumatizados raras veces reconocen el origen y/o la presencia del trauma en su psiquis. Por eso tantos niegan la existencia del racismo o antihaitianismo en la sociedad dominicana. Sin embargo, con un poco de esfuerzo podemos apreciar que el Cucomañées un componente esencial del “racismo histórico” que el académico  Frank Moya Pons ha venido acertadamente analizando desde hace al menos unos veinte años en sus conferencias y escritos, para diferenciarlo del “racismo de Estado” que es dirigido y propagado desde estamentos oficiales,utilizando canales diferentes aunque apoyado sobre la tradición popular.*

Por eso hoy  hemos seleccionado para continuar nuestro escrutinio de este apasionante tema, la reflexión sobre el Cuco haitiano de un dominicano residente desde hace décadas en Puerto Rico, publicada el 21 de febrero 1998 en el periódico El Nuevo Díade San Juan bajo el título de Dominicanos, haitianos ypuertorriqueños. Afortunadamente el artículo fue recogidopara la posteridad en el librotitulado: Mirada en tránsito:dominicanos, haitianos, puertorriqueños y otras situaciones en primera persona(San Juan, 1999). Para situar el escrito en su contexto, éste forma parte de una reflexión más amplia sobre la entonces creciente  inmigración de dominicanos a Puerto Rico, algunos legalmente y muchos mássin permiso migratorio autorizado. Por ejemplo, en varios de los artículos el autor relatay cuestionalos hechos en torno a la muerte del inmigrante dominicano Rafael Herrera durante una redada de las autoridades para detener a “ilegales” el 16 de agosto 1998. Observa que en Puerto Rico, a la sazón en medio de una fuerte crisis, crecía rápidamente la tendencia a culpar a los dominicanos de todos sus fracasos y de los males que percibían como causantes del deterioro enla vida de los boricuas. Destaca Eugenio García Cuevas en sus artículos el incipiente rechazo que éltemía desbordara en el futuro el umbral de lo tolerable. Los anfitriones sentían que se contagiaban con la pobreza de los intrusos dominicanos, y ya empezaban a reflejarse estas actitudes a nivel de la escuela y entre los niños y adolescentes.Refiere casos de puertorriqueños negros que se quejaban de que eran maltratados verbalmente por la policía al confundirlos con dominicanos.El dominicano corría serio riesgo de convertirse en el Cuco de los boricuas: temido, despreciado y rechazado como consecuencia de la inmigración masiva-y en muchos casos ilegal- de las tres últimas décadas del siglo XX. Aunque Puerto Rico tiene una importante ventaja, y es que no existíaallí un prejuicio histórico contra los dominicanos (quizás todo lo contrario) previo a la inmigración masiva, como síes el caso del antihaitianismo histórico de los dominicanos que viene propagándose desde hace más de dos siglos.

Por tanto, la evocación de sus recuerdos de niñez del Cuco haitiano es dirigida al públicopuertorriqueño, por considerar pertinentesu experiencia en su pueblo natal a mediados del siglo XXen el contexto de lo que acontecía en Puerto Rico décadas después, cuando se forjaba una imagen del dominicano como el Cuco de los boricuas:

Recuerdo en febrero-mes tan terrible como abril para los dominicanos-que siendo niño allá en La Vega, pueblo situado en el centro de la República Dominicana, cuando alguien había cometido alguna travesura o desobediencia, los padres y los mayores amenazaban: “Si no hace esto…voy a llamar al haitiano.”  Este era el Cuco que-según decían- venía con un saco negro en el que se llevaba a los desobedientes para luego freírlos en una paila de aceite hirviendo. ¡Oh Dios, cuanta infamia!

Crecí escuchando este epíteto, aunque en el barrio sólo había visto a un solo haitiano, que por lo físico-recordé más tarde- pudo haber sido un dominicano más. Era un viejo de barba desaliñada que pasaba de tarde en tarde vendiendo agua de coco y un dulce cubierto de una capa de caramelo rojo, llamado “charumbele”. Fue allí en la niñez, tal vez de forma inocente, donde se nos sembró la idea, el germen, de que los haitianos representaban el mal. Fue allí, sin embargo, donde descubrí- no tantos años después- que los haitianos no eran ningunos comeniños, y que podían tener tantos defectos y virtudes como nosotros los dominicanos…

Señalo esto porque después de 19 años de vivir aquí,uno empieza a ver y escuchar que para ofender a un niño puertorriqueño en la escuela u otro lugar basta con decirle que es dominicano; que de momento un niño puertorriqueño le pregunta a sus padres si es verdad que los dominicanos son los que traen toda la droga que entra a Puerto Rico; y que otro niño- dominicano- le dice a sus padres, con una mezcla de inocencia yvergüenza, que él no quiere que ellos sean dominicanos porque en el salón de clases lo vacilan y desprecian; que de momento gente adulta, que cumple con todas las obligaciones cívicas y que aporta con trabajo al país, evita que se le reconozcan sus raíces dominicanas; que de momento algunos puertorriqueños negros denuncian que son maltratados verbalmente por lapolicía porque se le confunde con ser dominicanos; que de momento una parte de la Prensa no se interesa por cubrir ni reseñar las contribuciones que hace esta comunidad al país, y solo resalta  las faltas que puedan cometer  algunos de sus miembros… Entonces cuando estas cosas pasan ha habido un mal entendido en el entorno, o alguien está mintiendo.

