“Negra es la pimienta y cómenla los hidalgos y blanca es la nieve y písanla los caballos.”  Refrán castellano

Según los patriotas de nuevo cuño, todos los dominicanos que reconocen, revelan o denuncian la existencia del arraigado antihaitianismo/racismo que permea la sociedad dominicana desde antes de la Primera República son vendepatrias. Eso significa que aun si nos circunscribimos a las personas que han dejado testimonio escrito delatando el antihaitianismo visceral  que define el patriotismo promovido por la “ciudad letrada”, la lista de los antipatriotas es larga y variada. Esa pléyade de escritores se expande másallá de la isla, pues muchos vendepatriasson emigrantes o dominicanos nacidos en el exilio. En muchos casos, ellos,por ser inmigrantes,conocen en carne propia la experiencia de ser discriminados en su lugar de acogida, simplemente por ser diferentes. Ellos también comprenden el daño que el prejuicio y la discriminación hacen a toda la sociedad.

Junot Díaz y Julia Álvarez frecuentemente encabezan la lista de escritores contemporáneos  de fama internacional que son tildados de vendepatrias por no ocultar la realidad de nuestro vetusto racismo. Pero la larga lista incluye a distinguidos académicos criollos que laboran en instituciones extranjeras como Rosario Espinal y Silvio Torres-Saillant. Además, para los nacionalistas ellos son doblemente malditos, porque sus reconocidas voces y plumas trascienden nuestra insularidad, dando así amplia difusión a lo que creemos son nuestros más íntimos secretos colectivos, y “alimentando la orquestada campaña internacional de descrédito contra la patria de Duarte”.

Según esta curiosa definición de vendepatria, el antipatriota por antonomasia debió ser el autor de Luis Pie*, quien en 1942  tuvo la osadía no solo de escribir en el exilio el galardonado cuento corto, sino de someterlo ala competencia hispanoamericana en La Habana y ganar el Premio Hernández Catá en 1943, automáticamente recibiendo difusión continental. Si no es la más antigua, de seguro que es la primera creación literaria que delata contundentemente no solo el arraigado prejuicio contra los haitianos que corroe la sociedad dominicana, sino que también expone las funestas consecuencias de ese sentimiento irracional que es utilizado con frecuencia para manipular políticamente al pueblo. También es esencial considerar el momento y el contexto de su publicación pocos años después de la matanza de haitianos ordenada por Trujillo en 1937. Más de setenta años después de su publicación original, la densa obra conserva su vigencia por el acertado enfoque del maestro cuentista sobre el drama humano de un padre amoroso y sacrificado, y la realidad social dominicana retratada magistralmente en toda su crudeza.

De hecho el cuento corto Luis Pie es al mismo tiempo el drama personal de un bracero haitiano y sus tres vástagos, y una acertada alegoría del antihaitianismo, evidenciado éste por la cacería humana desatada inmediatamente se detecta un incendio en el cañaveral.  Pues en ese ambiente del Este dominicano era para todos evidente que ese desastre respondía a una conspiración haitiana, aun antes de iniciar cualquier pesquisa sobre el incidente. Esa insensata reacción es la evidencia palpable del prejuicio prevaleciente contra los haitianos, el Cuco que obnubila la razón de muchos dominicanos, y es aprovechado por los verdaderos culpables, como lo hiciera el propietario de la colonia La Gloria en el cuento, para manipular y mantener el poder. El tutumpote Valentín Quintero es quien le propina el primer golpe al agonizante bracero, dando el ejemplo a los demás e instándolos a que lo imiten:

-¡No, no!- ordenaba alguien que corría-. ¡Dénles golpes, pero no lo maten! ¡Hay que dejarlo vivo para que diga quienes son sus cómplices! ¡Le han pegado fuego también a La Gloria!

El que así gritaba era don Valentín Quintero, y él fue el primero en dar el ejemplo. Le pegó  al haitiano en la nariz, haciendo saltar la sangre. Después siguieron otros, mientras Luis Pie, gimiendo, alzaba los brazos y pedía perdón por un daño que no había hecho.

Todo esto ocurre antes de encontrar la cajita con cuatro o cinco fósforos en el bolsillo de Luis Pie, o sea que se le condena a priori sin ningún indicio de culpabilidad que no fuera su cercanía al lugar del fuego y su haitianidad. Sin embargo, con fina ironía, el autor-vía el narrador omnisciente-hace que el lector tenga pleno conocimiento de la inocencia de la víctima, cuya única culpa es ser haitiano. También retrata la verdadera naturaleza y carácter del tutumpote, real responsable del incendio en el cañaveral por su negligencia al lanzar el fósforo ardiente después de encender su cigarro, y además el instigador del maltrato a Luis Pie. Valentín Quintero, depravado e insensible al sufrimiento humano, además  se inventa un supuesto fuego en La Gloria para fabular sobre una conspiración de haitianos, quizás con la intención de prolongar la tortura de su apacible presa humana.

