El Destacamento Policial de la Junta de los dos Caminos llevaba 20 años sin pagar la renta. Los propietarios del inmueble, para acabar con la tramposería, tuvieron que desalojarlos. Poco tiempo después en el lugar instalaron una especie de híbrido entre bar y colmadón, cuyo nombre comercial es, precisamente, “EL CUARTEL”.
El nuevo negocio resulta un derroche de creatividad. Las verjas protectoras simulan las de una cárcel. En las puertas de los baños imitan unas rejas que, a su vez, dan la impresión de que cada baño es una celda. En la parte superior de las entradas hay un letrero que dice “Baños para reclusas” en una. Y “Baños para reclusos”, en la otra entrada.
El diseño y decoración del espacio expresan el discurso no de la seguridad ciudadana, sino el de la represión y del uso y abuso legitimado de la fuerza. Allí unos grilletes, aquí una macana de madera, allá un quepis, acá una bala gigante.
Pero como no hay mal que por bien no venga, ahora usted puede ir con gusto al Cuartel. Pedir un pote de ron y, en vez tirar el trago de los muertos, llama a un amigo para jugarle una buena broma.
“Hola, dónde andas, –estoy en la casa–, responde el amigo y pregunta, –por qué, pasa algo–. No, no te preocupes, es que estoy detenido en El Cuartel y necesito de tus servicios. –¡Coño!, en cuál cuartel estás–, pregunta sorprendido. En el de la Junta de los dos Caminos. –Oh, yo sé cuál es, arranco ahora mismo–, dice el amigo. Cuando llega al Cuartel no le queda otro remedio que dejarse apresar por el “pote de romo” y hacerte compañía hasta que se acabe”.
Más de uno ha sido sorprendido por mí con el mismo cuento.
Casi estoy seguro de que en los próximos días aparecerá algunos del personal uniformados como policías y, como prisioneros, otros.
Tomar una cerveza bien fría, ceniza, como la camisa de un sargento bien macetea’o, produce la sensación de estar preso. Cautivo, atrapado y devastado por esa sensación de lo efímero de la frescura de la cebada. Hay que acabarla pronto o se calienta. Yo que soy una persona sobria, aunque no fanático, empiezo con una fría de entrada, para hacer estómago. Luego paso sin prisa a un añejo. No hay nada como un ron añejo bien curado, con el barril de madera y el tiempo respetado. Sabe bueno aún si alguna vez estuviste detenido en el temible cuartel de la Junta de los dos Caminos, en Santiago de los Caballeros.
Quienes acicateados por el entorno imaginan estar presos y aquellos que sí estuvieron tranca’os, no se dan cuenta que ahora los están encerrando en una celda eterna. El Cuartel de ahora tiene rejas surrealistas, abstractas, constructos mentales. Los barrotes de hoy están construidos en un acero forjado y endurecido bajo el rigor del alcohol, el tabaco, la cebada y otras cositas más. Todo vuelto etéreo, invisible.
Pero volviendo al principio, ¿cómo es posible que el jefe de la Policía Nacional permita que una de sus dependencias sea desalojada por falta de pago?
No es la primera vez que pasa esto en el país. Hace unos años, en el 2011, los policías de Padre Las Casas, Azua, también fueron desalojados por la fuerza pública, tenían casi 30 años sin pagar el alquiler.
El caso que nos ocupa aquí es Santiago de los Caballeros. Aquí está el Consejo de Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES), que a su vez gestiona el Plan Estratégico de Santiago (PES). Es sorprendente que estas instancias de la sociedad civil y empresariales ni siquiera se ocupen en orientar cada negocio en el espacio planificado para ello. En el caso hipotético de que, efectivamente, planifican.
A pesar de su diseño de ensueño, El Cuartel se ubica en una de las zonas de mayor congestión vehicular de Santiago. Está bordeado de grandes y prestigiosas clínicas, de laboratorios y de otros centros de salud. Está situado, nada más y nada menos, en la Av. Juan Pablo Duarte, entre la Unión Médica y el Instituto Materno Infantil.
¿Están las instituciones públicas y privadas pensando realmente en la solución de los problemas de la Ciudad Corazón?
Esa pregunta me asaltó mientras degustaba un trago en “EL CUARTEL”. Incluso me hice un selfie y le envié la foto a algunos de mis amigos simulando estar preso. Ellos no verán la otra prisión. ¡Salud!