…yo no puedo evitar  pensar en el día en que descubrí que los haitianos no eran los cucos comeniños.  Hoy me atemoriza pensar que aunque no haya ningún hecho histórico que pueda motivarlo, el que un día los dominicanos sean convertidos en los cucos de los niños puertorriqueños y que muchos anos después descubran que los dominicanos no eran aquellos cucos de la niñez…

El potencial Cuco dominicano de los boricuas sería,en caso de cuajar, producto de la reciente masiva inmigración legal e irregular en medio de una seria crisis económica. El ancestral antihaitianismo popular en nuestro país se manifiesta y se propaga no solo con el mito delCuco comegentesino también en nuestros refranes, adivinanzas, coplas, décimas y demás manifestaciones de la tradición oral, que anteceden por más de un siglo la primera inmigración importante de braceros de la caña.Asimismo lo recogen los principales textos de nuestra literatura costumbrista.Desde hace más de treinta años José Alcántara Almánzarcalifica nuestro “arraigado anihaitianismo” como “el primer  elemento de nuestro nacionalismo”, y por tanto “es lógico suponer que el patriotismo se definiera entonces como una oposición total e irreconciliable con  todo lo que significara ser haitiano”.**

En palabras de Frank Moya Pons,nuestro rechazo de lo haitiano surge porque Ser dominicano durante la guerra de la independencia era no solamente no ser haitiano, sino también ser antihaitiano.”Por eso, "El que no sea mañé, que hable claro", y “el que sea prieto que hable claro”,son variantes de un refrán que tiene su origen en los tiempos de las primeras luchas de la Independencia y contra las invasiones haitianas, surgida de la necesidad de diferenciar a los soldados haitianos de los dominicanos.Quizássea un temprano precursor dela prueba del “perejil” de 1937.

Pero con el tiempo han surgido muchas otras expresiones que reflejan y refuerzan ese racismo histórico y popular, como“El haitiano si no lo hace a la entrada, lo hace a la salida”, una variante local de “El negro si no lo hace a la entrada lo hace a la salida”, que es una expresión regional; pues también es refrán en Cuba, Puerto Rico y el Caribe colombiano (quizás también en otros lugares que tuvieron esclavos africanos en abundancia). En España, el moro y el gitano son los vilipendiados en el refrán, que allí ha quedado prácticamente en desuso.Otro refrán criollo es“Negro en mi casa el caldero”,también con variantes, entre ellas la del siglo XX, “Negro en mi casa solo el teléfono”. De ahí que colectivamente hayamos forjado una imagen popular del haitiano muy negativa. En fin, “el haitiano (que es lo mismo que decir el Negro pobre o prieto) e comía de puerco”.

Todos sin lugar a dudas “sabemos” que el mañées feo (prieto, bembú y con un estropajo en la cabeza), haragán, bruto, sucio ygrajoso, lujurioso, malvado, destructor, brujo y mañoso– definitivamente inferior y despreciable, pero al mismo tiempo un ogro aterrador (comeniños)- aunque es muy probable que, como en el caso de Eugenio García Cuevas, nuestro contacto con haitianos haya sido muy superficial.Heredamos el antihaitianismo por todos los costados, y por eso es tan difícil reconocer nuestro prejuicio y sacudirnos de ese Cucode nuestros ancestros.

Tanto nuestra tradición oral como nuestra literatura costumbrista sonricas en pruebas de que nuestro antihaitianismo y el rechazo de lo negro sonancestrales, remontándose a los últimos tiempos de la coloniay el proceso de la abolición de la esclavitud. El terror que los criollos y españoles de la parte Este de la isla sentían ante la inminente rebelión de los esclavos en el Oeste(“antihaitianismo histórico”) se ha transmitido de generación en generación con el generoso apoyo del aparato estatal en numerosas etapas de nuestra historia (“antihaitianismo estatal”). La mera existencia y vigencia de la voz mañéen nuestra habla es indicio claro de lo perdurable de nuestro antihaitianismo. Es un prejuicio con raíces muy profundas (casi genéticamentecodificado), por tanto muy complejo, y quizás por eso muchas personas se equivocan pensando que no padecemos ese mal, y que todos los que lo denuncian lo hacen porque son definitivamente enemigos, haitianófilos y vendepatrias.

*Ver versión periodística corta de la  tesis de Frank Moya Pons sobre el racismo histórico y racismo de Estado en República Dominicana desde la Revolución haitiana hasta nuestros días.

http://www.diariolibre.com/noticias/2009/12/05/i226089_antihaitianismo-histrico-antihaitianismo-estado.html

http://www.diariolibre.com/noticias/2009/12/12/i227038_antihaitianismo-estado.html

O la conferencia académicamás detallada del 1995 dictada en City College de Nueva York

http://archivodevetas.blogspot.com/2006/02/la-dispora-ennegrece-al-dominicano.html

**Ver p.36 de Narrativa y sociedad en Hispanoamérica de José Alcántara Almánzar

(Santo Domingo, 1984).  Su aseveración a su vez se basa en un escrito de Roberto Cassá de 1976, evidenciando desde hace cuánto tiempo sabemos estas verdades, sin hasta el día de hoy haber revertido este funesto proceso.