Juan Bosch contrasta la fabulada conspiración haitiana con los verdaderos sentimientos del protagonista, que son los más puros y desprendidos: la procura del bien de sus hijos por su profundo amor paternal, y una fe inquebrantable en la bondad y la misericordia de Dios. En su vía crucis de varias estaciones, el sufrido mártir recibe todo tipo de vituperios  (maldito haitiano, canalla, bandolero, perro), en adición a los golpes y empujones de la turba embravecida por manipulación del tutumpote Valentín Quintero, revelando la ira y el rechazo prejuiciado de los perseguidores. Mientras que Luis Pie jamás expresa odio alguno contra sus perseguidores y clama repetidas veces por la ayuda del Buen Dios y de los dominicanos buenos.

Luis Pie había llegado desde el Norte de Haití atravesando el país con sus hijos, después de la muerte de su mujer. Vino guiado por el motivo único de no dejarlos morir de hambre, tal como hiciera José en su fuga a Egipto para salvar al niño Jesús de la persecución de Herodes. Cuando se levanta abatido por el dolor y la fiebre en el cañaveral, lo hace motivado por la visión de sus hijos esperando su llegada para que él les preparara rápidamente  “una harina de maíz o salcochara unos plátanos”. No temía por su propia vida, sino por sus adorados hijitos, y en especial por Miguel que era enfermizo, como lo había sido la madre fallecida. Por eso seguía arrastrándose y apelando reiteradamente al Buen Dios para poder llegar a socorrer a los niños que esperaban desnudos en torno a la hoguera que el mayor de ellos encendía diariamente al caer la noche en su destartalada vivienda. Cuando Luis Pie constata que sus hijos siguen tranquilos en su choza, su cara se ilumina beatíficamente, convencido de que su sacrificio no había sido en vano. Nada de conspiración haitiana, ni de invasión pacifica, ni planes de fusión; puro amor paternal e instinto de sobrevivencia de un ser humano bondadoso, que no culpa a los buenos dominicanos de su desgracia, inspiran las acciones del bracero.

El que tenga una lectura contrapuesta de la alegoría de Luis Pie, que tire la primera piedra, pero que recuerde la carta** de Bosch a los tres intelectuales que se reunieron con él en La Habana poco después de publicarse el cuento. En la carta admonitoria Bosch elabora las ideas presentadas poéticamente en el cuento, como ya lo había hecho en el encuentro con los tres amigos dominicanos, colaboradores del régimen responsable de la Matanza del 1937 y de una política de estado fuertemente antihaitiana. En ese documento histórico que complementa el cuento Luis Pie, pero que por su naturaleza epistolar no ha tenido la misma difusión, el maestro Bosch describe a los auténticos vendepatrias como los que “engañan a los pueblos con el espejismo de un nacionalismo instransigente que no es amor a la propia tierra sino odio a la extraña, y sobre todo, apetencia del poder total”, en referencia a Trujillo y Lescot, pero que de seguro él aplicaría a todos cuantos incitan al racismo y discriminación contra sus vecinos.

El odio a los haitianos nos ciega y nos impide descubrir caso por caso a los verdaderos culpables de nuestros males, pues queda claro que tenemos  santos y demonios de ambos lados. Hay santos negros y santos blancos. Demonios blancos y demonios negros. Y la mayoría de nosotros estamos ubicados entre los dos extremos. Raza, etnia y nacionalidad son bases falsas para juzgar, pero son frecuentemente manipuladas en la lucha de poder por quienes son duchos en utilizar este deleznable recurso, haciendo creer que existe una justificación histórica y que es una necesidad para la sobrevivencia de la nación. Se escudan detrás del odio a lo haitiano y la negritud, para que no los identifiquemos como los responsables de los males que por tradición y desidia achacamos al pueblo haitiano.

De un lado tenemos a Trujillo y Balaguer; del otro, Junot y Julia.

O, en el cuento que nos ocupa, de un ladovemos a Valentín Quintero, y del otro, a Luis Pie.

¿Fue Juan Bosch vendepatria por denunciar nuestro antihaitianismo?

¿Y fue Jesús vendepatria cuando denunció los males de su nación?

N.B.  ¿De qué lado pondremos a Juan Pablo Duarte en este día que conmemoramos su natalicio?

*Recomendamos una (re)lectura detenida del cuento corto Luis Pie, o en su defecto escuchar su lectura en la voz del autor, o ver el cortometraje realizado, o en última instancia leer la breve sinopsis de la obra, para así poner en contexto lo tratado en este artículo. Por eso facilitamos los enlaces a continuación:

Cuento:      http://bono.org.do/wp-content/uploads/2013/10/Luis-pie-5.5-x-8.5.pdf

Audio del cuento en voz del autor:https://www.youtube.com/watch?v=6AOQ9_YnEh0

Cortometraje del director Félix German:http://vimeo.com/34911380

Sinopsis: http://dejandohuellas12.blogspot.com/p/analisis-de-cuentos.html

http://elmorro012.blogspot.com/2013/03/analisisdel-cuento-luis-pie-argumento.html

**Articulo de Chiqui Vicioso que reproduce íntegramente la carta fechada 14 junio 1943 en La Habana  de Juan Bosch a sus amigos Emilio Rodríguez Demorizi, Héctor Inchaustegui Cabral y Ramón Marrero Aristy, circunstancialmente de visita en esa ciudad.

http://www.7dias.com.do/blog/2013/07/29/i145151_luis-pie-silencio-los-dioses.html#.VMGhkJU5Bdg